Usted ha afirmado en sus libros que los hombres y las mujeres desarrollan su autoestimación de manera distinta. ¿Puede explicar en qué consiste esta exclusividad?
Los hombres y las mujeres tienen las mismas necesidades de auto estimación y sentido de pertenecer, pero enfocan estas necesidades típicamente desde un ángulo distinto... especialmente si la mujer es un ama de casa todo el día.
Un hombre deriva su sentido de valor de modo primario de la reputación que merece en su trabajo a su profesión. Saca satisfacción emocional de conseguir independencia financiera en los negocios, llegar a ser el «amo», o bien siendo apreciado y amado por sus pacientes, clientes o compañeros.
El hombre que tiene éxitos en estas áreas no depende de su esposa como su escudo primario contra los sentimientos de inferioridad. Naturalmente, ella juega un papel importante como su compañera, pero no es esencial para su autoestima día tras día.
Por el contrario, el ama de casa enfoca su matrimonio desde una perspectiva totalmente diferente. No tiene acceso a las fuentes de autoestimación comúnmente accesibles al marido.
Puede cocinar una buena cena, pero una vez comida, la familia ni tan sólo la recuerdan, ni le dan gracias. Sus deberes en la casa no le van a proporcionar respeto en la comunidad, ni va a recibir alabanza por la calidad de sus técnicas de barrido.
Por tanto, cuando más se aísla, más vital tiene que ser un marido para su sentido de cumplimiento y satisfacción, confianza y bienestar. Para decirlo con una gran simplificación: el hombre deriva su autoestima de ser respetado; la mujer se considera valiosa cuando es amada.
Esta puede que sea la distinción más importante en la personalidad entre los dos sexos.
¿Sienten la misma necesidad del sexo los varones que las mujeres?
Los hombres y las mujeres difieren de modo importante en sus manifestaciones del deseo sexual.
Los estudios recientes parecen indicar que la intensidad del placer y la excitación en el momento del orgasmo en las mujeres y la eyaculación en los hombres es aproximadamente la misma en las mujeres que en los hombres. La mayoría de los hombres consiguen la excitación más rápidamente que las mujeres.
En la estimulación sexual pueden llegar a un punto decisivo antes de que su esposa haya dejado ya de pensar en cualquier otra cosa: los niños, la cena. Es prudente que el hombre reconozca esta inercia femenina y siga a la mujer a su propio paso.
La moneda tiene dos caras, sin embargo. Las mujeres deben entender también en qué forma los hombres difieren de ellas en sus necesidades. Cuando se bloquea la respuesta sexual a los hombres, experimentan una acumulada presión fisiológica que requiere ser descargada.
Cuando las vesículas seminales se llenan a capacidad son descargadas hormonas que sensibilizan al hombre a todo estímulo sexual. En estas condiciones puede ser estimulado por un objeto sexual (una mujer) que en otras circunstancias le dejaría indiferente.
A una esposa puede costarle entenderlo, pues sus necesidades no suelen ser tan apremiantes.
Una relación satisfactoria entre marido y mujer debe tener en cuenta estas diferencias fisiológicas. La abstinencia suele ser más difícil de tolerar para el hombre que para la mujer.
¿Podría especificar más con respecto a las diferencias en el deseo sexual y las preferencias entre los hombres y las mujeres? Voy a casarme pronto y desearía saber en qué forma las necesidades de mi esposo difieren de las mías.
Esta es una pregunta dictada por la prudencia, pues la ignorancia de estos hechos produce frustración y culpa.
En primer lugar, los hombres son estimulados visualmente de modo primario. Sea la desnudez femenina u ojeadas a la semidesnudez. La mujer, en cambio, está menos orientada visualmente que el hombre.
Aunque se interesan en el cuerpo masculino, el mecanismo fisiológico del sexo en ella es estimulado principalmente por el tacto. Por ello, para el hombre el estímulo máximo ocurre cuando ella aparece desnuda habiendo aún luz en la habitación; ella desea que él la acaricie en la oscuridad.
Segundo, y mucho más importante, los hombres suelen ser estimulados por el aspecto físico del cuerpo, sin preocuparles mucho, a este respecto, la persona que hay dentro del cuerpo. Por ello, es estimulante la fotografía de una modelo desconocida.
Lo esencial es la configuración del cuerpo. Por ello es válida la queja de las mujeres de que se las trata como «objetos sexuales» por parte de algunos hombres.
Explica los espectáculos en music-halls y cabarets, en que filas de viejos ya sin dientes aún consiguen una descarga eléctrica emocional viendo a danzarinas desnudándose, etc.
Al hombre le interesa más «conquistar» a un mujer que recibir los efluvios del amor romántico de ella. Todo esto no es muy halagador para el hombre, pero es verdad.
Las mujeres, en cambio, suelen discriminar más en sus intereses sexuales. Suelen interesarse en un individuo particular a quien admiran y respetan, mucho más que el hecho de su apuesta figura o contemplando una fotografía.
La mujer es estimulada por el aura romántica que rodea a «su hombre», por su carácter y su personalidad. Se entrega al hombre que la atrae emocionalmente, así como físicamente.
Es indudable que hay numerosas excepciones a estas características, pero el hecho básico permanece que el hombre entiende lo sexual como un fenómeno físico; para la mujer el sexo es una experiencia profundamente emocional.