Es una predisposición a experimentarse como competente para afrontar los desafíos de la vida y como merecedor de felicidad.
Este tema tiene una enorme importancia ya que de la valoración que haga de sí mismo dependerá de lo que juzgue posible hacer en la vida y el protagonismo que adopte en ella. Además condiciona el proceso de desarrollo de sus potencialidades y también la inserción de la persona dentro de la sociedad.
La personas no nacemos con un concepto de lo que somos, sino que este juicio se va formando y desarrollando progresivamente en la medida en que nos relacionamos con el ambiente, mediante la interpretación de las experiencias físicas, psicológicas y sociales durante nuestro desarrollo.
Es decir, la autoestima es algo que se aprende y, como todo lo aprendido, es susceptible de cambio y mejora a lo largo de toda la vida.
Este concepto se va formando a temprana edad y está marcado por dos aspectos: • Por el autoconocimiento que tenga la persona de sí, es decir, del conjunto de datos que tiene la persona con respecto de su ser y el juicio sobre estos.
• Por los ideales a los que espera llegar, es decir, de cómo a la persona le gustaría o desearía ser. Esto se ve fuertemente influenciado por la cultura en que se está inserto.
En el ideal que cada persona tiene de sí mismo, se encuentra el modelo que la persona tiene que enfrentar, enjuiciar y evaluar. El ideal de sí mismo le imprime dirección a la vida.
Si ambos aspectos se acercan, la autoestima será cada vez más positiva.