Además del entorno biológico que excita nuestra propensión a obtener felicidad, existen cuestiones constitucionales como la edad, la apariencia física, el cociente intelectual y la educación.
Otras características parecen afectar la felicidad con mayor vigor como las relaciones familiares, la situación económica, el trabajo, la sociedad, los amigos, la salud, la libertad, los valores personales y la ética de vida.
Es mi intuición que la configuración intelectual también tiene una aguda acción que opera en forma mixta sobre la felicidad. Desde esta posición los seres humanos construyen o recogen metas para el futuro, pero si esas visiones están demasiado lejos-inclusive geográficamente-, se constituyen en quimeras y estas provocan desánimo e infelicidad, operando en forma opuesta al objetivo que persiguen los científicos y los prelados para la gente.
Yo me atrevo a adicionar que presentar una imagen deseable pero distante, suscitará esfuerzos desgarradores que finalizarán generalmente en naufragios. Mucho se ha hablado estos años sobre liderazgo, e inclusive se ha hecho excesivo énfasis en “motivación”, sin considerar la asignatura “frustración”, un elemento medular en el estudio de esta disciplina.
La frustración se diferencia del fracaso, ya que tiene una connotación pasajera, aunque muchas veces genera reacciones irascibles con consecuencias de magnitud.
En el otro extremo la frustración suele ser edificante, cuando prevalece la superación de las restricciones que la provocaron. Existen innumerables casos de empresarios con un sinnúmero de frustraciones antes de alcanzar el éxito. Antagónicamente a la frustración encontramos “el fracaso”, este actúa como constante y tiene un altísimo grado de profundidad en términos de infelicidad. Un modelo puede fracasar.
Esto implica el riesgo de transportarle a la gente y a las organizaciones de un país como el nuestro-Argentina-, incorrectos modelos ilusorios referidos a países ricos.
El punto es entonces la elección de los modelos. Copiar o repetir un concepto aprendido puede no estar mal, el problema es - ¿qué es lo que estamos copiando o que es lo que estamos reproduciendo?
La “teoría de la felicidad”, desde la ciencia ayuda un poco a entender por qué las cosas no van bien en aquellas sociedades mas ricas, por lo tanto podemos prevenirnos.
Dijimos que la salud, el PBI per cápita y las condiciones laborales han progresado en los países ricos, pero sin embargo la familia, la sociedad y los valores, se han estropeado.
Ciencia y tecnología mejoran y aceleran procesos, pero otras veces explican tendencias temerarias. Por ejemplo el cambio radical del rol de la mujer desde su incorporación al mundo del trabajo y con ello el alboroto de la estructura familiar, sin que la ciencia ni la sociedad hayan avanzado para adecuarse a este cambio fundamental. Las niñeras no han reemplazado a las mamas y sería deseable que ninguna alternativa cibernética reemplace a una esposa muy ocupada, pero ya está ocurriendo.
Las películas, las series, los entretenimientos han influido fuertemente en la vida social y se han introducido en la vida comportamientos violentos, prácticas sexuales no naturales, que permearon a países como el nuestro fuertemente en los últimos quince años.
Hoy día la mayoría de las series televisivas que provienen de países ricos, favorecen la aspiración a la opulencia en sus países, pero también en los países periféricos, creando todo tipo de consecuencias. Esto genera una percepción individual de auto detracción en algunos ciudadanos, y de inicio de carreras alocadas en otros, con consecuencias ruinosas en ambos casos.
Al incorporar figuras físicas estereotipadas, muchas mujeres sufren y otras se concentran en cuestiones menores para lograr objetivos irrelevantes, eso sin contar que muchos esposos se ven sofocados por causa de la provocación exhibicionista. Otros hombres de bien, cuya misión y país donde viven son diferentes al de sus modelos; son subyugados por “el efecto pasarela” de otras culturas y sin saberlo muchas veces lucen extravagantes en Sud América.
Es muy difícil que asumiendo portes de otras profesiones los gobernantes alcancen el respeto de los gobernados. Cuando la distorsión de nuestra forma de vida nos aleja del contexto, nos tornamos desubicados y la sociedad nos rechaza.
Paradójicamente “el progreso” ha desempeñado un rol importante en la decadencia de los países supuestamente mas avanzados del mundo y por derrame en la periferia imitadora.
Ciertos gobernantes y líderes bien intencionados, sin saberlo patrocinan el aislamiento y la competencia montaraz. El individualismo se ha constituido en una doctrina oficial en algunos países y se ha exportado como un dogma, alcanzando ribetes de fundamentalismo.
Este criterio que actúa en cualquier ámbito, básicamente se aprovecha de la ingenuidad de sus mismos maleteros, quienes mezclan y confunden aún sus bases fundamentales. Se han creado dos alternativas: un vacío moral abusivo o una alternativa moralista engañosa o doble moral, que crece y se perfila más peligrosa que la primera.
El individualismo y la exaltación del tener, estorban la vocación de servicio, ahogando el interés por el prójimo. A largo plazo esta pinza tiene consecuencias devastadoras para todos. No ignoramos que la solidaridad y a veces la aparente piedad están impulsadas por motivaciones equivocadas o son simple apariencia. El aplauso, la fama y también el deseo de obtener aprobación, muchas también veces actúan como motores de felicidad y auto realización.
A la pregunta ¿cómo hacer que la gente se sienta feliz?, el hombre de las encuestas respondió: “mejoren mi calidad de vida”. Los investigadores han determinado que la mayor felicidad es el principio rector de la política y el criterio apropiado para adoptar decisiones éticas. Por esa razón los líderes deben procurar el mayor bienestar de sus liderados, concediéndoles la misma estima y satisfacción individual que a sí mismo se dispensan.
En mi opinión la agenda introducida a través de modelos importados podría ayudar mucho si los investigadores y los comunicadores del mensaje tuvieran fundamentos éticos superiores, y si quienes tienen fundamentos éticos superiores tuvieran una formación más sólida. Dado que toda la teoría económica tradicional ha demostrado ser ineficaz para resolver los problemas del hombre, no deberíamos transigir en que países que viven bajo su influencia, incomprensiblemente nos manipulen nuestros fundamentos más sólidos.
La expresión medular de las economías de mercado es el libre intercambio de los bienes y servicios, no obstante para que el resultado de su articulación sea eficaz, según los manuales, deben cumplirse tres condiciones básicas:
1) El mercado debe ser realmente libre (pero no lo es)
2) Los compradores y vendedores deben tener la misma información (pero no la tienen)
3) El intercambio entre las partes no debe producir efectos indeseados sobre terceros (pero lo produce)
El bienestar debería medir la satisfacción media de una población globalizada y esto no es así en la práctica. Ochenta y nueve países se encuentran peor que a principio de 1990. La globalización de los mercados aumentó la brecha entre ricos y pobres. El auge de las comunicaciones no evitó que dos terceras partes de la humanidad nunca hayan realizado un llamado telefónico.
Un tercio de la población mundial no tiene acceso a la electricidad. Jeremy Rifkin, un economista norteamericano dijo que el mercado no lleva a una mayor distribución de la torta económica entre todos, sino a un juego en el que un solo ganador se lleva todo. Hasta ahora el instrumento oficial de medida utilizado por los economistas es la renta per cápita-economía tradicional-, y solo sirve para dar una idea del poder adquisitivo promedio de los habitantes de un país.
Los investigadores de la teoría de la felicidad, no los clérigos dicen que; para medir francamente el bienestar, la renta per cápita debería incluir al menos cinco características:
1) La desigualdad (los ingresos suplementarios importan más a los pobres que a los ricos),
2) Los efectos externos
3) Los valores
4) La aversión a la pérdida
5) El comportamiento incoherente
Entonces, “necesitamos una revolución académica en todas las ciencias sociales” dicen los que se proponen entender las causas de la felicidad. “También necesitamos una revolución en el Gobierno”. La felicidad debería convertirse en un objetivo político, y el progreso de la felicidad nacional debería medirse y analizarse tan estrechamente como el crecimiento del PBI”. Lo dicen trabajando y pensando en sus países, y no en los nuestros, claro.
-¿Tomaremos la dirección de guías ciegos?- De ninguna manera.
Podemos entonces dejar que la influencia de estas corrientes que ya entraron en otros países en el ámbito espiritual nos aborde a nosotros y, sin quererlo ni percibirlo aún se convierta en creencias que nos conduzcan a sus modelos.
“Todos deseamos tener un estatus social alto y, de hecho, las personas con mayor estatus viven más tiempo y son más felices”. Esto afirman los economistas y sociólogos que investigan o los comunicadores que los exaltan.
Durante los últimos quince años hemos visto operar una cultura donde los premios se adjudican solo por producción o resultados, reduciendo de esta manera la motivación altruista, al limitarla solo a un incentivo de concepción mercantilista. Como consecuencia se han dañado muchas vocaciones y confundido las motivaciones.
La publicidad que incita a consumir sin parar entró en lugares insólitos y favoreció el exceso de trabajo-en el mejor de los casos- pero claramente lo hizo en detrimento de la propia familia y de los servicios piadosos.
La rivalidad competitiva que ya está metida en nuestros ámbitos, es un elemento cultural medular de las sociedades de los países más ricos, no permitamos que persista y no demos lugar a nuevas confusiones importadas de países ricos con ciudadanos desdichados y un liderazgo escandaloso.
En síntesis, me parece que la cuestión central que deberíamos procurar es, crear un estado de equilibrio entre lo que significa estar abiertos, pero a la vez no disminuir los requisitos de nuestros fundamentos.