EL CARÁCTER DE CRISTO
Mateo 12:18-21
En estos versículos tenemos un hermoso y correcto retrato de nuestro divino Señor. Enseñados por el Espíritu de Dios, ojos claros le vieron distintamente, aunque de lejos. Amigos, si queréis ver a Jesús, vedle ante vosotros aquí como:
I. El escogido. «Mi siervo, a quien he escogido». Este escogimiento fue hecho antes de la fundación del mundo (Ef. 1:4). Era una elección constreñida por infinita gracia: elegido como Cordero para ser inmolado. Aunque los hombres le desaprobaron, Él es todavía el escogido de Dios, y precioso. Convengamos con la elección de Dios.
II. El obediente. «He aquí mi siervo». Este es el siervo que no podía cansarse ni desmayar (Is. 42:4). Se deleitó en hacer la voluntad del Padre. Dijo al comienzo de su servicio: «En los negocios de mi Padre me es necesario estar» (Lc. 2:49); y a su terminación: «He acabado la obra que me diste que hiciese» (Jn. 17:4). Fue «obediente hasta la muerte» (Fil. 2:8), porque su amor era más fuerte que la muerte.
III. El Amado. «Mi Amado, en quien se agrada mi alma». Hay para nosotros aquí una fuerte consolación, en que Cristo fue, como el Siervo de Dios y en la semejanza a los hombres, agradable en todo al corazón de Jehová.
Abre del todo la puerta por la cual podemos ser aceptos en el Amado.
IV. El ungido. «Pondré mi Espíritu sobre Él.» En el Jordán esta Escritura fue cumplida cuando el Espíritu como paloma descendió sobre Él. Allí y entonces fue sellado por Dios el Padre (Jn. 6:27), reconocido y preparado para la gran obra que tenía que hacer. Esto lo necesita todo cristiano.
V. El revelador. «Anunciará juicio.» La verdad es dada a conocer por medio de Él, porque Él es la Verdad. Entrar en contacto con Cristo es entrar en el juicio (la verdad) de Dios, tocante a nosotros y a Él. Cristo como sabiduría de Dios habla las palabras de Dios (Jn. 3:34).
VI. El humilde. «No contenderá, ni voceará.» ¿Cómo podía hacerlo, cuando se había encomendado a Aquel que era poderoso para guardar? Nunca buscó el favor de los hombres por su propia causa. «Soy manso y humilde de corazón» (Mt. 11:29). Cuando un cristiano contiende y vocea, es evidencia de debilidad y falta de fe. «El siervo del Señor no debe ser contencioso» (2 Ti. 2:24).
VII. El simpatizante. «La caña cascada no quebrará, y el pábilo que humea no apagará.» No quebrará la calla cascada de una vida cristiana débil y sin música. Con ternura y paciencia la ligará. No apagará el pábilo de un testimonio cristiano vacilante y sin poder, mas derramará en Él un nuevo suministro del Espíritu de gracia. La falta de aceite (el Espíritu) resulta en un testimonio humeante.
VIII. El conquistador. «Sacará a victoria el juicio.» Su verdad triunfará. «Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho» (Is. 53:11).
IX. El confiable. «En su nombre esperarán los gentiles.» Su nombre es como clavo hincado; soporta todo lo que cuelga de Él. Y no como los colgaderos podridos que los hombres hacen y fijan para sí (Hch. 4:12).