ABRAHAM, HOSPEDANDO Y SIRVIENDO
Génesis 18:1-17
Todo incidente en el Antiguo Testamento da alguna verdad del Nuevo. Leamos esta porción a la luz de la nueva revelación.
"Después le apareció Jehová en el encinar de Mamre, estando él sentado a la puerta de su tienda en el calor del día. 2 Y alzó sus ojos y miró, y he aquí tres varones que estaban junto a él; y cuando los vio, salió corriendo de la puerta de su tienda a recibirlos, y se postró en tierra, 3 y dijo: Señor, si ahora he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no pases de tu siervo."
I. Una visita bondadosa. «Le apareció Jehová en el encinar de Mamre...; y alzó sus ojos, y he aquí tres varones que estaban junto a Él» (Gn. 18:1, 2). Este es un lenguaje notable, que Jehová se manifestara en forma de tres. ¿No sugiere esto la Trinidad de la Divinidad? Toda la Trinidad está interesada y ejercitada buscando bendecir y salvar al hombre.
El Padre amó, y envió a su Hijo; el Hijo amó, y se dio a Sí mismo a la muerte para redimir; el Espíritu amó, y vino para hacer su morada en el corazón creyente. Esta triple salvación está resumida en la bendición: «La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo» (2 Co. 13:14).
II. Una recepción cordial. La manera en que Abraham recibió a los visitantes, y sus varios actos para con ellos, pueden servirnos para ilustrar cómo un alma cansada y ansiosa puede recibir a Jesús, y ser atraída a Él, anhelosa de Él.
1 HABÍA DESEO VEHEMENTE. «Alzó sus ojos y miró» (Gn. 18:2). Se ha efectuado una buena obra en nosotros antes de que siquiera levantemos nuestros ojos. Es seguro que el Señor se aparecerá en gracia a aquellos que miran. Miraron y fueron alumbrados.
2 HABÍA ÁNIMO PRONTO. «Salió corriendo a recibirlos.» Fue de prisa para agasajar a todos cuantos vinieron 1 a verlo. Cuando el corazón tiene verdadera hambre del pan de vida, lo recibirá de buena gana. Toda alma que suspira por Cristo se apresurará hacia Él.
3 HABÍA ESPÍRITU HUMILDE. «Se postró en tierra.» Cuanto más nos acercamos a Cristo, Visitante celestial, tanto más indignos vemos que somos. El camino a Dios es el de la humillación de nosotros mismos. Cuanto más nos aproximamos a su luz, tanto más indignas parecen las vestimentas de nuestra propia justicia.
4 HABÍA CONFESIÓN VOLUNTARIA. Abraham dijo: «Señor». Cuando un alma ha encontrado el camino a la presencia de Jesucristo, esperamos oír el lenguaje de confesión y testimonio. «¡Señor mío!» Estas dos palabritas implican dos grandes pensamientos: 1) apropiación; 2) completa sujeción. Él es mío y yo soy suyo.
5 HABÍA AMOR A LA COMUNIÓN. «Si ahora he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no pases de tu siervo» (Gn. 18:3). ¿Qué podía ser más natural? El alma que ha hallado al Señor desea vivamente quedar en su presencia. En su presencia hay plenitud de alegría. El corazón solitario encuentra su hogar en el seno de su amor.
6 HABÍA DESEO DE QUE SE REFRESCARAN. «Recostaos… y sustentad vuestro corazón» (Gn. 18:4, 5). En nuestro egoísmo somos propensos a satisfacernos con obtener su favor y bendición, omitiendo buscar descanso para su alma y solaz para su corazón. Cristo nos dio reposo y consuelo al darse a Sí mismo por nosotros; démosle nosotros descanso y solaz al darnos nosotros mismos a Él.
7 HABÍA PRONTITUD PARA SERVIR. «Abraham fue de prisa y tomó y dio» (Gn. 18:6, 7). El amor presta rapidez a los pies voluntariosos. «Dios ama al dador alegre» (2 Co. 9:7). El Servicio cristiano ha de ser con solicitud y gozo, «Todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor» (Col. 3:23). «El amor de Cristo nos constriñe» (2 Co. 5:14).
III. Una recompensa bendita. «¿Encubriré Yo a Abraham lo que voy a hacer?» (Gn. 18:17). La devoción de Abraham es recompensada con una revelación del propósito secreto del Señor. El secreto del Señor es para los que le temen. El camino a las cosas más profundas de Dios muchas veces se halla mediante el sacrificio de uno mismo y el servicio activo.
Si queremos conocer la sabiduría oculta de Dios, y alimentamos con lo mejor del trigo, tenemos que ponernos nosotros mismos y todo lo que poseemos a los pies de nuestro Señor. Abre tu corazón a Él, y el suyo estará abierto a ti.