Una importante ley en la reproducción del liderazgo envuelve “el principio de la instrucción”. Los escritores Warren G. Venís y Burt Nanus, en su libro “Leaders: Strategies For Taking Charge” (Líderes: Estrategias Para Asumir el control), comienza con la afirmación: “Liderazgo es una palabra que está en la boca de todos.
El joven lo ataca, el anciano lo extraña; los padres lo perdieron; la Policía lo busca; los técnicos lo reivindican; los artistas lo desprecian; los estudiosos lo quieren; los burócratas fingen que lo tienen; los políticos quieren tenerlo.”
Cuando Ulises partió a la guerra de Troya, dejó a su hijo bajo los cuidados de un sabio llamado Mentor, que quedó encargado de enseñarle sabiduría. A lo largo de los siglos, la palabra “mentor” adquirió el significado de “tutor, sabio y responsable”. Mentor es un líder con experiencia que aconseja, guía, enseña, inspira, desafía, corrige y sirve de ejemplo.
Un versículo del libro de Proverbios podría ser aplicado a la relación de mentoreado: “Hierro con hierro se aguza; y el hombre aguza el rostro de su amigo.” (Proverbios 27:17). Esta especie de relación de enseñanza y desarrollo es tanto horizontal como vertical.
Requiere envolvimiento personal y cambio mutuamente benéfico entre dos personas. La Biblia, guía relevante y práctica para el siglo XXI, ofrece varios ejemplos excelentes de esa relación educativa: Bernabé y Paulo, Paulo y Timoteo, Moisés y Josué, Elías y Eliseo, son solo algunos.
En cada uno de esos intercambios “persona a persona” hay algunos elementos en común: (1) entrenamiento en situaciones de vivencia; (2) hablar y enseñar cuando el oyente esté listo para recibir instrucción; (3) mostrar a través del ejemplo, en la medida en que el mentor indica el camino y establece el ritmo de marcha, en las circunstancias de la vida real.
La palabra popularmente dicha para designar “instrucción” en el mundo empresarial y profesional es “entrenamiento”. Personalmente, prefiero la idea de “servir de ejemplo”, ya que ella se refiere a la representación apropiada para ser imitada.
Seguir o imitar un líder debe surgir como resultado de la presentación por parte de esa persona, de un carácter admirable, excelencia, dignidad y pasada aprobado, tanto profesional como personalmente.
Escribiendo sobre tales loables líderes, el escritor y locutor Chuck Swindoll ofrece esta perspectiva: “Estas raridades son guías, no dioses.
Son líderes accesibles y preocupados, que nos ayudan a negociar nuestro camino a través del laberinto de la vida, sin gritar o imponerse. Mentores saben como empujarnos, sin insultarnos, animarnos sin adularnos, hacernos pensar, sin exigir a cambio sus respuestas; libertarnos sin abandonarnos.
Ellos siempre están disponibles aunque estén a kilómetros de distancia. Se tornan compañeros invisibles, susurrando esperanza y reprensiones a lo largo de la jornada rumbo a la excelencia.”
Durante el tiempo que estuvo en la Tierra, Jesucristo mentoreó tan eficazmente un puñado de hombres, que Su misión continúa hasta hoy, con millones incontables de seguidores. Él les dijo: “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando luego las redes, le siguieron.” (Mateo 4:19-20).
Por su carácter y ejemplo Jesús demostró ser digno de ser seguido.
Robert D. and Robert L. Foster. Publicado con la autorización de “Take Three on Monday Morning” (TTOMM), escrito y publicado por Robert D. and Robert L. Foster. Preguntas y comentarios para 29555 Goose Creek Rd, Sedalia, CO 80135, o lostranch@aol.com - Traducido por Alicia Gonzales Lemos.