Los Sufrimientos de Cristo

Los Sufrimientos de Cristo, Su pasión en la cruz fue el culmen de un camino de humillación y dolor, demostrando que ningún sufrimiento fue demasiado grande para rescatar a los que ama.

Los sufrimientos de Cristo en Mateo 12:31, Jesús advierte sobre la blasfemia contra el Espíritu Santo, un pecado imperdonable, mostrando así la seriedad de rechazar la obra redentora de Dios. Su dolor no fue solo físico, sino también espiritual, al cargar con el peso de nuestros pecados y enfrentar la dureza de los corazones humanos.

Mateo 12:31

¿Como, y de qué manera, sufre el Espíritu Santo por causa de los hombres? Él se ve

I. Blasfemado por la presunción humana (Mt. 12:31, 32). Si comparamos el versículo 24 con el versículo 28, se verá con claridad el pecado de que se trata. Ellos decían: «Éste no echa fuera los demonios sino en virtud de Beelzebú».

Jesús dijo: «Yo echo fuera los demonios en virtud del Espíritu de Dios». Por ello, ellos atribuían la obra del Espíritu a la obra del diablo, blasfemando con ello contra el Espíritu Santo. ¿Y cuán mejor es atribuir la obra del Espíritu Santo a la «mera excitación » o a la inteligencia del predicador?

II. Insultados por la soberbia del hombre. En Hebreos 10:29 leemos de aquellos que en el orgullo de su corazón «han hollado al Hijo de Dios, y… tenido por inmunda la sangre del pacto… y… ultrajado al Espíritu de gracia». Negar la divinidad de Cristo y el gran valor de la Sangre es menospreciar el testimonio del Espíritu Santo, e insultarlo abiertamente. Los que se pasan sin la Sangre carecen del Espíritu (1 Jn. 5:8).

III. Contristado por la desobediencia de los hombres. «En su amor y en su clemencia los redimió, … mas ellos fueron rebeldes, y contristaron su Santo Espíritu» (Is. 63:9, 10). Pensemos en esto: redimidos pero rebelándose y contristando al Santo.

¡Cuán a menudo, cuando Él nos revela alguna fealdad inesperada adentro, en lugar de sentirnos agradecidos por el descubrimiento, el orgulloso corazón se rebela y rehusa confesar! Así queda contristado el Espíritu Santo, y no puede dar la bendición que quisiera, debido a la terquedad de nuestra voluntad.

IV. Resistido por la incredulidad de los hombres. «Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros» (Hch. 7:51). «Y vemos que no pudieron encontrar a causa de su incredulidad » (He. 3:19). Al dudar de la Palabra de Dios, se presenta resistencia al Espíritu de Dios, porque la Palabra es su espada. Si el Espíritu Santo debe tener plena posesión de la tierra de Canaán del corazón, a fin de eliminar todas las fieras (concupiscencias), y todo lo que contamine el monte santo, entonces se deben creer las promesas de Dios, o se estará presentando resistencia al Espíritu.

V. Tentado por la insinceridad de los hombres. «¿Por qué os pusisteis de acuerdo para tentar al Espíritu del Señor?» (Hch. 5:1-9). Ananías y Safira, al intentar engañar a sus hermanos, tentaron y mintieron al Espíritu Santo. Uno se hace culpable de esto cuando pretende ante sus hermanos que está totalmente entregado a Dios, y al mismo tiempo está abrigando un pecado secreto. ¡Cuidado con ser más santo delante de los hombres que delante de Dios, y de tentar al Espíritu Santo: sí, tentándole a dejarte en tu propio engaño. «Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio» (Sal. 51:10).

VI. Apagado por los prejuicios de los hombres. «No apaguéis el Espíritu; no menospreciéis las profecías» (1 Ts. 5:19, 20). Me parece que lo aquí prohibido es un pecado muy común, la indiferencia frente al mensaje de Dios, debido a que quizá el mensajero no sea exactamente como a nosotros nos gustaría. Este prejuicio secreto, que es frecuentemente resultado del sectarismo, puede ser desconocido para nuestros compañeros, pero es conocido y sentido por el Espíritu Santo, y cuelga como velo entre su influencia y el alma.

VII. Contristado por la frivolidad humana. «No contristéis al Espíritu Santo» (Ef. 4:30). Esta solemne exhortación se halla entre estas otras dos: «Salga de vuestra boca… la [palabra] que sea buena para edificación » (v. 29), y «Quítense de vosotros toda amargura y… maledicencia» (v. 31).

¡Cuán a menudo es contristado el Espíritu por la conversación ligera y sin provecho de los cristianos! Contristado porque Él quiere enseñarnos para provecho. Él no puede unirse en la conversación carente de provecho, y mucho menos en la maledicencia.

El Espíritu Santo no puede permitirse la frivolidad. ¿Y por qué nosotros? Pongamos una guardia en la puerta de nuestros labios. Los hombres llenos del Espíritu Santo son hombres serios.

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