El «No temas» del rey debió caer en sus oídos como un son de campanas de plata. Pero ¿quién era este príncipe Mefi-bóset? Era hijo de Jonatán, el último superviviente de la casa real de Saúl. Cuando llegaron las nuevas de la muerte del rey Saúl y de sus hijos sobre el fatal campo de batalla de Gilboa, su ama, tomando en sus brazos al recién nacido de Jonatán, huyó con él a Lodebar. En su precipitación, se le cayó al suelo, y se quedó para siempre lisiado de los pies.
Habían pasado dieciséis años cuando David indagó: «Ha quedado alguno de la casa de Saúl, a quien haga yo misericordia por amor de Jonatán?» y, al saber de este príncipe lisiado sobreviviente, mandó que lo llevasen a su regia presencia. Mefi-bóset debió emprender el camino con el corazón lleno de temor; cuando por fin le introdujeron a la presencia del rey, debía esperar la muerte. Pero no vio más que la gracia derramándose sobre él.
Ésta es una atrayente imagen de la salvación. Convicto de pecado y consciente de tu condición perdida y arruinada, ¿sientes que no osas mantener ninguna esperanza de conseguir su gracia y favor? Entonces escucha y aplícate esta historia.
I. Él era enemigo del rey, debido a su relación con Saúl, aunque, a Dios gracias, el rey no era enemigo de este pobre y tembloroso príncipe. Por naturaleza somos enemigos de Dios, si bien Dios no es enemigo nuestro y está siempre rogándonos que nos reconciliemos con Él.
II. Cojeaba debido una caída. Y así nos sucede a nosotros. ¡Cuánta
debilidad moral y espiritual, enfermedad y flaqueza son nuestras debido a la Caída!
III. Estaba en un país lejano, apartado del rey. Lejos, muy lejos de Jerusalén, el lugar de bendición, de paz y de adoración, en Lodebar, «lugar sin pan». También nosotros estamos por naturaleza en el país lejano, apartados, lejos de Dios.
IV. Fue buscado por el rey. No, no se trataba de que Mefi-bóset buscase al rey, sino que el rey le buscó a él. ¿En qué piensas que difiere la fe cristiana de todas las otras fes que jamás haya habido o pueda haber? En esto y solo en esto: que todas las otras fes describen al hombre como en primer término buscando a Dios (lo cual no es cierto, porque el hombre, dejado a sí mismo, no quiere a Dios), pero la fe cristiana muestra a Dios buscando al hombre, lo único que se ajusta a la realidad. El hombre es indiferente para con Dios; pero Dios no es indiferente para con el hombre.
V. Fue recibido con su deformidad, tal como era, sin ningún intento de mejorarse a sí mismo. ¡Ah!, esto debemos recordarlo:
«Tal como soy, sin más decir, Pues que derramaste tu sangre por mí, Y que me invitas a venir a ti: Cordero de Dios, yo vengo a ti».
VI. Fue recibido por causa de otro, por amor de Jonatán. Y somos recibidos por causa de otro, por causa del Señor Jesucristo. «Aceptados en el Amado.»
VII. Aprendió a valorarse a sí mismo con cordura, pero solo después de acudir ante David: Cuando Mefi-bóset dijo: «Quién es tu siervo, para que mires a un perro muerto como yo?», puede simplemente haber estado practicando el hábito oriental de menosprecio propio en presencia de un superior. Pero puede haberse tratado de una expresión genuina y sincera de sus más profundos sentimientos. Pero observemos que solo expresó esto después de haber acudido a David. Es solo después de haber acudido al Señor Jesús que adoptamos opiniones humildes y más justas acerca de nosotros mismos, y llegamos a ver el pecado a la luz del cielo.
VIII. Ganó con David más de lo que había perdido. Lo que había perdido lo recuperó, y además la amistad y comunión de David. Ganamos más en Cristo de lo que perdimos en Adán.
IX. Moró con el Rey en el palacio real, y participó de la mesa regia:
«porque comía siempre a la mesa del rey». ¡Ah, que nuevas más maravillosas! Y nosotros también podemos dejar el pozo y el muladar y morar en el lugar santísimo por la Sangre de Jesús.
Pobre pecador, acusado por tu conciencia, que temes un juicio justo y merecido, escucha las palabras de nuestro bendito Señor: «No tengas temor, porque yo a la verdad haré contigo misericordia por amor de Jesús». Por tanto, puedes tener total confianza de hallar misericordia y de aferrarte a la Roca de la Eternidad.

