El Carácter de la Sabiduría. Bosquejos Bíblicos para Predicar Proverbios 8:12-36
Una vez más aquí, como en 2:20-23, tenemos en los versículos iniciales de este capítulo una revelación de la angustiada actitud de la Sabiduría para con los hombres. La voz de la Sabiduría, como la luz del sol, es para todos los hombres.
Esta voz, como la voz del sol, puede ser silenciosa, pero es sin embargo la voz de Dios, porque es la voz del Carácter. El mundo puede cerrar sus oídos al clamor de Cristo, pero no puede ahogar aquella voz plañidera. «Oh, hombres, a vosotros clamo; dirijo mi voz a los hijos de los hombres.» ¡Cuán cristianas son las características de la Sabiduría! Observemos:
1. La personalidad de la sabiduría. «Yo, la sabiduría, habito con la cordura» (v. 12). Aquí la personalidad es divina; se afirman cualidades que pertenecen propiamente al Hijo Eterno. Dios es Amor, Dios es Luz, y Dios es Sabiduría.
2. Los poderes de la sabiduría. «Mío es el poder. Por mí reinan los reyes, y los príncipes decretan lo que es justo» (vv. 14-16). Su nombre será llamado Admirable, Dios fuerte. El Dios eterno, el creador de los confines de la tierra, nunca se fatiga; y Él da poder al fatigado, y aumenta la fuerza de los impotentes (Is. 40:28-29).
No hay poder sino de Dios. Toda potestad, dice Cristo, me ha sido dada.
3. El ofrecimiento de la Sabiduría. «Me hallan los que madrugan para buscarme» (v. 17). Si alguien me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré a él. La sabiduría celestial es impartida al corazón abierto y diligente. Cristo se revela a Sí mismo como una recompensa al buscador diligente. Le hallaréis cuando le busquéis a ÉL de todo corazón (Jer. 29:13). Buscad primero el Reino de Dios. He aquí ahora el tiempo aceptable.
4. La riqueza de la sabiduría. «Las riquezas y la honra están conmigo; riquezas duraderas y justicia. Mejor es mi fruto que el oro» (vv.18-19). Sus riquezas solo pueden ser dadas con honor; sus riquezas duraderas con justicia.
Las riquezas inescrutables y eternas de Cristo son conectadas con su justicia santa y eterna. Para ser eternamente ricos tenemos que ser eternamente rectos. En Él mora toda la plenitud. «¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro jornal en lo que no sacia? Oídme atentamente», etc. «Te aconsejo que de mí compres oro refinado por fuego, para que seas rico» (Ap. 3:18).
5. La gracia de la sabiduría. «Por vereda de justicia guiaré… para hacer heredar a mis amigos el ser, y que yo hincha sus tesoros» (vv. 20-21). No solo están sus manos llenas de riquezas, sino que su corazón está lleno de amor y de misericordia, buscando conducir a otros en las gozosas posesiones de sus tesoros.
No es difícil para el ojo ungido ver aquí a Jesús. Él conduce a Justicia, para que pueda llevar a una herencia incorruptible. ¡Oh las riquezas de la gracia que «nos lleva a amarle» para que podamos ser hechos partícipes de sus infinitas riquezas, y así ver llena la tesorería de nuestro corazón de toda su plenitud (Ro. 5:17)!
6. El testimonio de la sabiduría. El maravilloso lenguaje empleado en este pasaje (vv. 22-31) podría solo provenir verazmente de labios de uno que fuera y sea igual a Dios. de los abismos fue engendrada, antes que existiesen las fuentes de las muchas aguas, antes que los montes o los collados (vv.
Antes 24-25).
Estaba presente cuando Dios formaba los cielos, etc. (vv. 26-29). Estaba con Dios, ordenándolo todo, y era su delicia diariamente, regocijándose siempre delante de Él (v. 30). Sus deleites eran con los hijos de los hombres (v. 31). Ésta era la Palabra que fue hecha carne, y moró entre nosotros. Este es Aquel que estando en forma de Dios, tomó sobre sí forma de siervo, y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de Cruz.
7. El consejo de la sabiduría. «Ahora, pues, hijos, oídme; dichosos son los que guardan mis caminos» (v. 32). «Éste es mi Hijo amado, a Él oíd.» ¡Qué privilegio escuchar sus palabras y recibir su invitación! ¡Y qué locura hacerle oídos sordos! La bendición que enriquece se puede encontrar en Él: sus veredas son veredas deleitosas, así como seguras.
8. La promesa de la sabiduría. «Porque el que me halle, hallará la vida, y alcanzará el favor de Jehová» (v. 35). La vida y el favor divinos solo pueden hallarse en Aquel que es la Sabiduría de Dios y el Poder de Dios. «Yo soy el Camino, y la verdad y la Vida, nadie viene al Padre sino por mí». Y he venido para que tengan vida. «El que tiene al Hijo tiene la vida».
9. La advertencia de la sabiduría. «El que peca contra mí, a sí mismo se daña; todos los que me odian, aman la muerte» (v. 36). Pecar contra Dios es abocarse a la autodestrucción. Cocear contra sus aguijadas es herir nuestros propios pies y preferir la muerte a la vida. Pecamos contra Él cuando rehusamos creer su Palabra y someternos a Él.
Al pecar así contra Él, contra su amor y sus misericordiosos ruegos, dañamos nuestra propia alma al obligarla a morar en una condición de tiniebla espiritual, de culpa y de condenación. Vuestro pecado de incredulidad y de rebelión puede que no perjudique a Dios, pero es un terrible perjuicio para vuestra propia alma.