Ministerio en el Espíritu según el apóstol Pablo.
¡Ay de los que descienden a Egipto en busca de ayuda, de los que se apoyan en la caballería, de los que confían en la multitud de sus carros de guerra y en la gran fuerza de sus jinetes, pero no toman en cuenta al Santo de Israel, ni buscan al Señor!
Isaías 31.1
Todo el programa de acción de Dios es reconciliar a una humanidad orgullosa y rebelde con él. Su plan, dice Pablo, es elegir líderes improbables de modo que no haya dudas de que es Dios el que está obrando. Es lo divino actuando de incógnito; Dios escondiéndose en lo débil para ofender al orgullo humano tan ofensivo al santo Dios.
Todo aquél que se acerque a Dios, debe hacerlo con humildad, con agradecimiento, reconociendo que Dios ha misericordiosamente reemplazado la muerte que proviene del orgullo por una vida que emerge del Espíritu de Dios.
El secreto del éxito de Pablo en cuanto a su liderazgo no se encontraba, por consiguiente, en ciertas conductas específicas, o en su carácter excepcional o en técnicas especiales. La eficacia de Pablo era cosa de Dios. Dios se movía en el ministerio de Pablo.
Cuando apareció Pablo, Dios escogió aparecer en la presencia poderosa de su Espíritu Santo.
Pablo estaba totalmente consciente de cuál era el secreto de su éxito: “No me atreveré a hablar de nada sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para que los gentiles lleguen a obedecer a Dios. Lo ha hecho con palabras y obras, mediante poderosas señales y milagros, por el poder del Espíritu de Dios.
Así que, habiendo comenzado en Jerusalén, he completado la proclamación del evangelio de Cristo por todas partes, hasta la región de Iliria” (Romanos 15.18-19).
Pablo entendía claramente por qué era tan efectivo. Él no podía establecer la “Escuela de Pablo sobre las siete leyes del liderazgo”. Los líderes tenían que conocer un solo principio: Dios está construyendo un reino con su humanidad y su universo reconciliados. Sólo Dios puede hacer tal cosa. Los esfuerzos humanos, en sí mismos, sin el poder de Dios, carecen de todo valor. Dios nos invita a unirnos a su tarea de construir este reino.
En las cartas de Pablo, cuando describe su liderazgo y su ministerio, éste es un tema de gran importancia: “Es más, me presenté ante ustedes con tanta debilidad que temblaba de miedo.
No les hablé ni les prediqué con palabras sabias y elocuentes sino con demostración del poder del Espíritu, para que la fe de ustedes no dependiera de la sabiduría humana sino del poder de Dios” (1 Corintios 2.3-5).
En caso de que pensemos que esto se aplicaba a Pablo solamente y no a nosotros, recuerden cómo describe él todo ministerio, y por consiguiente, todo liderazgo, como dependiendo de los dones y del poder del Espíritu:
Ahora bien, hay diversos dones, pero un mismo Espíritu. Hay diversas maneras de servir, pero un mismo Señor. Hay diversas funciones, pero es un mismo Dios el que hace todas las cosas en todos. A cada uno se le da una manifestación especial del Espíritu para el bien de los demás.
A unos Dios les da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otros, por el mismo Espíritu, palabra de conocimiento; a otros, fe por medio del mismo Espíritu; a otros, y por ese mismo Espíritu, dones para sanar enfermos; a otros, poderes milagrosos; a otros, profecía; a otros, el discernir espíritus; a otros, el hablar en diversas lenguas; y a otros, el interpretar lenguas.
Todo esto lo hace un mismo y único Espíritu, quien reparte a cada uno según él lo determina. De hecho, aunque el cuerpo es uno solo, tiene muchos miembros, y todos los miembros, no obstante ser muchos, forman un solo cuerpo. Así sucede con Cristo. Todos fuimos bautizados por un solo Espíritu para constituir un solo cuerpo -ya seamos judíos o gentiles, esclavos o libres-, y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.
(1 Corintios 12.4-13)
Las frases se van apilando para recordarnos que el ministerio y la obra efectiva para Dios no se originan en nosotros sino que son “por el Espíritu”, “por medio del Espíritu”, “en el Espíritu”, debido al Espíritu de Dios. Todo orgullo humano en nuestros logros se estrella contra las rocas de esta realidad espiritual. El mundo y todos los que en él se encuentran están en un estado caótico.
La única ayuda real y verdadera proviene de lo alto. Sólo cuando nos unimos a lo que Dios está haciendo a través de su Espíritu estaremos verdaderamente sirviendo a Dios y sus propósitos. Somos vasijas muy afortunadas de haber sido elegidas para la tarea. Fuimos tomados del anaquel en el que nos encontrábamos y se nos empleó para servir a Dios.
Tomado del libro: Liderazgo con poder
Editorial: Pataos