Se trata de individuos cuyos nombres nos parecen familiares hoy, aunque hace miles de años que murieron.
Moisés, en su primer intento, falló totalmente como libertador. Su idea de liberación fue matar a un egipcio cuando lo vio maltratar a un esclavo hebreo.
Su error y pecado lo convirtieron en un forajido para su familia adoptiva de la casa de Faraón, y como un peligroso intruso para su nativo pueblo hebreo.
Según todas las apariencias, Moisés desvió su destino al cometer el homicidio, porque pasó los cuarenta años siguientes en lo más recóndito del desierto de Sinaí. Sin embargo, un encuentro sobrenatural con Dios tornó su desilusión en una cita divina. Moisés demostró fidelidad al llamamiento del Señor, y ésta le ayudó a desafiar el poderío de Faraón y a cambiar el curso de la historia.
Pedro fue el primer discípulo en reconocer la deidad de Cristo y el único hombre que nosotros conocemos en la Biblia, aparte de Jesús, que caminó con éxito sobre el agua.
No obstante, traicionó a su Señor abierta y descaradamente en Jerusalén, en el patio del sumo sacerdote, y lloró tan amargamente como Judas Iscariote, el otro traidor del Señor.
¿Qué hizo que Pedro fuera diferente a Judas? Ambos hombres traicionaron a Cristo: Judas en secreto y Pedro en público.
Uno se ahorcó colgándose de un árbol solitario, el otro llegó a predicar el primer sermón de la historia de la iglesia ante millares de judíos devotos en las abarrotadas calles de Jerusalén en el día de Pentecostés.
El enemigo trató de “zarandear” a Pedro usando contra él sus fracasos ocasionados por su orgullo, pero Pedro miró más allá de su fracaso y traición a Jesús; y el Señor transformó su desilusión en una “cita con Dios”. Eso cambió la vida de Pedro y puso en movimiento el nacimiento de la iglesia.
Satanás utilizó la inseguridad y codicia de Judas en un esfuerzo por interrumpir la misión de Jesús y el nacimiento de la iglesia, pero fracasó. Parece que Judas sintió remordimiento por su traición a Jesús, pero la Biblia no nos dice que se haya arrepentido o que le haya pedido perdón al Señor. Al final se suicidó, y murió en el pecado y la vergüenza.
Por otra parte, Pedro buscó el rostro de Dios con relación a sus propios fracasos. Su cita divina con el Cristo resucitado lo cambió tanto que, según la historia de la iglesia, Pedro murió por Cristo en una cruz. Sin embargo, sintió que él era indigno de morir exactamente como su Maestro, y pidió a sus verdugos que lo crucificaran cabeza abajo.
Pedro permaneció fiel a su Señor, incluso después de haberle fallado. Por la gracia de Dios, la fidelidad de Pedro alteró su destino y tornó su desilusión en una “cita divina”
La fidelidad base para la victoria.
No importa cuántas veces sea derribado a la lona en su jornada de servicio, si la fidelidad lo ayuda a mantenerse firme en su propósito, y vuelve a levantarse una vez más, ¡entonces usted ha ganado la pelea!. Este ingrediente del servicio es un requisito obligatorio para una dirección exitosa en la iglesia.
Una vez oí decir a Jaime Buckingham: “He decidido dejar de levantar a líderes defraudados, porque por definición, si son líderes y tengo que levantarlos y volverlos a motivar, entonces ellos no van a tener éxito. Tienen que levantarse ellos mismos y ceñirse al propósito de lo que han sido llamados a hacer”.
La letra de la ley puede crear sólo un documento legal obligatorio; pero es la fidelidad y la lealtad del amor lo que mantiene a un matrimonio unido. La mayoría de las parejas que han estado casadas durante veinte años o más nos dirán que tienen más intimidad hoy que la que tenían el día que dijeron: “Sí, acepto”.
Han sobrevivido las inevitables presiones de la desilusión y del fracaso que han de experimentar dos humanos en una relación matrimonial. La fidelidad y la lealtad al compromiso matrimonial han permitido que la presión de la adversidad los una aún más, y hacen que los cónyuges sostengan el propósito de su unión el suficiente tiempo para que Dios los haga uno.
Funciona de igual manera en la iglesia, la cual es un conjunto de personas radicalmente diferentes todas agrupadas en un organismo sobrenatural unidos por el amor a Dios. Necesitamos la fidelidad para mantenernos unidos en Cristo según nos adecuamos unos a otros. Al final el fuego y la gracia de Dios nos hace uno y glorifica a Aquel que lo hizo todo.
Dios nos ha llamado a servir a nuestra familia, a nuestra iglesia, a nuestros vecinos y a los perdidos tanto en nuestro país como en el extranjero. Recuerde que si somos fieles, entonces las desilusiones que experimentemos por el camino, sencillamente proporcionarán la presión necesaria para conducirnos a una cita divina con Dios.
El apóstol Matías, no fue escogido por su habilidad como predicador, ni por los milagros poderosos, ni por sus enseñanzas profundas, ni por su destreza profética. El reemplazante de Judas fue elegido por su fidelidad. Matías fue, sobre todo, un fiel testigo y un siervo de Cristo.
En la esfera de nuestra fidelidad a un Dios fiel, la retirada no es ninguna derrota, y el fracaso no lo es para siempre. Son sencillamente oportunidades para que sea revelado el poder de Dios por medio de nuestras debilidades y para que nuestras desilusiones se tornen en citas divinas que nos unan a Él.
Tomado del libro:El secreto de Dios para la grandeza
Editorial: Unilit