La Corona de Espinas de Jesús fue un símbolo de burla convertido en emblema de redención.
La Corona de Espinas de Jesús sigue interpelándonos hoy. No es solo un recordatorio del pasado, sino un llamado a reconocerlo como Salvador. Aquellas espinas que Él llevó por nosotros nos invitan a depositar en Él nuestras culpas, porque en su humillación está nuestra gloriosa libertad.
Aunque la idea de coronarlo con espinas nació de una mente enfermiza, aunque el coronarlo con espinas fue una cruel burla, un acto malévolo de odio y rebelión, por otra parte, el que Jesús haya sido coronado con espinas fue parte de un drama que fue escrito antes de que el mundo fuese puesto en órbita.
El que Jesús haya sido coronado con espinas tiene un mensaje, un mensaje indescriptiblemente glorioso y maravilloso.
Sabemos cómo Jesús fue llevado ante la corte de Pilato y cómo él trató de lavarse sus manos para no tomar una decisión, permitiendo que Jesús fuese azotado. Tomaron un fiero látigo que desgarró su espalda. Luego lo ataron a un poste. Si los hombres no eran fuertes, morían al ser azotados.
Al terminar, le pusieron un manto escarlata y una caña de bambú en su mano como cetro. Tomaron una corona de espinas, se la insertaron en su frente, y después, con palos, la golpearon en la cabeza. No había rubíes en esa corona; los únicos rubíes eran las gotas rojas de la sangre del Hijo de Dios.
Tomen sus Biblias y busquen en Mateo, capítulo 27. Comenzaremos a leer en el versículo 26. Está hablando de Pilato y dice: “Entonces le soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado. Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía; y desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata, y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas y una caña en su mano derecha. E hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos! Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza. Después de haberle escarnecido, le quitaron el manto, le pusieron sus vestidos y le llevaron para crucificarle.”
¿Está preparado para oír unas verdades maravillosas? ¿Quiere ver por qué esto no fue incidental ni accidental, que Dios permitiera que esto sucediera a manos de hombres malvados? Todo era parte del magnífico plan del Dios Todopoderoso. Deseo que estudiemos varias verdades.
El misterio sagrado de la corona
La primera que quiero que note es lo que voy a llamar el sagrado misterio de esa corona. En un sentido, esto fue el pensamiento casual, el gesto cruel, la burla vacía de un psicópata soldado romano. Pero por otro lado, en ella existía un misterio conocido por el corazón y la mente de Dios.
¿De qué habla una corona de espinas? Simboliza la maldición que está sobre la humanidad, sobre usted, sobre mí, sobre todos, como consecuencia del pecado. Cuando Dios creó la humanidad, puso al hombre en un jardín, y en el huerto del Edén no había espinas, no había cardos, no había aflicciones. La primera rosa que floreció fue una rosa sin espinas. Cuando Adán recogía zarzamoras, no tenía que batallar con los rosales como nosotros lo hacemos hoy. Aún no existían las espinas.
Por favor, anote en el margen de su Biblia, Génesis 3:17. Aquí nuestro Señor habla de la maldición que cayó sobre Adán como consecuencia de su pecado por desobedecer a Dios. La Palabra dice que como resultado de su pecado, Dios vino al huerto. Escuche lo que Génesis 3:17-18 dice: “Maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan.”
El simbolismo de la corona de espinas de Jesús
Las espinas y los cardos comenzaron a crecer sobre el planeta Tierra. Hasta entonces, no existían. Espinas y cardos son los signos de la maldición del pecado sobre la humanidad. Por favor, anote también al margen Hebreos 6:8: “Pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada.”
Jesús llevaba esas espinas. Jesús llevaba esa corona. Si Adán no hubiera pecado, las espinas nunca habrían crecido sobre la tierra. Jesús llevó esa corona porque Él cargó con esa maldición. Las espinas que Jesús llevó sobre su cabeza hablan de la tribulación, del dolor y de la muerte que conlleva el pecado.
¿Tiene dificultades? ¿Está sufriendo dolor? ¿Conoce la enfermedad? Le diré esto: este sendero espinoso por el que vamos es el resultado del pecado. La cama de espinos en la cual dormimos es por el pecado. Y no importa cuán bien usted pueda estar o piense que esté ahora, y no importa cómo acolchonado esté su entorno, hay una espina, y tarde o temprano le encontrará.
Cuando usted salga al campo a trabajar, sin importar su ocupación, estará trabajando en un campo espinoso. Y su cuerpo hallará, como el apóstol Pablo, un aguijón en la carne. Usted conocerá la enfermedad, el sufrimiento, el dolor, porque algo le sucedió a la creación.
El misterio salvador: Jesús carga nuestro pecado
La segunda verdad es el misterio salvador de esa corona. Esto no fue coincidencia. ¿Por qué llevó Jesús una corona de espinas? Porque Dios nos está enseñando una lección: que “Aquel que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado” (2 Corintios 5:21). Significa que mi corona de espinas, mi pecado, mi maldición, fue puesta en la cabeza del Señor Jesucristo, y Jesús recibió mi castigo.
Por favor, escuchen: usted es un pecador, y tan seguro como que usted está ahí y estoy aquí, su pecado será castigado. Dios es un Dios santo, y ha jurado por su santidad que todo pecado será castigado. Dios nunca ha permitido, ni nunca permitirá, que ni la mitad de un solo pecado quede impune. Su pecado debe ser castigado.
Hay una sola pregunta: ¿Quién recibirá ese castigo, usted o Jesús? Esa es la única pregunta. Ningún pecado será pasado por alto. El pecado será perdonado en Cristo o castigado en el infierno, pero el pecado nunca quedará impune. Esa es la razón por la que la Biblia dice en 2 Corintios 5:21: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado.” Dios lo hizo pecado por nosotros. Él fue coronado con nuestros pecados.
El Señor Jesús llevó nuestros pecados a la cruz. ¿Sabe dónde ocurrió? ¿Sabe el lugar donde Jesús fue coronado con espinas? Permítame contar de dónde se dio todo esto. Él fue coronado en el Calvario, en el Gólgota, en el monte Moria.
La conexión con Abraham e Isaac
¿Se pregunta qué sigue? El monte Moria, el monte del templo y el Calvario son la misma cadena de piedra caliza, la misma montaña. Siglos antes de que Jesucristo naciera, Dios le dijo a Abraham: “Toma a tu hijo, a tu único hijo, a quien amas, el hijo de la promesa, y llévalo a un lugar que yo te mostraré.” No cualquier lugar, un cierto lugar. Y allí me ofrecerás a tu hijo Isaac.
Para entonces, Isaac ya era un robusto y fuerte joven. Abraham e Isaac fueron al lugar de sacrificio. Y se sabía que iban a ofrecer un sacrificio. Isaac, mirando a su alrededor, dijo: “Padre, aquí está la leña para el sacrificio, aquí está el fuego para el sacrificio. Padre, tenemos todo: la soga, el cuchillo. Pero padre, ¿dónde está el cordero?”
Abraham, aguantando las lágrimas porque no sabía la verdad, dijo: “Hijo mío, Dios se proveerá de un cordero.” Y subieron la montaña. Colocaron la leña en su lugar, y Abraham ahora tuvo que decirle a su hijo: “Hijo, tienes que confiar en mí. Hijo mío, trata de entender que ni yo lo entiendo. Solo creo en Dios. Tengo que hacerlo. No sé por qué, pero Dios simplemente tendrá que levantarte de entre los muertos.”
Isaac, este fuerte adolescente, pudo haber resistido a este hombre de más de 100 años de edad, pero voluntariamente se sometió, llegando a ser una ilustración del Señor Jesucristo. Y se acostó sobre el altar. Y Abraham levantó el cuchillo para enterrarlo en su hijo, cuando oyó una voz: “¡Abraham, Abraham! No le hagas daño al muchacho. Yo he provisto un sustituto.”
Entonces Abraham alzó sus ojos, y ya había un carnero trabado en un zarzal. La palabra hebrea “sabak” significa espinas. Sus cuernos estaban enredados en las espinas. Dios le dijo a Abraham: “Toma el carnero y sacrifícalo en lugar de tu hijo.”
Y ese carnero, trabado en un zarzal, ese carnero coronado con espinas, llegó a ser el sacrificio ese día en lugar del que debía haber sido sacrificado.
Con razón Jesús dijo: “Abraham se gozó de ver mi día; Abraham se gozó en mi día.” Dios predicó el evangelio a Abraham siglos antes, porque un sacrificio se levantó y quedó libre, pero el coronado con espinas fue sacrificado. Este es el misterio salvador de la corona.
Escúcheme: Abraham edificó muchos altares. Si estudias su vida, encontrarás altares a lo largo del camino. Pero él nunca construyó otro altar después de este episodio. ¿Por qué? Porque en este altar perfecto se ilustra el sacrificio perfecto.
Y les diría algo más, amigos: después de la muerte de Jesucristo sobre esa cruz, no hay necesidad de otro altar, porque “con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos 10:14). El edificar otro altar es blasfemia. ¡Consumado es! ¡Está terminado! ¡Cancelado! Jesús pagó la deuda. Jesús lo pagó todo, y todo se lo debo a Él.
La majestad soberana de la corona de espinas de Jesús
El pecado carmesí manchó, pero Él me limpió. Él cargó con nuestra maldición, con nuestros pecados, a la cruz. Llevó una corona de espinas: la maldad, la impureza, la inmundicia de nuestro pecado. El mismo pecado que vivió en la copa lo cargó sobre su cabeza al ir al Calvario.
Lo último que quiero que veamos no es solo el ministerio salvador de esa corona, sino la majestad soberana de esa corona. ¿Cree usted que Jesús murió como una indefensa víctima? ¿Cree que Jesús murió porque las cosas estaban fuera de control? ¿Piensa que quizás Satanás estaba sobre el trono y estaba manipulándolo todo?
Permítame darle un versículo. Anótelo en el margen: Hechos 4:27-28. Los apóstoles estaban predicando después de la resurrección de Jesucristo, viendo ahora con sus ojos lavados con lágrimas y con fe reveladora. Hablan acerca de aquellos que lo crucificaron: “Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera.”
No fue incidental ni accidental, sino un drama planeado en el corazón y mente de Dios.
Cuando Jesús llevó esa corona, Él era la majestad soberana, no una indefensa víctima. Lo que Dios ordenó de antemano se llevó a cabo. Dios estaba en control.
Las coronas siempre han sido un símbolo de autoridad. Carlomagno usó una corona. Los historiadores lo llaman Carlomagno el Grande. Él poseía una corona octogonal, cada lado tenía una placa de oro incrustada con rubíes, esmeraldas y diamantes. Así era la corona de Carlomagno el Grande.
Jesús, en gloria, usará una corona: una corona de paz, una corona de justicia, una corona de gloria. Pero en lo que a mí concierne, nunca usó una corona tan preciosa como la de espinas. La soberana majestad de esa corona. Los rubíes, como dije, eran las gotas de Su sangre.
Llamado a la salvación
Amigo, me permite un minuto más de su tiempo. Lo más importante es que usted conozca al Señor Jesucristo como su Salvador personal. La Biblia dice que “el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:17). Y la voluntad de Dios es que usted reciba a Jesucristo como su Señor y Salvador.
Usted puede hacerlo ahora mismo donde está, y le prometo que Dios lo salvará. Cristo pagó por sus pecados con Su sangre en la cruz, y la Biblia dice muy claramente: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16:31). Esta palabra “creer” significa confiar. Confíe en Él con todo su corazón.
De esta manera: “Señor Jesús, gracias por morir por mí. Y ahora, por la fe, te recibo como mi Salvador y Señor personal. Comienza a hacerme la persona que Tú quieres que yo sea.”
Si usted oró esta oración sinceramente, escríbame y hágamelo saber. Yo le enviaré literatura que le ayudará a iniciar su vida cristiana.