En promedio los habitantes de los países desarrollados de nuestros días, son más ricos que sus padres y sus abuelos, principalmente poseen más bienes y servicios que lo que jamás hubiesen soñado sus mayores.
Tienen casas más lindas, trabajos más modernos y mejor medicina. Sin embargo, mientras que los ingresos se han aumentado exponencialmente, en los países más ricos los ciudadanos no son más felices que sus abuelos.
En la actualidad hay técnicas para medir la felicidad y existe un enorme número de investigadores haciendo contribuciones. Alguien dijo “la felicidad es el único objetivo sensato para una sociedad atenta, así como para los individuos”. Los economistas y sociólogos de los países industrializados se preguntan: - ¿qué deberíamos hacer de forma diferente para ser más felices?
La evidencia de las investigaciones examinadas me sugiere dos cuestiones muy importantes. En primer lugar se demostró que las continuas comparaciones provocan un enorme daño psicológico y en segundo término, se afirma que la sensación de bienestar muchas veces está proporcionada por una posición de cierta importancia jerárquica (el hecho de estar más arriba).
Armonizando investigaciones de economía, psicología, sociología, filosofía y política, los estudiosos y sus voceros-que no son lo mismo- están tratando de crear una formula para entender la sociedad y mejorar las vidas.
La ciencia económica tradicional identifica la felicidad con el poder de compra, pero muchos profesionales creemos que esta definición no es acertada ya que la vida es más que la comida y el cuerpo que el vestido.
La vida en los países ricos es mucho más confortable, los ciudadanos tienen autos modernos, electrodomésticos sofisticados, calefacción, aire acondicionado, y van de vacaciones. Sin embargo, la gente que vive en los países ricos no es más feliz que la gente que vive en los países pobres, aún en las mediciones de los investigadores de la llamada “Economía de la Felicidad”, esto se explica generosamente con números muy claros.
No pretendo interpretar la felicidad como la ven los investigadores de aquellas latitudes, pero me parece que para ellos es como un estado de ánimo, una sensación que surge de tener lo que se desea. Es como una excitación indefinida que hace a las personas sentirse bien y por lo tanto se afanarán por experimentar su búsqueda de continuo. Por el contrario, la tristeza, es pesadumbre, melancolía, una sensación de sentirse mal por no tener, difícil de soportar.
Es obvio para aquellos que viven una vida abundante que esas sensaciones están influenciadas por factores del mundo espiritual, además de los componentes económicos, psicológicos y sociológicos. No obstante parecería que existe en los países más ricos una búsqueda constante por encontrar un diagnóstico y una solución para su gente. Invariablemente aparecerá un hallazgo que será inicialmente la prueba de laboratorio.
Luego se exportará, a veces sin querer, cuando el frasco ya tiene la fecha vencida.
Es necesario instalar la conciencia que los modelos no siempre se pueden traspolar de una sociedad a otra con los mismos resultados. Para mi, la mejor sociedad será aquella en la que los ciudadanos experimenten en conjunto la vida abundante, y no me refiero a la abundancia de bienes, aunque esto no tiene nada de malo.
Coincido en algunos aspectos con la teoría de la felicidad, según los valores que aprendí, donde “el bienestar de otra persona es tan importante como el mío propio”, este es un fundamento irrenunciable de nuestro guión de cabecera, celebro esta revelación desde un espacio intelectual.
Si queremos bienestar, está claro que necesitamos obrar en el concepto del bien común, el partimiento de los panes es la clave. Esto simboliza mucho más que compartir un mendruguito de pan el domingo en la comunión.
¿Se puede medir la felicidad? –Pues sí, por lo menos a nivel técnico han desarrollado una metodología que luce respetable, aún cuantitativamente. También se han realizado estudios neurológicos mediante el electroencefalograma, la resonancia nuclear magnética y la tomografía de emisión de postrones, que permite medir la actividad eléctrica de las zonas del cerebro donde se experimentan los sentimientos.
Hay muchas razones por la cual la economía está estudiando la teoría de la felicidad, nutriéndose de otras ciencias. En primer lugar, en algunos países ricos las cuestiones económico-financieras están en el centro del interés público. Basta el ejemplo de un canal de noticias que mientras informa paso a paso los sucesos de una guerra, al mismo tiempo actualiza la cotización de las acciones que cotizan en Bolsa.
Retomando conclusiones de la teoría, se especifica que sentirse feliz es beneficioso y deseable física y psíquicamente, ayuda la presión sanguínea y el ritmo cardiaco, además de dinamizar el ingenio motivador.
No obstante yo identifico un riesgo importante en la búsqueda de estímulos a la felicidad.
En un extremo estos móviles pueden impulsar a que la gente se acerque únicamente a aquello que le produce mayor agrado, alejándoles de todo lo que puede producir dolor, y la verdad es que en el mundo, tendremos aflicción.
También han comprobado científicamente que el bienestar no está directamente relacionado con la riqueza. Personalmente lo he verificado en mi actividad, conociendo banqueros y empresarios. Podría confirmar la descripción de los intelectuales y por supuesto la verdad bíblica; al echar un vistazo en personas especificas que han incrementado su estándar de gasto a lo largo de su vida sin que se vean avances confortadores.
Un Proverbio asegura que la prosperidad del necio los echará a perder.
Se estableció en estos ensayos que un PBI per cápita por encima de los 20.000 dólares, no garantiza una mayor felicidad. Una evidencia de este fenómeno es que la depresión, los ataques de pánico, la dipsomanía, la drogadicción, la violación, y las manifestaciones de búsqueda de placer, no han hecho otra cosa que crecer en los países ricos.
Si estos países están tan bien, - ¿por qué no son más felices sus ciudadanos?
A un conjunto de alumnos de la Universidad de Harvard se les preguntó qué preferían, si ganar 50.000 dólares al año y que los demás ganaran solo 25.000; o ganar 100.000 dólares al año y que los demás ganaran 250.000. La generalidad eligió la primera alternativa. Esta encuesta demostró varias cosas:
1) El dinero no solamente es un medio de pago que otorga capacidad de compra como presumía la economía tradicional, sino que funciona hoy día como un elemento de comparación con los demás
2) La posición que ciertas personas ejercen respecto a los otros se ha constituido en una fuente de satisfacción en sí misma.
3) No todo lo que viene de un país rico es deseable. Por ejemplo, la forma de ver la vida que tiene los estudiantes de esta encuesta.
Otra observación de un elemento que influye destructivamente, es la adaptación acelerada a poseer bienes materiales. Las personas se acostumbran rápidamente a la posesión de productos y servicios, y enseguida de tenerlos dejan de producirle satisfacción. En mi observación es así como se genera, un círculo vicioso disparado por la tentación consumista que bombardea las mentes a través de los medios.
En cambio, existen componentes espirituales que producen satisfacción permanente, no causan aburrimiento, pero tienen menos difusión, lamentablemente. Creo entusiastamente que los recursos existentes deben responder a una responsabilidad fiduciaria en cualquier área de la sociedad, de este modo pueden ser mucho mejor administrados y de manera mas transparente.
Otro ejemplo y moraleja: Una empleada de un famoso Banco de Inversión, en solo quince meses fue distrayendo periódicamente hasta casi 8 millones de dólares de las cuentas de dos inversores individuales muy acaudalados para los que trabajaba.
Ninguno de los dos inversores se dio cuenta sino la auditoria del banco, y eso ocurrió bastante tiempo más tarde. Este incidente valió para afirmar un concepto: el dinero adicional les resulta más displicente a los ricos que a los pobres, si parte del dinero de una persona rica pasara a una persona pobre, ésta última obtendría una felicidad mayor de la que perdería el rico, y el bienestar promedio de cualquier país aumentaría.
Por lo tanto, un país tendrá mayor nivel de felicidad media en términos económicos, cuanto más equitativa sea la distribución del ingreso, independientemente de este ejemplo poco feliz. Cualquiera diría, seguro que los que arribaron a esta conclusión son economistas de la CEPAL, o ciudadanos latinoamericanos o africanos. Pues no, así razonaron los técnicos que están trabajando en universidades e institutos de investigación privados, ellos son británicos y norteamericanos.
Fin de Primera Parte
PABLO TIGANI
MARANATHA USA
GRUPO DE ORACION
BUENOS AIRES ARGENTINA