María y la Cruz
Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. HEBREOS 7.25
María comprendía que su presencia constante al lado de Jesús, era el único tipo de apoyo que podía darle en ese momento tan terrible. Pero incluso eso era simplemente una función pública de apoyo. El sufrimiento personal de María no representaba ningún tipo de participación en el trabajo de expiación de Cristo.
El sufrimiento personal de María no representaba ningún tipo de participación en el trabajo de expiación de Cristo
Su dolor no añadió méritos al sufrimiento de Jesús por la culpabilidad de otros. Estaba cargando los pecados del mundo. No podía ayudarlo con eso. Ni Él necesitaba la ayuda de ella como «co-redentora» o «co-mediadora». Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre 1 Timoteo 2.5. María misma no trató de intervenir en ese oficio.
En realidad, en las postreras horas de la vida de Jesús, fue Él quien la ayudó. Ya en el trance final de la muerte, divisó a María de pie en las cercanías, junto a un grupo de mujeres y Juan, el discípulo amado.
En ese momento, Jesús reconoció su relación humana con María. En el relato de su propio Evangelio, Juan describe lo que sucedió: Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre.
Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa Juan 19.26–27. Así que uno de los últimos actos terrenales de Jesús antes de entregar su vida a Dios fue asegurarse de que por el resto de sus días, María sería cuidada.