TODOS NACEMOS CON LA CAPACIDAD DE SOÑAR
En los primeros años de vida esto es muy usual, es común ver cómo los niños sueñan.
Dios me ha bendecido con dos hijos varones. El mayor se llama Sebastián y tiene diecisiete años, luego le sigue Matías de quince y por último Dan con once. A pesar que el tiempo transcurrió aún conservo recuerdos muy hermosos de cuando eran pequeños.
Si cierro mis ojos puedo verlos el día del parto, cuando nacieron, como estaban arrugados y colorados; recuerdo sus primeras palabras y lo tambaleante de sus primeros pasos. Mi esposa y yo a veces tergiversamos algunas palabras recordando la forma en que ellos la pronunciaban cuando eran chicas.
Pero recuerdo un hecho que por ese entonces me hizo reflexionar. Cierta vez uno de mis hijos estaba junto a mi jugando con un carrito, mientras yo me dedicaba a preparar el sermón del día domingo. Él estaba sumamente entretenido, se podría decir absorto en su mundo.
Llevaba al auto de un sitio a otro con rapidez y lo hacía acompañando el andar con un fuerte sonido que imitaba el ruido de un motor encendido. De repente observé que el auto despegaba sus ruedas del piso y seguía su trayectoria por el aire. Bajo mi óptica de adulto quise corregirlo lo miré y le dije:
-Hijo, los autos no vuelan.
A lo que él me respondió con mucha naturalidad:
-papi, el mío si.
Y continuó jugando tranquilamente.
Algo nos ocurre cuando crecemos, entramos al mundo de los adultos, y si las cosas no son razonables, entonces pensamos que no pueden ser ciertas. ¡Qué error! Ese día quise enseñarle a mi hijo, sin embargo, él me enseño a mí.
Días atrás hablaba con uno de los líderes de mi iglesia y justamente la conversación era acerca de los sueños. Coincidíamos en pensar que la persona que sueña muchas veces se les dice que tienen la cabeza en las nubes, en algo completamente irreal. Por tal motivo lo más común es exhortarla a que baje a la realidad y coloque sus pies "sobre la tierra". ¿No será que esto nos vuelve seres completamente dirigidos por lo que vemos y planeamos? Si es así, los sueños quedan excluidos, ya que no pertenecen a esa categoría.
EXISTEN ALGUNOS OBSTACULOS QUE HAY QUE SORTEAR
EL PASO DEL TIEMPO
El transcurso del tiempo puede ser un gran aliado o un poderoso enemigo, depende de las circunstancias que o rodean. Por ejemplo, cuando se esta recuperando de una enfermedad el paso de los días suele ser visto de forma muy positiva. Cada día que transcurre, las aflicciones y malestares del cuerpo se van trasformando en marcada mejoría s, entonces el arribo de cada día es aguardado con expectativa; pero si el paso del tiempo solo indica un mayor alejamiento de lo que estamos deseando, entonces puede resultar no solo frustrante, sino demoledor.
Cada soñador se enfrenta a esta prueba, y dependerá de la madurez de cada uno la respuesta a dicho periodo. Puede ser que los días se conviertan en meses y los meses en años. En el caso de José, transcurrieron más de veinte años para ver su sueño hecho realidad, cada año parecía alejarlo de su meta. Sin embargo, un día llegó.
Es sabido que la materialización del sueño no se logra de forma rápida, se tiene que atravesar por largos períodos de espera. Esto tiende a desgastar la esperanza, la prolongación del tiempo sin ver los resultados anhelados derriba hasta al más fuerte. El tiempo erosiona la pasión de los primeros momentos.
En esa etapa se corre el sueño de abortar el sueño. Así como un día el sueño se gestó en el corazón del hombre, otro día puede abortarse.
Plante su sueño y espere. Una buena cosecha requiere una buena semilla, buen abono y riego constante. También es obvio que quien cultiva la tierra se impaciente frente a la semilla sembrada y grita con todas sus fuerzas: " ¡Crece, crece y crece ahora mismo!".
Leí acerca de un árbol llamado bambú que crece en Japón. Algo muy curioso sucede con él, de modo que lo transforma en no apto para impacientes, ya que el que siembra la semilla, la abona y se ocupa de regarla constantemente, durante los primeros meses no percibe nada apreciable. En realidad durante los primeros siete años la semilla no crece, a tal punto que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles. Sin embargo, durante el séptimo año, en un periodo de solo seis semanas, la planta de bambú crece más de treinta metros, a razón de un metro por día.
¿Tardó solo seis semanas en crecer? No. La verdad es que se tomo siete años y seis semanas para desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que tendría después de siete años.
Sin embargo, con nuestros sueños tratamos de encontrar soluciones rápidas, sin entender que la realización de los mismos es simplemente el resultado del crecimiento interno y que de forma inexorable requiere tiempo. Quizás por la misma impaciencia, cuando aspiramos a resultados a corto plazo, abandonamos súbitamente, justo cuando ya estábamos a punto de conquistar la meta.
Es tarea difícil convencer al impaciente demostrándole que solo llegan al éxito aquellos que luchan de forma perseverante y saben esperar el momento adecuado.
De igual manera es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creeremos que nada está sucediendo.
Y esto puede ser extremadamente frustrante.
En esos momentos recordemos que a muchas personas les pasa lo que a nosotros y neguémoslos a bajar los brazos, a abandonar por no "ver" el resultado que esperamos, si nos hemos animado a soñar hay un proceso de preparación en nuestro interior que nos está haciendo madurar y crecer por dentro para el maravilloso día en que el sueño se haga realidad. El triunfo no es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación. Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia.
FALTA DE INTEGRIDAD
Lo único que puede alejarnos del sueño es el pecado, porque cuando fallamos nos salimos del plan de Dios y de esta forma caminamos lejos de Dios. Sin su presencia en nuestra vida se acaban los sueños.
El soñador será visitado por la tentación, no podemos evitar que la misma golpee nuestros pensamientos, pero sí podemos elegir la manera de responder a ella. Si recordamos la vida de José veremos que él tuvo que superar la prueba de lamentación.
Cuando se encontraba trabajando de sirviente en la casa del gobernador de Egipto, la esposa de este comenzó a perseguirlo y acosarlo para que durmiera con ella. La respuesta de José fue muy contundente: huyó. Ni siquiera se detuvo a dar explicaciones, se fue. Hay momentos en que la misma circunstancia nos obliga a tomar decisiones, no es tiempo de hablar si no de actuar.
Dios no nos pide perfección pero sí requiere integridad, la calidad de ser uno y no tener falsedades; ser uno tanto en la casa, en el trabajo, en el vecindario, en alguna fiesta con amigos, en la iglesia, ser el mismo en todos lados.
La integridad se relaciona con lo que somos realmente, la imagen solo habla de lo externo.
En cierta ocasión se encontraba sentado en su oficina un abogado el cual estaba aguardando su primer cliente. Al escuchar que la puerta se abrió, rápidamente levantó el teléfono y trató de demostrar que estaba muy ocupado.
El visitante pudo escuchar al joven abogado decir: <
El Rey Salomón expresó: <
Podemos engañar a muchas personas con nuestras máscaras pero siempre habrá alguien que sabrá quienes somos en realidad. Dios todo lo ve. Es importante entender que la imagen es lo que las personas piensan que somos, pero la integridad es quienes somos realmente. ¿Imagen o integridad?