Un Prólogo Confirmador de la Fe | Bosquejo para predicar de Lucas 1:1-4
«Entre la Babel del hablar clamoroso del hombre,
Señor Jesús, cuán gentil y apacible tu voz suena,
Y con todo ¿dónde hay palabras que tan profundas vayan
Como las tuyas, divinas y humanas, en humanos corazones?
¿Cómo tus palabras, Señor, avivaron el pensamiento humano?
¿Cómo penetran las humanas vidas?
¿Cómo han movido las más intrépidas empresas?
¿Cómo en sus más hondas líneas todo progreso empujan?»
La voz de Jesús es, en su Evangelio, una «voz suave y apacible», en comparación con el clamoroso discurso de los partidos políticos y las pendencias de las modernas impías lenguas; como un manantial que silenciosamente mana por las rocas, llega a la superficie y da refrigerio a muchas almas sedientas.
Lo que Lucas dice acerca de las cosas del Evangelio en esta breve introducción es digno de la más estrecha atención. Con ello sabemos que estas cosas:
I. Eran el tema principal en los tiempos de Lucas. Esto lo vemos en el hecho de que «Muchos han tomado a su cargo el compilar un relato ordenado» (v. 1). Las palabras y los dichos de Jesús estaban en boca de todos.
Estas cosas no fueron dichas en un rincón; muchos estaban ansiosos por tenerlos de una manera organizada, y muchos habían intentado llevarlo a cabo. Pero cualquier hombre espiritual, como Lucas, podía detectar representaciones distorsionadas de la vida y del carácter de Jesucristo.
II. Fueron transmitidas por testigos oculares. «Nos las transmitieron los que desde el principio fueron testigos oculares» (v. 2). Juan podía decir: «Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos», etc. (1 Jn. 1:1, 2). «Se apareció a más de quinientos hermanos a la vez».
Los hombres de antiguo hablaron movidos por el Espíritu Santo, y así los hombres de la nueva dispensación hablaban movidos por el Cristo viviente y personal entre ellos. La gran salvación que comenzó a ser anunciada por el Señor nos fue confirmada por los que le oyeron (He. 2:3).
III. Eran creídas ciertísimamente en tiempos de Lucas (v. 1). Si fueron aceptadas sin lugar a dudas por multitudes en tiempos de Cristo y en los inmediatamente posteriores, ¿qué razones tenemos para ponerlas ahora en tela de juicio? No siguieron ellos fábulas ingeniosamente inventadas para dar a conocer el Evangelio de Cristo (2 P. 1:16).
Estas cosas fueron puestas a prueba en el horno ardiente calentado siete veces de los tiempos en que fueron dichas y obradas. El poder y la verdad de las mismas siguen estando comprobadas en la experiencia de los que creen y hacen la voluntad de Dios (Jn. 7:17).
IV. Han sido registradas por uno que tenía un perfecto conocimiento de las mismas (v. 3). Aunque el nombre de Lucas no aparece entre los doce apóstoles, estaba no obstante familiarizado con todo lo que había tenido lugar, teniendo una estrecha relación con los doce escogidos y siendo un íntimo colaborador y acompañante de Pablo, el gran apóstol de los gentiles.
El Evangelio según Lucas es reconocido como el más pleno registro de todo lo que Jesús comenzó a hacer.
V. Están aquí escritas en orden (v. 3). Lucas afirma darnos el orden en que tuvieron lugar los acontecimientos de la vida de Cristo. Esto, para el sencillo estudioso de la Biblia, es una gran bendición, por cuanto la misma conexión entre los actos registrados de nuestro Señor está llena de profundo significado. Si no en su relación mutua, si como contrastes.
VI. Fueron escritas para que pudiéramos tener certidumbre (v. 4). Lucas escribió evidentemente para que el excelentísimo Teófilo fuera confirmado en su fe. «Éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios» (Jn. 20:31). En el Evangelio escrito tenemos una Palabra segura, a la cual hacemos bien en estar atentos como a una lámpara que alumbra en un lugar oscuro.
El Evangelio ofrece tanto la Salvación como la certidumbre de la misma. Pero, ¡cuántos oyentes hay del Evangelio que nunca han conocido la certidumbre de aquellas cosas en que han sido instruidos! Haced vuestro llamamiento y elección firmes.