Romanos 15,24-28 —Modestia de Pablo: Había supuesto para él un enorme esfuerzo de preparación y organización:
1 Corintios 16,1-4. —Posteriormente, un año más tarde:
2 Corintios 8,1-15 —y retomamos el tema en: 9,1-7
Motivación de la ofrenda:
• Demostrar la validez de su proyecto y ministerio (de Pablo) de integración de los gentiles en el pueblo de Dios.
* Con una demostración práctica de lo que podían aportar los gentiles: bienes materiales a cambio de los bienes espirituales que aportaban los judíos.
Cada uno aporta lo que tiene, todos valen, todos cuentan, para que entre todos se manifieste la nueva realidad de una nueva humanidad unida en
torno a Cristo.
• Poner de manifiesto que se siguen cumpliendo las profecías que se venían cumpliendo desde el comienzo del ministerio de Jesús: El Mesías.
o Desde todas las naciones vienen tesoros a Jerusalén, a cambio de que de Jerusalén
sale instrucción sobre los caminos del Señor.
No podemos ahora, en estos pocos minutos, estudiar este tema; pero está ahí en los profetas del Antiguo Testamento.
Pablo está convencido de que Jesús es el Mesías (es lo que significa la palabra Cristo) y se siente obligado a iniciar este aspecto del cumplimiento de la
profecía, organizando la ofrenda para los santos, como primicias de lo que aun está por llegar.
Sin embargo, para cuando Lucas escribe el libro de Hechos, en el relato del último viaje de Pablo a Jerusalén, lo vemos acompañado de la comitiva de representantes de las iglesias gentiles que Pablo está organizando en estas cartas… pero ninguna mención de la ofrenda.
En realidad, resulta un poco mosqueante:
Hechos 20,1-6 —y saltamos a: 21,7-20a
¡Ninguna mención de la ofrenda de marras! - 2 -
¿Qué fue de la ofrenda para los santos?
Hay que suponer que se entregó en toda regla y que tuvo todos los efectos pretendidos en la comunidad «mesiánica» de Jerusalén — y como cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento.
Pero… Para cuando Lucas escribe Hechos, Jerusalén había sido arrasada, el Templo
destruido. Los gentiles habían venido a Jerusalén, sí, pero con el ejército imperial y máquinas de guerra y destrucción y no habían dejado piedra sobre piedra.
A todo esto, la ofrenda para los santos que había reunido y entregado Pablo con tanto esfuerzo —y que por empecinarse en entregarla en persona le había costado años de cárcel— aquella ofrenda queda relegada al olvido por Lucas, que no la considera digna de mención a la luz de otros acontecimientos posteriores (y recientes) que eran
de todos conocidos y que aconsejaban desenfatizar la importancia de las profecías sobre Jerusalén.
REFLEXIÓN
1. Creo que Pablo hizo lo correcto, que su ministerio de integración de los gentiles en el pueblo de Dios estuvo divinamente guiado, sin el más mínimo asomo de duda.
2. La ofrenda que reunieron con tantísimo esfuerzo los creyentes gentiles de Acaya y Macedonia (y también de Galacia), fue una buena obra, necesaria y útil en sí misma, que sin duda tuvo todo el valor práctico y a la vez simbólico que Pablo le atribuyó.
* Sin duda alivió la crisis económica que padecían los santos en Jerusalén.
* Sin duda contribuyó a sellar la aceptación, por parte de los creyentes judíos en Jerusalén, del ministerio de Pablo entre los gentiles; y por tanto, la aceptación de la validez de la integración de los gentiles en el pueblo de Dios.
* Cumplía en efecto —a su manera— las profecías mesiánicas, constituyéndose en validación adicional de que Jesús sin lugar a dudas era el Mesías (el
Cristo).
3. Pero no habría sido recordada posteriormente, salvo por el hecho anecdótico de que Pablo lo mencionara en tres de sus cartas, cartas que él probablemente nunca imaginó que serían recordadas ni tenidas como cosa más importante que la propia ofrenda que tantos esfuerzos le costó reunir.
4. Así también, hay muchas cosas a las que nos llama el Señor, cosas que nos costarán un enorme esfuerzo de energías —y tal vez, como los creyentes de Macedonia y Acaya (y Galacia), los ahorros de todo un año— pero que nadie recordará ni les dará importancia.
- 3 -
• Son cosas que debemos hacer, porque Dios nos lo pide.
• Pero es posible que nadie lo note, nadie lo recuerde, nadie nos lo agradezca, nadie
se dé por enterado de lo que nos ha costado.
• Esto es muy duro y a la vez muy liberador. No trabajamos para el reconocimiento de nuestra persona ni para que nadie alabe nuestros esfuerzos. Hacemos lo que hacemos porque era necesario hacerlo, porque es bueno en sí mismo, porque Dios nos lo pide. Y con eso nos tiene que bastar.
• Como dijo Jesús acerca de la oración y el ayuno y las limosnas, quien hace estas cosas para ser visto y alabado ya tiene su recompensa. Que no pretenda luego también una recompensa del Señor.
Mucho más sabio es hacer estas cosas porque son buenas en sí mismas, esperar que la recompensa nos la de el Señor — y no estar pescando y buscando a la desesperada, que otros vean lo que hacemos y nos alaben por ello.
• «Siervos inútiles somos». «Lo que debíamos hacer, eso hemos hecho». Entonces, ¿a qué viene pretender que nadie nos dé las gracias o que nadie recuerde posteriormente el sacrificio que nos costó?