Uno de los deportes mas vistos y populares de todo el mundo es el automovilismo. En los Estados Unidos, la NASCAR se volvió el deporte que más crece en número de espectadores.
En muchas partes del mundo las carreras de Formula 1 llaman la atención de millones de personas. La carrera “500 Millas de Indianápolis” se transformó en el principal evento internacional, con pilotos de diferentes nacionalidades compitiendo por el derecho de beber el tradicional vaso de leche en el círculo de los vencedores.
El Automovilismo es más que un deporte. Se transformó en un grande negocio inclusive en escalas inferiores, con pilotos tratando de probar que pueden competir en niveles superiores. En la Nascar, por ejemplo, equipos de punta gastan de 15 a 20 millones de dólares al año, mientras que en la Formula 1 cantidades aun mayores soportan operaciones impulsadas por la tecnología.
Aunque yo no tenga un hueso mecánico en mi cuerpo, las carreras de carro capturaron mi imaginación a lo largo de la última década.
Una de las razones para eso, supongo, es el hecho de muchos de los principios que afectan el éxito en una carrera, también son cruciales para una vida exitosa, tanto en el trabajo como en la familia o donde quiera que estemos. Algunos de los principios rescatados en una carrera se aplican en la vida diaria y esos principios pueden también ser encontrados en la Biblia.
Lo importante no es como se comienza, sino como se termina. El carro más veloz en el inicio de una carrera generalmente no es el más veloz en el final. Los carros pueden enfrentar problemas de motor, colisiones o ser pasados por otros carros que impriman más velocidad a lo largo de la carrera.
De la misma manera, un inicio promisorio en el trabajo, matrimonio o proyecto personal, no garantiza un final exitoso. Los que alcanzan éxito en cualquier comienzo son los que mantienen el foco concentrado en la línea de llegada, desde el momento de la partida. “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.” (II Timoteo 4.7).
No se puede hacer todo solo, La carrera de carros es un deporte colectivo, con jefes de equipo, ingenieros, grupo de mecánicos y otros, todos contribuyendo en un esfuerzo para alcanzar la victoria. De la misma manera, no existe un hombre de negocios o profesional de éxito, que pueda alcanzar la excelencia, solo.
Necesitamos de las diferentes fuerzas, habilidades y experiencias de los otros para llegar a nuestros objetivos. “Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo... Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto.” (Eclesiastés 4.9, 12).
Mantenerse perseverante a pesar de los fracasos. Es fácil proseguir cuando las cosas van bien. Pero cuando enfrentamos oposición, cuando planes bien trazados no resultan o delante de obstáculos inesperados, nos sentimos tentados a desistir en frustración.
El apóstol Pablo dijo: “...Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” (Filipenses3.13-14).
La vida es una carretera, no un circuito oval. En la NASCAR, la mayoría de los circuitos son ovales, lo que mantiene a los pilotos girando continuamente. Pero, dos pruebas son espectaculares en su trayecto, obligando a los pilotos a virar a la izquierda, luego a la derecha con desniveles en la pista que hacen al carro subir y bajar muchas veces con curvas difíciles.
Así es con relación al trabajo y a la vida: debido a circunstancias y cambios repentinos, seguir delante de la misma manera y en el mismo ritmo puede llevar al desastre. A veces necesitamos acelerar, otras veces disminuir la velocidad. Pero todo el tiempo, debemos mantener la línea de llegada en mente, adoptando el camino más directo posible.
“Examina la senda de tus pies, y todos tus caminos sean rectos. No te desvíes a la derecha ni a la izquierda; Aparta tu pie del mal.” (Proverbios 4.26-27).