La Fe del Profeta Daniel

La confianza inquebrantable del Profeta Daniel en Dios lo llevó a superar pruebas, desafíos y a mantenerse firme en su fe.

La Fe del Profeta Daniel
Daniel 6

El Profeta Daniel ha vivido ya unos sesenta y ocho años en la ciudad de Babilonia. Ha vivido bajo el reinado de tres reyes, y tiene unos ochenta y cinco años de edad. Ha pasado por muchas severas pruebas y tentaciones, pero ha permanecido fiel a su Dios, a su conciencia y a sus semejantes. Observemos:

I. Su integridad. «No hallaremos contra este Daniel ninguna ocasión para acusarle, si no la hallamos contra él en relación con la ley de su Dios» (v. 5). Sus mismos enemigos dan testimonio de la pureza de su vida. Su carácter era invulnerable, el profeta Daniel tenía un corazón conforme a Dios. Como hombre de oración y de fe era intachable, incluso en los detalles de su ardorosa vida de negocios.

La corriente subyacente de su vida era tan pura como la superficial. Éste era el secreto de su fuerza moral. La vida diaria es quizá la prueba más severa del carácter cristiano, pero los de puro corazón verán a Dios, y viéndole resistirán.

II. Su firmeza. «Cuando supo Daniel que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén. oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes» (v. 10). Su plan era provocar una colisión entre la ley de los medos (inalterable) con la de Daniel y su Dios.

Aunque él sabía que habían logrado fabricar y tender un lazo a sus pies, confiaba en Dios, y siguió haciendo lo que siempre había hecho. Las circunstancias, por adversas que fueran, no ejercieron efecto alguno para cambiar su santo propósito de ser fiel a Dios y a su propia conciencia.

El General Gordon, durante la campaña del Sudán, solía poner su pañuelo a la puerta de su tienda cada mañana mientras oraba, y nadie osaba entrar hasta que esta señal era quitada. Valor, hermano, no tropieces en tu vida de oración. Sé firme en tu fe y en tu práctica.

III. Sus padecimientos. Fue indudablemente perseguido por envidia (v. 3). La cobarde trama de sus enemigos pareció tener éxito. Daniel es condenado a los leones. Ésta era la forma persa de castigo capital, como lo era el horno de fuego para los babilonios.

Ésta es una poderosa prueba de la autenticidad del libro. Y ésta fue una gran crisis en la experiencia del profeta. ¿Tiene que ser todo sacrificado para aplacar la ira de estos aborrecedores de la piedad? Cada sacrificio que hagamos por Dios nos da un más pleno goce de la salvación de Dios.

IV. Su liberación. «Mi Dios… cerró la boca de los leones», etc. (vv. 20-22). Ésta era una nueva experiencia del poder de Dios. Mientras sus enemigos se regocijan por su supuesta destrucción, Daniel se regocija en una nueva salvación. Dios vindicará la fe de su siervo fiel. Él es poderoso para hacer mucho más de lo que pensamos.

V. Su fe. «Porque había confiado en su Dios» (v. 23). Dios no se negará a Sí mismo. Confiar en Él es honrarle. El secreto de la victoria en la vida cristiana se encuentra en nuestra identificación de vida y propósito con Él.

VI. La condenación de los enemigos. «Fueron echados en el foso de los leones, … los leones se apoderaron de ellos y quebraron todos sus huesos» (v. 24). El triunfo de los malvados es para poco tiempo. Cavaron un hoyo para el siervo de Dios, y ellos mismos cayeron en él, como sucedió con Amán, que fue colgado de su propia horca.

Así como estos enemigos de Daniel tuvieron que ver con el Dios de Daniel, así los enemigos del Evangelio tendrán que vérselas ante el Dios del Evangelio.

Rechazar la Palabra de Dios es rechazar al Dios de la Palabra. La ira de Dios tendrá que permanecer sobre el incrédulo (Jn. 3:360. Bienaventurados todos los que en Él confían.

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