EL ISRAEL ESPIRITUAL, O TESTIMONIO PARA DIOS
Isaías 43:1-10
No es justo tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perros; tampoco es justo tomar el pan judío, y echarlo todo a los gentiles. Las grandes y preciosas promesas dadas en este capítulo son para Israel, y es mucha e importante la verdad que se pierde aplicándolas exclusivamente a la Iglesia.
Israel, como la Iglesia de Dios, tiene delante de sí un futuro glorioso y triunfante. Sin embargo, todo lo que se dice aquí del judío es perfectamente cierto de la Iglesia, y puede ser enérgicamente aplicado a todos los cristianos que son la simiente espiritual de Abraham.
I. Son rescatados.
«No temas, porque yo te he rescatado; te he llamado por tu nombre; mío eres tú». Así como Israel fue redimido de la servidumbre y de las tinieblas de Egipto, llamado a una vida separada, y reclamado por Dios como posesión suya, así nosotros hemos sido redimidos de la esclavitud del pecado y de Satanás, llamados a una vida separada, y reclamados por Dios como de Él como su propia posesión adquirida. No sois vuestros, porque habéis sido comprados con precio, redimidos por la preciosa sangre de Cristo.
II. Son preservados.
«Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo… Cuando pases por el fuego, no te quemarás» (v. 2). Ninguna nación ha pasado jamás por unas aguas tan profundas y turbulentas como el judío. Ningún otro pueblo ha tenido que caminar por tal fuego de sufrimiento y persecución como ellos. Pero Jacob no ha sido anegado, ni la llama lo ha quemado. La razón es ésta: «Yo estaré contigo ».
Así como con Israel, así es con la Iglesia. Solo que los padecimientos de Israel se deben a sus pecados, mientras que los sufrimientos de la Iglesia han sido por causa de Cristo. Cada redimido debe pasar a través del fuego y de las aguas de la prueba. Pero «No temáis» es la palabra alentadora del Salvador, porque «Yo estaré contigo» (Salmo 66:12; véase Salmo 23:4).
III. Son preciosos.
«En mis ojos eres de gran estima… yo te amo» (v. 4). Uno de los misterios de la gracia de Dios es cómo un pueblo extraviado y recaído puede llegar a ser de gran estima para Él. Este hecho demuestra que aquél a quien dios ama, lo ama intensamente (Deuteronomio 7:6). Dios no puede hacer nada superficialmente. Si Él salva, salva hasta lo sumo.
"Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra."
Cuando Él da vida, es vida en abundancia. La gran estima de ellos a los ojos de Dios es una garantía de su protección y seguridad. Somos preciosos delante de Él, no solo por lo que Él ha dado por nosotros, sino debido a lo que somos ahora, como miembros del cuerpo de Cristo, su Hijo.
IV. Son privilegiados.
«Los que para gloria mía he creado» (v. 7). La creación de Israel como nación es para la gloria de Dios, y Él será aún glorificado en su pueblo en este mundo presente (Oseas 1:10). Nosotros, como ellos, somos hechura suya, creados para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano, para que en ellas anduviéramos. Es para la alabanza de la gloria de su gracia que Él nos hizo aceptos en el Amado (Efesios 1:5, 6). La Iglesia de Dios, es el Cuerpo de Cristo, una nueva creación en Cristo Jesús para su propia gloria, y esta gloria será aún manifestada en las edades venideras (Efesios 2:7).
V. Son poderosos.
«Vosotros sois mis testigos, dice Jehová» (v. 10). Un testigo es uno que tiene suficiente conocimiento para constituir prueba. El conocimiento, como el vapor, es un poder que no puede ser ignorado. El judío es un testigo del Cristo crucificado; el cristiano es un testigo del Cristo resucitado. A los judíos fueron encomendados los oráculos de Dios (Romanos 3:1, 2), que les dieron poder para Dios.
La Iglesia ha recibido el Espíritu Santo de Dios, para que tuviera poder de testimonio para Dios (Hechos 1:8). Cada judío es un testigo, y lo mismo sucede con cada miembro del cuerpo de Cristo.
Nuestro testimonio depende de lo que somos, no de lo que decimos. Si somos monumentos de su gracia, seremos testigos para Él. Lo que se dijo de Cristo es también cierto de cada uno que esté en Él: «He aquí que yo lo di por testigo a los pueblos».