La Bondad de Dios. Bosquejos Bíblicos para Predicar Joel 2 y 3
Se ha dicho que Joel es el profeta del Espíritu Santo, como Isaías lo es del Mesías. Pero él nos da una de las más tenebrosas imágenes jamás pintadas por una pluma profética, y también una de las más resplandecientes (2:28). Aquí observamos SU TOTAL BANCARROTA. Su fracaso y desolación era:
I. Completo. «Lo que quedó de la oruga se lo comió la langosta, y lo que quedó de la langosta se lo comió el pulgón; y el saltón se comió lo que del pulgón había quedado… Un pueblo fuerte e innumerable subió a mi tierra; sus dientes son dientes de león, y tiene muelas de leona.
Asoló mi viña, y descortezó mi higuera… Llora tú como joven vestida de cilicio por el marido de su juventud… Desapareció de la casa de Jehová la ofrenda… los sacerdotes ministros de Jehová están de duelo. El campo está asolado, se enlutó la tierra, … se perdió la cosecha del campo, … todos los árboles del campo se secaron, por lo cual se extinguió el gozo de los hijos de los hombres».
Pero sabemos que «no humilla ni aflige por gusto a los hijos de los hombres », sino «para nuestro provecho». Como sucedió con esta nación, así es con nuestras almas. Nos es necesario quedar desposeídos de todo y que se sequen nuestros placeres terrenales antes de sentir nuestra necesidad de Dios.
II. Esta bancarrota era humanamente incurable. ¿Qué podía hacer esta nación para detener todas aquellas fuerzas adversas que estaban guerreando contra ellos? En sí mismos no tenían poder para resistir a una hueste tan poderosa.
Señor, ayúdanos a conocer nuestra impotencia, mientras guerreamos «no… contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes» (Ef. 6:12). Dios ha declarado la bancarrota de nuestra naturaleza pecaminosa con respecto al poder espiritual. Es también humanamente incurable. «En mi carne no mora el bien».
III. Esta desolación revela los muchos instrumentos que tiene Dios a su disposición. La «oruga», la «langosta», el «pulgón», el «saltón»; la plaga, la sequía y los impíos. Todo esto Él puede tornar en irresistibles armas de juicio.
Ciertamente tenemos necesidad de considerar «la bondad y la severidad de Dios» (Ro. 11:22). Él puede emplear para nuestra ayuda o estorbo las cosas más insignificantes en la tierra. Grande es nuestro Dios, que puede hacer «que todas las cosas cooperen para bien de los que aman a Dios, de los que son llamados conforme a su propósito» (Ro. 8:28).
IV. El propósito divino. La razón de la severidad de Dios para con ellos fue la de despertar en ellos un profundo sentimiento de su necesidad de depender de ellos. «Ahora… convertíos a MÍ con todo vuestro corazón… Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos» (vv. 11, 12, 13). Los llamados de Dios son llamados para Dios.
Les era a ellos más fácil rasgar sus vestidos en señal de dolor a la vista de los hombres que rasgar sus corazones como muestra de humildad delante de Dios. «Al corazón contrito y humillado no lo desprecias tú, oh Dios». Puede ser más fácil para algunos de nosotros ofrecer un don para la causa de Dios que ofrecernos a Él para su servicio.
Su propósito para nosotros es que deberíamos presentar nuestros cuerpos en sacrificio viviente, y éste es sencillamente «vuestro racional culto» y la evidencia de «la renovación de vuestro entendimiento» (Ro. 12:1).
V. El aliento divino. «No temas, alégrate y gózate, porque Jehová hizo grandes cosas… Os restituiré los años que comió la langosta, … y alabaréis el nombre de Jehová vuestro Dios, … y nunca jamás será mi pueblo avergonzado» (2:21-27). ¡Qué mensaje más inspirador para corazones temblorosos! Aunque su mano sea fuerte para golear, también es fuerte para salvar.
¿Por qué deberíamos sentir dudas en el día nuboso y oscuro, cuando tenemos la certeza de que Dios es luz y de que Dios es amor? «Porque yo Jehová no cambio» (Mal. 3:6). Nuestras pruebas y turbaciones no son prueba de que el carácter de nuestro Dios haya cambiado en absoluto.
Dios, en Cristo, es «el mismo ayer, y hoy, y por los siglos». Acerquémonos con gozo al «Trono de la Gracia», porque Él está esperando allí a mostrar «la bondad de Dios» a cada alma arrepentida que acuda, y a restaurarles el gozo de su salvación.