I. La repetición del llamamiento. «Vino palabra de Jehová por segunda vez a Jonás». ¡Cuán lleno de gracia es Dios, por dar a este hombre una segunda oportunidad de servirle! Habría podido abandonarle en su desobediencia para que pereciera. ¡Qué esperanza tenemos en el Segundo Hombre, el Señor del Cielo! ¿Hay aquí alguno de nosotros que no haya tenido un segundo llamamiento? Sí, un sexto, un séptimo, 70 veces, y quizá no ha habido aún respuesta. Muchas veces se le niega a Dios el derecho de vengarse, pero, ¿quién se atreverá a negar su paciencia y longanimidad?
La Ley fue dada, la cual falló por nuestra desobediencia: ahora la segunda oportunidad de la humanidad es en su llamamiento de gracia. Observemos el cambio de comisión: «Ve a Nínive... y proclama en ella el mensaje que yo te diré». Al principio se le dice a Jonás que pregone «contra ella». Ahora simplemente debe proclamar lo que se le mande. Se repite el llamamiento, pero la comisión es alterada. ¿Te das cuenta de que le vino palabra de Jehová a Jonás antes que se le pidiera que la predicara? Los predicadores tienen que tener una revelación de Dios. Si no han tenido visión, entonces no tienen mensaje. Pablo podía decir: «Yo recibí de parte del Señor lo que también os he enseñado». Nosotros testificamos de lo que hemos visto, o no somos testigos. En estos días se está haciendo un atrevido intento de desacreditar todo lo que tenga naturaleza de milagroso. Si no hay milagro, no puede haber misericordia.
II. La obediencia bien dispuesta. «Se levantó Jonás y fue». ¡Qué tarea tenía delante de sí: un viaje de unos 1.300 kilómetros, y luego predicar en las calles de la más poderosa, alegre y culpable de todas las ciudades! Pero su viaje de cuarenta días es mucho más fácil que su huida de tres días a Jope, porque su corazón está ahora a bien con Dios. Es más fácil hacer grandes cosas por Dios que pequeñas cosas para el diablo. Fue
más fácil para Daniel ir al foso de los leones que negar a Dios. Fue más fácil para nuestros fieles mártires de Escocia y de España ir a las llamas que negar la fe.
Pero, ¿dónde aprendió Jonás esta obediencia? La aprendió donde la mayor parte de nosotros la hemos tenido que aprender: en las profundidades, cuando las ondas y las olas pasaron sobre él, y las algas se enredaron a su cabeza. No siempre deberíamos apiadarnos de los afligidos si comprendiéramos el propósito de Dios. Quiera Dios echar a muchos a las honduras infernales si con ello los conduce al arrepentimiento. Cuando Dios, por la mano de la muerte, arrebató a tu alegre hijo de tu hogar, ¿comprendiste que Él estaba buscando llevarte a la fe que salva?
III. La sobrecogedora proclamación. «De aquí a cuarenta días, Nínive será destruida.» Un extraño mensaje de parte de un hombre extraño.
Jonás, con los pies doloridos y fatigado, entra en la grande y poderosa ciudad, probablemente vestido de una túnica de cabello de camello, ceñido con un cinto de cuero. Puede parecer muy pequeño e insignificante en presencia de aquella arrogante aristocracia, vestidos en sus ropajes multicolores, y con aquellos carros de guerra corriendo por encima de las murallas, pero él tiene una dignidad superior a la del Rey de Asiria. Él tiene un mensaje de Dios que llevará a los culpables y arrogantes ninivitas a sus rodillas. Los hombres más poderosos del mundo son aquellos que conocen la voluntad de Dios, y que son valientes como leones al declararlo.
A veces los sermones se caracterizan como tan exentos de gracia como el de Jonás. «De aquí a cuarenta días, Nínive será destruida». El mensaje de Jonás era de misericordia y de juicio. De aquí a cuarenta días: cuarenta días de gracia que serían seguidos por el juicio si estos días eran descuidados. La gracia ha estado reinando ahora durante estos 1928 años [en los días en que se escribió este libro], y de cierto que seguirá el juicio en el caso de los que menosprecien la misericordia ofrecida.
IV. La señal confirmatoria. De parte del Señor Jesús mismo sabemos que Jonás fue una señal para los ninivitas (Lc. 11:30). ¿Cómo podía él ser una señal para ellos si ellos mismos no conocían su carácter ni su historia? Esto es verdaderamente significativo. Los ninivitas no solo oyeron el mensaje de Dios de su boca, sino que vieron en él una prueba del poder salvador de Dios. Jonás no hizo ningún milagro, pero él mismo era un milagro. Él era como uno resucitado de los muertos.
Hay tres cosas que la sutil incredulidad de hoy día trata de negar: la Encarnación, la Regeneración, y la Inspiración.
Pero cada alma regenerada es en sí misma una señal y una evidencia de lo divino y de lo sobrenatural. Lo que somos hablará más poderosamente que lo que decimos. Se precisa de señales. Hombres y mujeres que han sido ellos mismos salvados y enseñados por Dios. ¿No hay tal señal a tu lado o en tu propio hogar? Ver un verdadero cristiano es ver una señal del cielo.
V. El magno resultado. «Nínive se arrepintió a la predicación de Jonás.» Si hubiera sintonizado con el evangelio de la «Alta Crítica», y se hubiera entremezclado con la aristocracia, pudiera haber llegado a ser el capellán del rey, pero Nínive nunca se habría arrepentido. «Por sus frutos les conoceréis». La predicación que no trae a los pecadores cara a cara con sus pecados y con Dios jamás producirá arrepentimiento. No había gente que se durmiera ante la predicación de Jonás.
Los hay a docenas que acuden a nuestras iglesias sin otro propósito que el de ver y ser vistos, y para echar una siesta. Es interesante observar el proceso de su arrepentimiento.
1. CREYERON A DIOS. No se dice que creyeran a Jonás, sino que creyeron a Dios. Éste debería ser el principal objetivo y fin de toda predicación, levantar los corazones del pueblo justo hasta el mismo Señor. ¿De qué te valdrá, aunque creas en la iglesia y en el ministro, si no tienes fe en Dios? Preferiría morir como un hotentote pagano que como miembro inconverso de la Iglesia. Se humillaron a sí mismos, «y se vistieron de saco». Éste es siempre el resultado de creer a Dios: la fe va acompañada del saco de la confesión. El saco nunca está de moda; la preferencia va para la piel de foca. Nada hay como una profunda convicción de pecado para desnudar a uno de los adornados vestidos de orgullo. ¡Ah, hombre, si te vieras a la luz del juicio de Dios, serías tan rápido como los ninivitas en ponerte el saco de un espíritu quebrantado! Un pecador orgulloso es un vástago del infierno. Nunca digas que crees en Dios si nunca has estado postrado humillado delante de Él. Luego:
2. CLAMARON A DIOS. Todos debían clamar «a Dios fuertemente ». De nada sirve decirle a un alma despertada que Dios se ha atado a Sí mismo con leyes fijas, por lo que no puede responder a la oración. A ellas les es tan natural clamar como al bebé recién nacido. Solo los encerrados en su propia vanidad pueden hablar tan a la ligera acerca de la oración. Ningún libro de oración será suficiente cuando el alma esté viva a su verdadera necesidad. Tal cosa es como lienzos sepulcrales. Pero ellos hicieron algo más que orar: «Conviértase cada uno de su mal camino». Ninguna oración es sincera mientras que se permite el pecado.
Si no estamos dispuestos a abandonar nuestros pecados, entonces todas nuestras oraciones son una burla (Sal. 66:18). Un hombre me dijo que siempre decía sus oraciones excepto cuando estaba borracho. El pobre hombre estaba afligido por dos demonios; Uno bebedor, y otro farisaico. Ambos son inmundos. La oración de los ninivitas fue sincera. El resultado fue:
3. QUE HALLARON MISERICORDIA. «Vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió». ¡Qué! ¿Dios se arrepiente? Sí, y me siento agradecido de que sea así. En su Carácter como santo, justo y bueno Él es inmutable y sin fase de variación; pero en misericordia, Él vuelve su rostro a cada pecador arrepentido que le busca. «Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros». «Buscad, y hallaréis».

