La importancia de hacer decisiones apropiadas está ilustrada en las vidas de los hijos de Israel en Cades Barnea.
Al acercarse al punto que requería una decisión, comenzaron a dudar. Los siguientes factores lo influenciaron para tomar la decisión equivocada y pagar un precio muy grande por el error.
1. Sus circunstancias hicieron que los israelitas tomaran decisiones equivocadas.
Las ciudades fortificadas y los gigantes le dieron al pueblo de Dios el complejo de “langostas”. Se sentían pequeños, insignificantes, sin poder y frustrados. ¿Por qué? Porque miraron a Dios a la luz de sus circunstancias en lugar de las posibilidades.
Fueron más influenciados por el tamaño de los hombres que por el tamaño de Dios. El río Jordán no era barrera que les impedía llegar a Canaán. Los impedimentos que los asustaban iban más allá del Jordán.
Cometieron un error drástico al tratar de manejar los problemas del mañana junto con los de hoy. No era la dificultad de hoy que influenció para la decisión incorrecta, sino los problemas anticipados del mañana que les trajeron la derrota.
¡Cuán cierto es esto en nuestras vidas también! ¿Cuántas veces una decisión equivocada ha sido el resultado de traer las dificultades imaginarias del mañana a la situación de hoy? La carga se vuelve asombrosa. Las respuestas negativas comienzan a salirse completamente fuera de proporción. Se produce el pánico, y se toman decisiones equivocadas, decisiones que determinan nuestro destino.
2. La influencia negativa de los diez espías impidió a los hijos de Dios experimentar lo mejor para sus vidas. Hubo diez hombres que dijeron: “No se puede hacer”; hubo otros dos hombres que dijeron: “Somos realistas, ¡conocemos los hechos!
Diez hombres que impidieron a miles de personas encontrar la perfecta voluntad de Dios para ellos. Diez hombres fueron más obstáculo a los hijos de Israel que diez ciudades fortificadas del tamaño de Jericó.
Los enemigos del pueblo de Dios no fueron hititas, los amalecitas o los jebuseos. Los enemigos de Dios fueron diez hombres que dijeron, “No podemos hacerlo; no hay forma de obtener la victoria”.
¿Qué fue lo que impidió a los israelitas ir a Canaán? ¿El duro corazón de Faraón? ¿El mar rojo? ¿La falta de comida en el desierto? ¿El río Jordán? ¿Los muros de Jericó? ¡Absolutamente no! Simplemente diez hombres que tenían influencia y la utilizaron mal.
No se necesita una multitud grandiosa de gente para limitar a Dios. Simplemente un cristiano que no se rinde puede ser el que haga fracasar a miles sin Cristo. Un miembro que no perdona puede congelar un avivamiento.
Un par de miembros de una junta que tengan fe y visión pueden impedir una gran obra que Dios quiere hacer en una iglesia en particular. Diez hombres negativos hicieron llorar a miles y les cortaron las bendecidas promesas de Dios.
3. La falta de voluntad de pagar el precio era otro factor que produjo que los israelitas tomaran la decisión equivocada.
En cada gran tarea debe pagarse un precio. Cuanto más grandiosa la causa, mayor es el costo. Los hombres y mujeres que han logrado mucho han sacrificado mucho.
Las iglesias que han crecido son iglesias que han gemido. No damos nada, nada recibimos. No se llora, no se cosecha. No hay duda que el precio a pagar por entrar a Canaán pesaba grandemente sobre la mente de cada persona. Si entraban a Canaán, su seguridad iba a estar amenazada.
Cometieron el mismo error con respecto a la seguridad que algunos de nosotros hacemos hoy en día. Pensaban que la seguridad era no tener que confrontar las batallas de la vida. La única seguridad para el creyente no se encuentra en evitar las batallas, tentaciones y problemas, sino en estar en la perfecta voluntad de Dios. Los hijos de Israel hubieran estado más seguros peleando contra los gigantes en Canaán que andando por el desierto.
Era el tiempo para que los israelitas crecieran y pagaran el sacrificio por la victoria como si la victoria dependiera de ellos, pero descansando en Dios como que Él solo podía traerles la victoria. Hasta ese momento Dios había hecho muchos milagros sin pedir a sus hijos que pagaran el precio. Ahora la situación iba a tener que cambiar. La victoria requería dos cosas esenciales: el trabajo de los hijos de Dios y los milagros de su Dios.
Las ciudades del Jordán iban a ser conquistadas únicamente cuando las plantas de los pies de las personas tocaran el territorio. Los muros iban a caer únicamente luego de que los hijos de Dios marcharan. Para cada bendición había que pagar un precio.
Los hijos de Israel miraron a sus circunstancias. Fueron influenciados por diez hombres negativos que priorizaban la importancia de los problemas. Decidieron que no iban a poder pagar el precio. Así que hicieron su decisión: eligieron quedarse en el desierto. Durante cuarenta años anduvieron, sin llegar a ninguna a parte, logrando nada. Nada de tierra nueva. Nada de leche y miel. Nada de gritos de victoria. ¡Simplemente andar!
Toda persona que tenía más de 20 años en aquel momento, con excepción de Josué y Caleb, no entraron a Canaán. Murieron en el desierto. Trataron de salvar sus vidas, pero las perdieron. Nuestras decisiones determinan nuestro destino.
Tomado del libro: Prepara tu mañana de éxito
Editorial: Peniel