La práctica de la relación sexual antes del matrimonio es conocida en la Palabra de Dios como fornicación, uno de los pecados más condenados en las Escrituras.
Efesios 5:3 “Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos”.
Efesios 5:5 “Porque con certeza sabéis esto: que ningún inmoral, impuro, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios”.
1Corintios 6:18-20 “Huid de la fornicación. Todos los demás pecados que un hombre comete están fuera del cuerpo, pero el fornicario peca contra su propio cuerpo. (19) ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? (20) Pues por precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.”
2 Timoteo 2:22 “Huye, pues, de las pasiones juveniles y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que invocan al Señor con un corazón puro.”
1Tesalonicenses 4:3-8 Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; es decir, que os abstengáis de inmoralidad sexual; (4) que cada uno de vosotros sepa cómo poseer su propio vaso en santificación y honor, (5) no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios; (6) y que nadie peque y defraude a su hermano en este asunto, porque el Señor es el vengador en todas estas cosas, como también antes os lo dijimos y advertimos solemnemente. (7) Porque Dios no nos ha llamado a impureza, sino a santificación. (8) Por consiguiente, el que rechaza esto no rechaza a hombre, sino al Dios que os da su Espíritu Santo.
1Pedro 1:14-16 Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais en vuestra ignorancia, (15) sino que así como aquel que os llamó es santo, así también sed vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; (16) porque escrito está: SED SANTOS, PORQUE YO SOY SANTO.
En el Antiguo Testamento cuando un hombre se llegaba a una mujer y no la encontraba virgen, porque esta había incurrido precisamente en el pecado de la fornicación, el mandato de parte de Dios era que esa mujer debía morir apedreada.
Deuteronomio 22:13-21 Si un hombre toma a una mujer y se llega a ella, y después la aborrece, (14) y la acusa de actos vergonzosos y la difama públicamente, diciendo: “Tomé a esta mujer, pero al llegarme a ella no la encontré virgen”, (15) entonces el padre y la madre de la joven tomarán las pruebas de la virginidad de la joven y las llevarán a los ancianos de la ciudad, a la puerta. (16) Y el padre de la joven dirá a los ancianos: “Di mi hija por mujer a este hombre, pero él la aborreció; (17) y he aquí, él le atribuye actos vergonzosos, diciendo: ‘No encontré virgen a tu hija.’ Pero esta es la prueba de la virginidad de mi hija.” Y extenderán la ropa delante de los ancianos de la ciudad.
(18) Y los ancianos de la ciudad tomarán al hombre y lo castigarán, (19) y le pondrán una multa de cien siclos de plata, que darán al padre de la joven, porque difamó públicamente a una virgen de Israel. Y ella seguirá siendo su mujer; no podrá despedirla en todos sus días. (20) Pero si el asunto es verdad, que la joven no fue hallada virgen, (21) entonces llevarán a la joven a la puerta de la casa de su padre, y los hombres de su ciudad la apedrearán hasta que muera, porque ella ha cometido una infamia en Israel prostituyéndose en la casa de su padre; así quitarás el mal de en medio de ti.
Al momento de la creación, Dios eligió a un hombre para una mujer; Adán para Eva y a Eva para Adán, y los consagró y los unió en matrimonio. En el hebreo la palabra para matrimonio es KIDDUSHIN, que significa consagrar o dedicar para uso exclusivo. De manera que en el matrimonio Dios entiende que Él separa al hombre para uso exclusivo de esa mujer y a la mujer para uso exclusivo de ese hombre.
Las relaciones prematrimoniales no garantizan ese uso exclusivo, ya que la mayoría de los noviazgos terminan; y ese hombre y esa mujer terminarán casándose con otra persona sin haber preservado su virginidad. Aquello que Dios no permite es considerado pecado, y Dios en ningún momento permitió las relaciones prematrimoniales.
Igualmente, toda práctica sexual que motive a la consumación final de esa relación sexual, también es considerada fuera de los límites permitidos antes del matrimonio. Con esto nos referimos a lo que son los masajes por las partes íntimas de la pareja, o el manoseo de los genitales.
De igual manera, la práctica del sexo oral antes del matrimonio es también considerado una relación sexual. Es interesante observar la definición de relación sexual utilizada por el Senado Norteamericano, un organismo secular, cuando el presidente Bill Clinton fue cuestionado en cuanto a si él había tenido o no una relación sexual con Mónica Lewinsky.
La definición de lo que era considerado como relación sexual de parte de este Senado incluía una serie de prácticas como el sexo oral, el toque de los genitales, el masaje de partes íntimas, el toque de los senos en caso de la mujer, y prácticas similares.
En cuanto a la pregunta de hasta dónde entonces pudieran los novios llegar antes del matrimonio, la realidad es que no hay una fórmula, pero sí hay principios que pueden guiar a la pareja.
Obviamente los novios deben evitar toda práctica que pueda incitar a la sexualidad de la pareja que aún no ha sido consagrada en matrimonio. Los besos profundos de la boca, conocidos en inglés como “french kiss”, y los besos de partes altamente sensibles como son el pecho, el cuello, los muslos, etc., deben estar fuera de los límites de una pareja durante el noviazgo.
El tomarse de la mano, un abrazo como se abrazan los amigos, sin que haya toque de los genitales, y un beso superficial, entendemos que son los límites correctos para el noviazgo. Obviamente, a la luz del siglo XXI, estos límites parecerían ridículos, en comparación a lo que los novios acostumbran a practicar.
Pero debemos recordar que lo que define nuestros criterios y nuestros límites no es lo que la cultura de un momento dado determine que es correcto o incorrecto, sino los principios que la Palabra de Dios establece para que el hombre y la mujer no terminen en prácticas de lujuria.