El Sacrificio de Cristo. Bosquejos Bíblicos Para Predicar Efesios 5:1
Desde Edén hasta la Cruz de Cristo se mantuvo ininterrumpida la línea roja sacrificial. Pero todos los sacrificios hallaron su culminación en el Cordero de Dios. Todas las ofrendas proveídas por el hombre quedaban muy alejadas de la justicia de Dios. En su misericordia a un mundo azotado por el pecado, Dios se proveyó de un Cordero (Jn. 1:29).
I. Lo que fue este sacrificio. Él «se entregó a Sí mismo por nosotros». No solo su amor, su tiempo, su poder, su sabiduría, su sangre, sino a Sí mismo, en toda la plenitud de su vida y de su valía moral.
II. A quién fue ofrendado. Él «se entregó… a Dios». A Dios como el Gobernante universal y Juez justo de todos. Se necesitaba el perdón, y sólo Dios podía darlo. Si Dios ha de salvar, lo hará con justicia. El es un Dios justo y Salvador. Justo ante todo.
III. Por quién fue ofrendado. Él «se entregó a Sí mismo por nosotros». En este nosotros Pablo se incluye a sí mismo, que había sido blasfemo e injuriador. Por nosotros, pobres y menesterosos, moralmente deformes y alienados de Dios. Y fue como el sustituto del pecador que Él murió.
IV. Cómo se hizo la ofrenda. Fue totalmente voluntaria. Él «se entregó a Sí mismo». Solo Aquel que tenía vida en Sí mismo podía entregarla por otros. Fue su propia elección, y era capaz de llevar a cabo esta obra. «Tengo poder para ponerla.»
V. Su naturaleza. «Ofrenda y sacrificio.» Dos aspectos de la misma ofrenda. La oblación (ofrenda vegetal) y el sacrificio por el pecado en una misma persona. La ofrenda nos muestra al «Amado Hijo», en quien Dios tenía toda su complacencia; el sacrificio nos señala al Sustituto hecho por nosotros maldición. Lo primero es la vida impecable de Jesucristo. Lo segundo es la muerte expiatoria.
VI. Su gran valor. «A Dios como… olor fragante.» Hubo aquello en la muerte de Cristo que fue para Dios infinitamente grato. Es por esto que la Sangre de Cristo es llamada preciosa. Nos regocijamos en su muerte, porque es un olor fragante para Dios.
VII. El motivo que lo constriñó. «Cristo nos amó.» Fue por el amor con que nos amó que se entregó a Sí mismo por nosotros. Y por ello mismo nos exhorta diciendo: «Que os améis unos a otros, como Yo os he amado» (Jn. 13:34).
VIII. Su propósito. «Sed, pues, imitadores de Dios… Y andad en amor» (vv. 1, 2). Imitemos su vida abnegada. Él no se agradó a Sí mismo. «Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame» (Mt. 16:24; cp. 5:44). El niño puede que sea una deficiente imitación del padre, pero mediante la obediencia puede llegar a crecer a su perfecta semejanza. «Que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo» (Col. 1:10).