
UN CICLO POR ROMPER. Por Sixto Porras
Si la persona no logra disculparse, hace que el enojo y la ira crezcan en nosotros. Si no logramos canalizar el enojo, podría llegar la amargura y llevarnos a reacciones violentas, pues ella está alimentada por el deseo de que se haga justicia. Cuando sentimos que no se hace justicia, vamos a procurar vengarnos; todo porque estamos ofendidos. Todo esto se evitaría si estableciéramos una relación que nos permitiera expresar lo que sentimos y que facilitara que la otra persona asumiese su responsabilidad y se disculpase.
Muchas veces, en el matrimonio, las peleas surgen no necesariamente por las diferencias entre ambos, sino porque no han sido capaces de cerrar las heridas, disculpándose y pidiendo perdón como corresponde. Esto hace que ambos estén reaccionando con enojo. En muchas ocasiones he escuchado a las esposas decir: «Me subestima, me humilla y, luego, quiere que sea cariñosa con él». Ellos han dicho: «Ella me trata como si fuera un niño y quiere controlar todo lo que hago. No quiero tener una mamá en casa». Cuando no detenemos este tipo de trato, la herida crece y lo que hacemos es reaccionar erróneamente.
Ambos están lastimados, enojados y están errando en el trato con el otro. Al no reconocer que están lastimando a su cónyuge, no piden perdón. Cuando no nos disculpamos ni pedimos perdón, nos alejamos y vamos a generar culpa en nosotros, y esa sensación roba las fuerzas porque no deseamos estar distantes de la persona a quien amamos.
Todo se resolvería si valientemente se pidieran perdón el uno al otro y determinaran tratarse con respeto y consideración, desechando las formas en que expresamos disgusto y haciendo a un lado castigarse con el silencio, la indiferencia y la distancia. Toda relación se torna saludable y crece cuando ambos están dispuestos a disculparse.
El perdón es sincero cuando la persona admite la responsabilidad de su comportamiento y trata de restituir la falta cometida. Esto requiere humildad y madurez. Pedir perdón tiene el poder de sanar heridas y nos quita un peso de encima.
En toda relación saludable vamos a procurar disculparnos porque apreciamos el amor que nos une y no deseamos estar distantes. Las relaciones fuertes se caracterizan por la disposición a disculparnos, perdonar y recorrer el camino de la reconciliación.