Existen muchas razones (disculpas) para no escuchar. Estamos cansados o distraídos con otras preocupaciones, o simplemente no estamos interesados en lo que la otra persona está diciendo, entonces la “desenchufamos”.
Cierta ocasión mi esposa me hizo esa misma pregunta y le respondí. “Si, yo te escuché”, pero la verdad es que, aunque la hubiese oído, yo no la estaba escuchando.
Existe diferencia entre oír – percibir los sonidos – y escuchar. A menos que sea portador de deficiencia auditiva, no puede oír sonidos. Escuchar, es otra cosa.
Es el acto consciente, no apenas de recibir ondas sonoras, sino también de interpretar los impulsos nerviosos enviados al cerebro, es decir, oír es la respuesta involuntaria a los ruidos: escuchar es la actividad voluntaria, que puede ser considerada también como un acto de gentileza y respeto.
Por ejemplo, un colega de trabajo reclama o le cuenta sobre alguna circunstancia que le está causando sufrimiento personal y usted está ocupadísimo con un proyecto.
Pero si tiene alguna consideración con esa persona, va a optar no solo por oír, sino también por escucharla, aunque sea por un corto periodo de tiempo. Lo mismo se aplica a situaciones en casa, cuando el conjugue o los hijos quieren conversar sobre alguna cosa que consideran importante.
¿Usted solo “oye” lo que fue dicho y, en verdad, los ignora y se concentra en otros asuntos?. ¿O coloca tales asuntos de lado, el tiempo suficiente para escuchar verdaderamente, pensar sobre lo que está siendo compartido y responder de forma apropiada?
Oímos hablar mucho sobre la importancia de la comunicación en el ambiente de trabajo, escribimos y leemos memoranduns e e-mails y relatorios, observamos reglas sociales con relación a los recados dejados en la contestadora telefónica y hacemos presentaciones eficientes. Con todo eso, raramente gastamos tiempo con lo que llamamos de “la bondadosa arte de escuchar”. El libro de Proverbios ofrece valiosa comprensión:
• Escuchar capacita para llegar al “fondo del problema”. Generalmente los problemas que surgen en el trabajo son síntomas, la punta del “iceberg”. Resolverlos requiere que se vea “la historia por detrás de la historia”, y no hay mejor forma de llegar ahí de que escuchando. “Como aguas profundas es el consejo en el corazón del hombre: mas el hombre entendido lo alcanzará” (Proverbios 20:5)
• Escuchar ayuda a evitar calamidades. A veces sentimos que no existe nada más importante de lo que tenemos para decir. Por eso, si gastamos mas tiempo hablando y no escuchamos lo suficiente, podemos dejar de escuchar avisos urgentes que son emitidos. “El sabio de corazón recibirá los mandamientos: mas el loco de labios caerá.” (Proverbios 10:8)
• Escuchar nos prepara para recibir la corrección necesaria. A todos nos gusta más la aprobación que la corrección, pero a veces, la cosa más sensible y educada que alguien puede hacer es ofrecer una crítica constructiva, confiando que lo que fue dicho busca nuestro bien. “Como zarcillo de oro y joyel de oro fino, es el que reprende al sabio que tiene oído dócil.” (Proverbios 25:12).
• Escuchar nos capacita a responder de forma apropiada. Frecuentemente las personas comparten sus sufrimientos con nosotros, simplemente porque desean saber que hay alguien a quién le importa y también para que les asegure que todavía hay esperanzas.
Si separamos tiempo para escuchar, podremos se capaces de responder con palabras adecuadas para el momento. “El cuidado congojoso en el corazón del hombre, lo abate; mas la buena palabra lo alegra” (Proverbios 12:25).
Siendo así, la próxima vez que alguien le diga alguna cosa, intente hacer más que simplemente oír lo que está diciendo. Intente también escuchar. ¡Lo que se recibe a través de los oídos puede abrir nuestros ojos!