LEVANTADO. Bosquejos Biblicos para Predicar (Job 22:29).
«Cuando sean abatidos los arrogantes, dirás tú: Enaltecimiento habrá» (Job 22:29).
Sí, gracias a Dios, aunque en ocasiones podamos estar abatidos, y nuestros caracteres casi destrozados por manos inmisericordes, podemos aún esperar en Dos, porque su mano no está acortada que no pueda salvar. Podemos decir, confiados: «Enaltecimiento habrá».
I. La necesidad. En Lucas 13:11 leemos de una pobre mujer que tenía espíritu de enfermedad desde hacía dieciocho años, y andaba encorvada, no pudiendo en absoluto enderezarse. Así éramos algunos de nosotros, tan «encorvados» por el amor del mundo que no podíamos en absoluto enderezarnos por encima de él, y, como el publicano, no podíamos ni levantar los ojos al cielo. En aquel tiempo éramos sin fuerzas.
II. El enaltecedor. «Mas tú, Jehová, eres… el que levanta mi cabeza» (Sal. 3:3). Cuando la cabeza es levantada sobre la inundación abrumadora, queda la vida salvada. El hombre, en su impotencia y culpa, necesita un levantamiento que solo Dios puede darle en su infinita misericordia y poder. Cristo no es sólo el Quebrantador del empecinado en su orgullo, sino también el Enaltecedor de la cabeza acosada por los enemigos (Sal. 27:6).
III. La provisión. «Y yo, si soy levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo» (Jn. 12:32). Nuestro Omnipotente Enaltecedor tuvo que ser él mismo levantado sobre la Cruz, levantado del sepulcro, y levantado a aquel trono «alto y sublime», para poder ser el levantador de su pueblo. Su amor es un poder enaltecedor: «Tú tuviste a bien librar mi vida del hoyo de corrupción» (Is. 38:17).
IV. La condición. Aquellos que él levanta son descritos como menesterosos. «él levanta del polvo al pobre, y al menesteroso alza del muladar» (Sal. 113:7). Pertenece al carácter de Dios escoger las cosas débiles, y exaltar a los humildes. Su misericordia busca a los culpables, su sabiduría a los ignorantes, y su amor a los perdidos. También exalta a los humildes.
«Humillaos delante del Señor, y él os exaltará» (Stg. 4:10). El que se exalta a sí mismo será humillado, mas el que se humilla, será exaltado. Siempre que haya una verdadera humillación de nosotros mismos delante de Dios, su poderosa mano elevadora se manifestará a su debido tiempo (1 P. 5:6).
VI. Los resultados de ello. Tenemos:
1 El ROSTRO enaltecido de la reconciliación . «Entonces te deleitarás en el Omnipotente, y alzarás a Dios tu rostro» (Job 22:26). Antes alejados, con el rostro hacia tierra y dirigidos al Infierno, pero ahora hacia Dios.
2 La CABEZA levantada con confianza . «Erguíos, y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca» (Lc. 21:28). Salvados de todo temor en medio de los tiempos peligrosos de los días postreros, cuando los hombres desmayen por temor cuando los poderes de los cielos sean conmovidos.
3 Las MANOS levantadas en súplica y consagración. «En tu nombre alzaré mis manos» (Sal. 63:4). Las manos que solían pender en debilidad y ociosidad, ahora levantadas en santa intercesión para otros, y ofrecidas como manos vacías a Dios para ser llenadas para su servicio y gloria.
4 La VOZ levantada de alabanza y de testimonio. «Éstos alzarán su voz, cantarán gozosos… aclamarán» (Is. 24:14). Los redimidos del Señor regresarán y vendrán a Sion con cánticos y con gozo eterno sobre sus cabezas. Canta y aclama, tú morador de Sion, porque el Señor ha hecho grandes cosas para ti. Di a aquellos que están abatidos, o que están desesperanzados en el pozo cenagoso del pecado: «ENALTECIMIENTO HABRÁ».