Usted debe dar crédito a ese hombre, porque al menos él fue honesto. Él confirmó lo que todos nosotros sabemos: no importa cuanto (o cuan poco) se tenga; siempre existe la tentación de ansiar “un poquito más”.
Sería lógico que hubiese un punto en que alguien, especialmente si es muy rico, fuera capaz de decir: “Está bien. Es lo suficiente.” Tengo todo lo que necesito y no tiene sentido luchar para tener más.” Nunca encontré alguien que dijera eso y fuera sincero. ¿Usted ya encontró?
Hay una palabra muy sencilla para este problema: codicia. Ciertamente este fue el factor presente en los escándalos éticos largamente explotados por la publicidad, involucrando algunos de los más importantes ejecutivos del mundo.
Atletas profesionales firman contratos increíblemente altos, solamente para expresar su frustración, pues luego descubren que su rival está ganando un sueldo mayor.
Sin embargo, la codicia no tiene límites sociales, culturales o económicos. No es necesario ser fabulosamente rico para ser controlado por la codicia. Trabajamos duro, recibimos promociones y aumentos de sueldo y nos sentimos contentos.
Pero eso dura un día, o quizás una o dos semanas. Después, imaginamos como sería ganar más dinero. Comenzamos a murmurar a nosotros mismos o a otros que no somos apreciados. O entonces, comenzamos a buscar otro empleo, uno que nos pague “lo que merecemos”. La codicia es un círculo vicioso que nunca para de crecer.
¿Cuales serían algunas de las consecuencias de la codicia descontrolada? Considere las siguientes observaciones del antiguo pero siempre contemporáneo libro de Proverbios:
. La codicia devalúa la vida en vez de edificarla. Cuando el “más” se transforma en un deseo consumidor, puede perderse contacto con la realidad. Muchas de las alegrías de la vida, aquellas que no pueden ser medidas por valores monetarios, pueden perderse en medio a la incesante búsqueda por bienes materiales.
“Tales son las sendas de todo lo que es dado a la codicia, la cual prenderá el alma de sus poseedores” (Proverbios 1:19).
. La codicia destruye relaciones. ¿Que valor usted atribuiría a una sonrisa amorosa, un saludo efusivo, un abrazo confortante o íntimo? Cuando nos permitimos ser oprimidos por la codicia y la búsqueda de “apenas un poquito más”, podemos no estar disponibles para recibir esos presentes que no tienen precio. “Alborota su casa el codicioso: mas el que aborrece el soborno vivirá” (Proverbios 15:27).
. La codicia distorsiona el objetivo. La persona codiciosa pierde horas de sueño maquinando como sería adquirir más, mientras que deja de apreciar las alegrías y ventajas de dar, en vez de recibir. “Hay quién todo el día codicia; pero el justo da, y no detiene su mano” (Proverbios 21:26).
. La codicia decepciona al final. Después de la muerte del hombre, que admitió querer “solo un poquito más”, le preguntaron a su consultor financiero cuanto el rico industrial había dejado.
Respuesta: “Él dejó todo!” Si no podemos llevar nada con nosotros. Será que realmente vale todo el esfuerzo gastado para acumular tanto y apegarse a eso? “El Seol y el Abadón nunca se sacian; Así los ojos del hombre nunca están satisfechos” (Proverbios 27:20).
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Robert J. Tamasy es vicepresidente de comunicaciones de la Leaders Legacy, corporación beneficiente con base en Atlanta, Geórgia, USA. Veterano con mas de 30 años de trabajo en periodismo profesional, es coautor y editor de nueve libros, entre los cuales están: "The Heart of Mentoring: 10 Proven Principles for Developing People to Their Fullest Potential" (El Arte de Mentorear: 10 Principios Probados Para el Desarrollo Personal en Todo o Su Potencial", recientemente publicado. Traducción de Alicia Gonzales Lemos
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