Pero todo esto se cumplirá literalmente cuando el Hijo de Dios aparezca con poder y gran gloria. ¿Cuáles son las características de esta bendita edad, como se revela en este Salmo? Habrá:
I. Rectitud universal. «Él juzgará a tu pueblo con justicia» (v. 2). Esta justicia es la justicia de Dios (v. 1). La justicia de los hombres resulta en trapos de inmundicia en comparación con ésta. «He aquí que reinará un rey con rectitud» (Is. 32:1). La ley saldrá de su boca, y nunca será torcida por los egoístas y torcidos propósitos de los hombres. «Aplastará al opresor» (v. 4). La codicia del avaro y la arrogante soberbia del tirano serán aplastadas por el poder de su juicio. Los pobres de espíritu serán los bienaventurados en su reino (Mt. 5:3).
Cuando Él reine serán abatidos todo gobierno presuntuoso y autoridad arrogante.
II. Avivamiento universal. «Descenderá como la lluvia sobre la hierba cortada; como el rocío que destila sobre la tierra» (v. 6). Él, como la lluvia, descenderá del cielo. Él vendrá en un tiempo de gran necesidad sobre la hierba cortada. La hierba que ha sido cortada está en gran peligro de ser quemada hasta las raíces. Él vendrá como rocío que destila sobre la tierra. El rocío es una gran bendición. El efecto de la tan anhelada lluvia es la renovación de toda la faz de la Naturaleza: el resultado de su venida sobre una humanidad segada será un poderoso avivamiento y refrigerio desde la presencia del Señor. Todo lo que sea regado por este río vivirá (Ez. 47:9).
III. Prosperidad universal. «Florecerá en sus días la justicia, y muchedumbre de paz» (v. 7). La carga de los armamentos nacionales se desvanecerá entonces (Is. 2:4). La justicia, y no la fuerza, será el principio de gobierno popular «en sus días». La maldad y el engaño, en todas sus formas, como los inmundos murciélagos, no podrán presentarse abiertamente en los resplandecientes días de su gloria. Venga a nos Tu reino; hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo.
IV. Dominio universal. «Dominará de mar a mar, y... hasta los confines de la tierra» (v. 8). Todos los otros reinos serán quebrantados en pedazos (Dn. 2:24). Entonces los gentiles (o paganos) le serán dados en herencia, y los confines de la tierra como posesión de Él (Sal. 2:8). Él vino para que «el mundo sea salvo por medio de él» (Jn. 3:17). Toda rodilla se doblará aún ante Él, y toda lengua confesará que Él es Señor.
V. Sometimiento universal. «Los reyes... traerán presentes... dones. Todos los reyes se postrarán delante de él; todas las naciones le servirán » (vv. 9-11). Las lenguas de muchos burladores son elocuentes ahora, pero morderán el polvo cuando Él venga (Mi. 7:17). El mundo necesita un Gobernante. Como la Reina de Sabá acudió a Salomón para probarle, al oír su fama, así los reyes de toda la tierra se verán constreñidos a venir a Aquel que es Rey de reyes, y Señor de señores.
Los reinos de este mundo vendrán a ser el reino de nuestro Señor y de su Cristo (Ap. 11:15). Él reinará para siempre jamás.
VI. Bienaventuranza universal. «Será echado un puñado de grano... Su fruto hará ruido como el Líbano... los de la ciudad florecerán cono la hierba de la tierra. Será su nombre para siempre... benditas serán en él todas las naciones; lo llamarán bienaventurado» (vv. 16-17). Cuando la ciudad florezca como la hierba, no habrá lugar para los bajos fondos. Ahora hay bendición en Él por medio de la fe, y habrá después bendición en Él, entonces, por vista; y tanta bendición habrá que todas las naciones le llamarán Bendito a Él, por cuanto Él es el Bendecidor universal (Ef. 1:3). Entonces se cumplirá el anuncio angélico de Lucas 2:14.
VII. Gloria universal. «Bendito su nombre glorioso para siempre, y toda la tierra sea llena de su gloria» (v. 19). La gloria de este nombre que ahora transfigura el alma transfigurará entonces en mundo. Porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria del Señor, como las aguas cubren la mar (Hab. 2:14). Ésta es la obra de Aquel que es «magnífico en santidad, terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios».

