Jesús seguramente tenía en mente la intrepidez de un bebé hambriento cuando dijo: «De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos».'
Los bebés con hambre no se intimidan por la gente que los rodea. Ponen su enfoque y energía total en su hambre y la fuente que les dará satisfacción. Cuando el hambre aguijonea, no hay lugar para distracciones de ninguna clase.
¿Le importará a un bebé con hambre que el pastor, evangelista invitado o líder internacionalmente reconocido esté tan cerca que puede mancharle el traje con sus lágrimas? ¿Vacilaría siquiera un segundo ese bebé frustrado en desgañitarse desesperado por el hambre, ante la posibilidad de ofender los delicados oídos del bien nutrido dignatario que está a su lado?
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