EL ROSTRO DEL SEÑOR. Bosquejos Biblicos para Predicar Salmo 27:8
« ¡Qué contraste más acusado tenemos aquí en estas dos Escrituras! En la primera tenemos una escena de horror sin parangón. No hay nada más terrible en la Sagrada Escritura ni en ninguna otra literatura. Hombres y mujeres clamando aterrorizados para que la naturaleza les esconda «del rostro del que está sentado sobre el trono», y clamando en vano. Pero el segundo pasaje nos introduce a una escena de paz y de gloria.
La negrura y la tiniebla han dado paso a la luz de una brillante mañana de verano. En lugar del angustiado grito de terror y espanto tenemos las notas seductoras y calmantes de la adoración. El mismo rostro, para un grupo un horror inexpresable, pero para otro grupo un deleite exquisito; los unos huyendo despavoridos de delante de aquel rostro santo, y los otros buscando el mismo de todo corazón y con fervor. ¡Qué contraste más acusado! ¿A qué se debe?
«No me verá hombre, y vivirá» (Éx. 33:20). Ésta fue la palabra del Señor a Moisés. Esto, desde luego, no significa que Él desee ocultarse de nosotros. Desechemos este pensamiento. ¡Sí, Él quiere que busquemos su rostro! Lo anterior significa sencillamente que el rostro de Jehová, que comporta todo el resplandor de su gloria manifestada, es algo que ningún ser humano puede soportar, porque su contemplación abrumaría y quebrantaría nuestra constitución.
Hemos conocido casos de personas que al ver de repente e inesperadamente el rostro de un hijo o de una hija largamente perdidos, el gozo fue tan grande que la frágil constitución de un padre o madre ancianos no pudo soportarlo, y sobrevino la muerte. Por esta razón, en casos de esta naturaleza hablamos de la sabiduría de «introducir la noticia» poco a poco.
Y esta obra preparatoria es necesaria tocante a la visión del rostro del Señor. Esto queda bien ilustrado en estas dos Escrituras delante de nosotros. El hecho de que «verán su rostro» (Ap. 22:4) el día venidero es considerado por los creyentes como un privilegio inefable, porque están ahora pasando aquí abajo por las etapas preparatorias.
En cambio, la masa de gente mundana está aterrorizada ante la perspectiva de verle, porque están conscientes de no estar dispuestos ni preparados. La mejor preparación para contemplar su rostro el día de mañana es contemplarlo aquí y ahora. ¿Cómo es posible esto? El primer y más importante paso preparatorio es el que tomó Moisés, esto es, dirigirse a la hendidura de la Roca (Éx. 33:22). Hay otra Roca, abierta por una tempestad más terrible, abierta por un rayo de la justicia divina: se trata de la Roca de la Eternidad, la Roca que es Cristo.