Los líderes tienen visión; pueden ver al futuro. Tienen una idea clara y estimulante de adónde van y de lo que buscan conseguir. Esta cualidad los diferencia de los gerentes. Tener una visión clara convierte a estos individuos en una clase especial de persona.
Esta cualidad de visión transforma a un «gerente comercial» en un «líder transformacional». Mientras que un gerente logra que el trabajo se haga, un verdadero líder aprovecha las emociones de las personas que tiene a cargo.
En épocas turbulentas y de cambios rápidos, es una buena idea proponer una pausa cada tanto; detener el reloj, esperar. Tómate un momento para pensar quién eres realmente, qué representas, adónde vas, qué clase de futuro quieres crear para ti y para tu organización.
En su libro Compitiendo por el futuro, Gary Hamel y V. K. Prahalad enfatizan el papel clave que tiene la «intención a futuro» en la consecución del éxito comercial. Explican que cuanto mayor sea tu claridad respecto del futuro que deseas crear, más fácil te será tomar las decisiones cotidianas necesarias para construir ese futuro.
Como líder que eres, para mantenerte calmado y centrado en momentos de cambios rápidos debes hacerte dos preguntas continuamente: «¿Qué intentamos hacer» y «¿Cómo intentamos hacerlo?»
Debes jugar tu propio juego en lugar de permitir que las dificultades y los reveses inesperados te dejen fuera de combate. Esto se logra mediante el desarrollo de una visión clara de ti mismo y de tu organización y por medio de compartir luego esta visión de un futuro ideal con las personas que te admiran y que dependen de tu liderazgo.
Cómo desarrollar esta visión
Comienza con tus valores. ¿Cuáles son los principios que organizan tu negocio en los que crees y que representas? ¿Cuáles son los valores y las creencias centrales que te ponen en movimiento y te motivan? ¿Cuáles son los valores que tu empresa pone en práctica e incorpora a todas sus actividades?
La diferencia entre los líderes y las personas comunes es que los primeros tienen creencias claras que no están dispuestos a negociar bajo ninguna circunstancia. Las personas normales, en cambio, tienen valores confusos o poco claros que negocian a cambio de ventajas a corto plazo.
Sobre la base de tus valores, imagina cuál sería el futuro perfecto para tu negocio.
Imagina que tienes todo el tiempo y el dinero, todos los conocimientos y la experiencia, todas las personas y los recursos, absolutamente todo lo que necesitas. ¿Cómo sería tu negocio?
Una vez que tengas en claro tus valores y tu futuro ideal, delinea la declaración de misión de tu empresa; es decir, aquello que la empresa desea lograr. Sé específico: «Nuestra misión es ofrecer los productos de la mejor calidad y, en consecuencia, tener una tasa anual de crecimiento del veinte por ciento en ventas y rentabilidad» es mejor que «Nuestra misión es ofrecer productos interesantes con un espíritu de innovación y emprendimiento».
Más allá de la misión específica, debes saber cuál es el propósito fundamental de la empresa: cuál es su razón de existir. ¿Qué clase de contribución hace tu empresa para mejorar el bienestar de sus clientes?
El propósito de la empresa es muy importante; es la razón por la que hace negocios. Tu confianza en la bondad de tu propósito es lo que te permite perseverar ante problemas y dificultades externos. Es lo que motiva e inspira a las personas que tienes a cargo a hacer un esfuerzo adicional y dar más de sí.
Tal como dijo Nietzsche: «El que tiene un porqué en la vida, puede soportar cualquier cómo».
El cómo es el componente emocional del liderazgo y siempre se define en términos de cómo la organización y tú contribuyen a la vida y al bienestar de los clientes; es lo que los productos y servicios hacen por mejorar sus vidas y su trabajo.
Por último, los líderes son personas orientadas a objetivos. Establece metas específicas y mensurables que quieras lograr y cifras que debas alcanzar para llegar desde donde te encuentras adonde sea que quieras que tu organización llegue en el futuro. No olvides ponerles un límite de tiempo.
En todos los casos, la claridad es fundamental.
Quizá la contribución más importante que hagas a la organización en épocas de cambios rápidos en mercados competitivos sea ayudar a todos a mantener la calma, la claridad, el foco, y el pensamiento al futuro en lo que respecta a los valores, la visión, la misión, el propósito y las metas. Este es el punto de partida de un buen liderazgo.