"Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar" San Marcos 3:14.
No todos los que pasan junto a usted y solicitan de sus consejos o usted evangeliza, habrán de ser sus hijos espirituales. En verdad este es un misterio del cual sólo Dios es el dueño y exige mucha humildad. Habrá algunos que le acompañarán durante parte de su trayecto y luego le dejarán, por diversas razones.
Esto no debe ser motivo de decepción ni enojo por parte suya. Es necesario aprender a aceptar los caminos de Dios en cada ser humano. Toda vida es libre de escoger su destino. Sin embargo la elección y selección de sus discípulos es algo muy serio, que Jesús hizo en oración.
Probablemente ni usted ni yo vamos a escoger de una sola vez a nuestro doce, quizás haremos algunos intentos fallidos, pero con el tiempo se irá definiendo cuales son los verdaderos hijos que el Señor nos ha dado y en ellos concentraremos todo esfuerzo.
Dice el Evangelio que el Señor "Después subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él./ Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar,/ y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios" (San Marcos 3:13-15). Había una empatía y simpatía del Señor hacia esos hombres; sentía sus necesidades, tenía misericordia de sus almas, amaba sus vidas.
Si usted no logra tener empatía, ponerse en el lugar de sus seguidores, jamás podrá ser su padre y discipularles. Si usted no siente simpatía hacia ellos, tampoco podrán sus vidas tocar su corazón. La simpatía es una relación o reacción de dos elementos sin conexión aparente. En música, cuando una cuerda suena sin ser pulsada, sólo porque otra suena, se dice que es "simpática"; en medicina la simpatía se da cuando un mal se transmite de un órgano a otro.
La simpatía es la analogía o inclinación de una persona respecto de los sentimientos de otra. Hay personas con las cuales simpatizamos de inmediato, con otras debemos hacer un esfuerzo. La simpatía entre tutor y discípulo es imprescindible para que haya confianza y crecimiento.
Desde el inicio de su relación con los doce, Jesús tuvo muy claro su propósito: a) enviarlos a predicar; b) que tuviesen autoridad para sanar enfermedades; y c) que ejercieran autoridad sobre las tinieblas. Al llamar usted a alguien al discipulado debe realizar un diagnóstico de esa persona, evaluar sus capacidades, medir su nivel de fe, de amor, de paz, de esperanza, formarse una visión completa de sus problemas prácticos en la vida familiar, escolar y/o laboral.
Por otro lado es muy pertinente considerar los propios anhelos de la persona. En base a las expectativas de la obra, iglesia o ministerio, y a los propios caminos que el discípulo descubra, usted podrá hacerla marchar hacia su pleno desarrollo en Cristo.
No todos los discípulos son llamados al liderazgo, pero necesitamos siempre discípulos que tomen ese camino, haciéndose fieles y luego responsables de grupos de cristianos, las células o mesones. Sin metas claras, jamás podremos avanzar.
"Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas"
(Juan 12:46)