Creo que estas equivocaciones son las que más abundan:
1. Creer que las equivocaciones siempre hay que evitarlas
La razón por la cual las personas tratan de evitar las equivocaciones es que sienten que son una señal de fracaso y debilidad. Pero las equivocaciones pueden transformarse en experiencias de aprendizaje. Si no ha cometido ninguna equivocación últimamente, me pregunto si ha estado intentando lo suficiente. No ha seguido todas las avenidas. No todos los canales han sido cubiertos.
Aprendemos de nuestros errores. Probablemente, podría agregarse que una persona no puede aprender sin cometerlos. Tal vez, aprenderíamos más de nuestros errores si no estuviéramos tan ocupados en negar que los cometemos. El temor de hacer errores ha impedido a muchas personas llegar a la cima.
Durante una convención de crecimiento de la iglesia que yo conducía, un señor levantó la mano y preguntó: “¿Alguna vez fracasa cuando sale a ganar almas?” Rápidamente le respondí: “No”. No podía creer lo que escuchaba, así que me repitió la pregunta.
Le di la misma respuesta; entonces, saltó, se puso en pie y dijo: “¿Me quiere decir que cada vez que testifica, usted gana a alguien para Cristo?” Respondí, “No, no todos se transforman en cristianos”. “Pero ¡usted dijo que nunca fracasaba cuando testificaba!” exclamó.
Traté de clarificar el punto explicándole que simplemente porque una persona no reciba a Cristo cuando le testifican no significa que ha hecho un error o ha fracasado. Toda mi responsabilidad es compartir a Cristo con la persona. No es mi tarea salvarlo.
El fracaso está en ser alguien que jamás comparte su con otros. El temor del rechazo, errores y fracaso produce que las personas hagan el peor error de todos: este es no hacer nada.
Cuando usted comete un error, puede decidirse a nunca cometer otro. Pero esa es una resolución imposible. Puede decidir que los errores son muy costosos y volverse temerosos de ellos, pero ese temor le impedirá lograr su potencial.
Puede constantemente pensar acerca de sus errores y vivir lamentándose, pero eso es autotortura. Finalmente, puede aprender de sus errores y transformarse en una mejor persona, y eso es progreso.
2. Pensar que el éxito les viene naturalmente a aquellos que son más brillantes y talentosos
La historia ha demostrado que las personas son exitosas no porque son brillantes, sino por su persistencia y deseo. Un muchacho joven que estaba aprendiendo a ser trapecista escuchó un excelente consejo de parte de su maestro, que decía: “Tira tu cabeza hacia las barras y tu cuerpo te seguirá”.
No importa el campo de labor que estemos, aquellos de nosotros que ponemos nuestro corazón en la tarea conoceremos el éxito.
El grado de éxito que alcance dependerá de la cantidad de deseo sincero que posea. Las personas exitosas tienen un sueño que se vuelve muy emocionante, muy importante para que quede en el ámbito de la fantasía, su sueño se transforma en un deseo que quema día a día, hora tras hora, minuto a minuto; trabajan al servicio de sus sueños, hasta que pueden verlo con sus ojos y tocarlo con sus manos.
La persistencia es necesaria para transformarnos en realizadores. El éxito nunca es instantáneo. Nunca es un accidente. El éxito es continuidad. Lleva crecimiento y desarrollo. Es lograr una cosa y usar eso como escalón para seguir más alto en la montaña de los logros.
La verdadera medida del éxito no es la posición que has alcanzado en la vida, sino cuales obstáculos has vencido para alcanzar la meta deseada. Los obstáculos son vencidos por la persistencia.
3. Negarse a cambiar cuando hay necesidad de cambiar.
Una de mis historias favoritas es acerca de un viejo que ya estaba llegando a su cumpleaños número cien. Un periodista de un diario fue para entrevistarlo. Acercándose al anciano el caballero le dijo adecuadamente: “Señor, usted debe haber visto muchísimos cambios durante estos cien años”. El viejo lo miró durante un momento, y luego contestó: “Sí, y he estado en contra de todos ellos”. Me temo que la actitud de este hombre es la de muchas otras personas también.
Es muy fácil sentarse en una rutina y dejar que el mundo nos pase después que hemos hecho nuestras objeciones a todos los cambios. Tal vez, deberíamos sacarnos cada tanto nuestras mentes negativas, cerradas, y sacudirlas hasta sacar todas las piezas.
Lo que resulta verdaderamente triste sobre los que no cambiarán es que no puede haber mejoras sino a través de los cambios. Continuar cambiando no es un fin en sí mismo, pero únicamente a través del cambio puede haber verdadero crecimiento.
Las personas se resisten al cambio porque son básicamente inseguras. ¿Qué pasa si fracasamos? ¿Cómo enfrentar lo desconocido? La junta de una iglesia, me preguntó qué tenían que hacer para que la iglesia creciera. Esta congregación tenía una asistencia de treinta en los últimos treinta años.
Sugerí unos pocos cambios que podían ayudar en esta situación. Inmediatamente, la junta respondió diciendo en esencia: “No podemos hacer esos cambios, podríamos fracasar”.
Les pregunté si la falta de crecimiento, en este momento, no estaba señalando directamente a su fracaso. ¡Ya estaban fracasando! El cambio no iba a dañarlos y podía ser el posible medio hacia el crecimiento.
Las personas resisten el cambio porque lleva energía hacer algo diferente. Cambiar ideas, planeamiento, reacomodar prioridades, establecer nuevas metas y actividades requieren tiempo y esfuerzo. Siempre es más fácil quedarse en la misma rutina, pero no siempre es lo correcto y lo mejor.
Cada organismo en crecimiento va hacia la madurez, a nuevos niveles, y muere a menos que haya nueva vida, nueva sangre, nueva actividad y nuevas ideas. En otras palabras, morimos a menos que continuemos creciendo. Crecemos únicamente cuando cambiamos.
Tomado del libro: Prepara tu mañana de éxito.
Editorial: Peniel.