UN LLAMAMIENTO AL ESFUERZO UNIDO. Bosquejos Bíblicos para Predicar Números 32:1-33
«Oh Señor, todos aquellos que tu gracia bendijo, Llevándoles a confesar tu Nombre, ¿No despertarás Tú a que vean Que cada uno te debe servicio?Inflama cada corazón de tal manera Que consuma toda cobarde timidez.Corto es el tiempo, y la vida breve, Almas en derredor están muriendo; Agita, Señor, cada corazón y voluntad, Y llénalos Tú de tu propia compasión».
Los hijos de Rubén y los hijos de Gad buscaron sus posesiones a este lado del Jordán. Pero Moisés les dijo: ¿Irán vuestros hermanos a la guerra, y vosotros os quedaréis aquí? (v. 6). En este capítulo podemos aprender que:
I. Todo el pueblo del Señor tiene una causa común. Aunque eran doce tribus, sin embargo eran todos hermanos (v. 6). El debilitamiento o el fortalecimiento de una era el debilita-miento o fortalecimiento de la totalidad. Así es en la causa de nuestro Señor y Salvador. «Os he llamado amigos.» «Y vosotros sois hermanos.» ¿No debería estar cada uno de nosotros interesado en todo lo que toca al reino de Dios?
II. La anteposición de los intereses egoístas constituye un gran peligro para la obra del Señor. «Los hijos de Rubén y los hijos de Gad… dijeron: … dése esta tierra a tus siervos en heredad, y no nos hagas pasar el Jordán» (vv. 1-5). Vieron que la tierra de Jazer y de Galaad era lo que ellos querían, por lo que desearon establecerse allí y entonces, y dejar que los otros se cuidaran de sí mismos. Es lastimoso ver a los cristianos asentarse con el conocimiento de la salvación, o en el goce de la doctrina de la vida cristiana más elevada, y saliéndose de las filas de los obreros activos.
III. El interés egoísta desalienta a otros. «¿Por qué desanimáis a los hijos de Israel, para que no pasen a la tierra que les ha dado Jehová» (v. 7). Hay formas diferentes en las que podemos desalentar a nuestros hermanos en el seguimiento de una experiencia más profunda y amplia de la plenitud de Dios en Cristo. Podemos hacerlo calumniando esta tierra buena por nuestra propia incredulidad y vidas empobrecidas como cristianos, o exagerando las dificultades en el camino de llegar a su posesión (Dt. 1:22-28), o por medio de nuestra propia y complacida indiferencia a su crecimiento espiritual en la gracia.
IV. La búsqueda del bien de los otros es ayudar en la causa de Dios. «¿Irán vuestros hermanos a la guerra, y vosotros os quedaréis aquí?» Es un gran privilegio poder ayudar a nuestros hermanos a entrar en la herencia que les corresponde en Cristo. En este día presente hay un anhelo intenso en los corazones de multitudes del pueblo del Señor por un agrandamiento de los términos de su experiencia espiritual. Se puede plantear la cuestión de si jamás hubo un tiempo en que hubiera una mayor necesidad de una enseñanza pura de la Biblia. Puede haber mucha predicación de sermones sin el poder compelidor de la mente revelada de Dios que se da en la Escritura de verdad. Con el paso del tiempo, puede ser que haya más demanda de maestros de la Palabra que de evangelistas.
V. No hacer nada es un pecado contra el Señor. «Mas si así no lo hacéis, he aquí habréis pecado ante Jehová; y sabed que vuestro pecado os alcanzará» (v. 23). El pecado de la pereza, o de dejar de hacer nuestra parte en la gran campaña de la obra de la Iglesia, es un pecado contra el Señor, que de cierto nos alcanzará. Se revela en cobardía, indiferencia, mundanalidad, y finalmente en pecado abierto. ¿Por qué estáis ahí ociosos todo el día? ¿Que no os ha contratado nadie? ¿Acaso no os ha contratado el Señor al compraros con su Sangre?
VI. La devoción a los intereses del reino de Dios asegura la bendición presente. «Si… todos vosotros pasáis armados el Jordán delante de Jehová, hasta que haya echado a sus enemigos delante de Sí, … esta tierra será vuestra en heredad delante de Jehová» (vv. 20-22). Los hijos de Rubén y de Gad iban a tener su posesión a este lado del Jordán bajo la condición de que lo atravesaran para ayudar a sus hermanos en su porción de la herencia.
La razón de que muchos cristianos no hayan llegado en esta vida presente a una porción que les dé satisfacción a sus almas es que han dejado de ayudar a otros,. No hay entre los discípulos de Jesús ninguna clase tan feliz como los obreros. Aquellos obreros, naturalmente, que no buscan lo suyo, sino el bien de los otros según el mandamiento del Señor: «Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo» (Gá. 6:2).