La Conversión de Saulo Bosquejos Biblicos para Predicar Hechos 9:1-19
Hechos 9:1-19
Las demandas de todas las otras religiones pueden quedar satisfechas mediante una mera conformidad externa, pero el cristianismo demanda la regeneración del hombre interior. Incluso hombres inconversos como Saulo pueden, por lo que respecta a la ley, vivir vidas intachables delante de los hombres, pero el hombre convertido es aquel cuyo corazón entero se ha vuelto a Dios.
El proceso queda aquí ejemplificado en la experiencia de Saulo. Le vemos:
I. Como rebelde. «Saulo, respirando aún amenazas», etc. (v. 1). Aún, después de todas las evidencias que tenía de la resurrección de Jesucristo en la vida y en el testimonio de Esteban; ser testigo de la muerte triunfante de un cristiano es apenas suficiente para matar la enemistad del corazón humano contra la voluntad revelada de Dios.
II. Como prisionero (vv. 2-4). Fue detenido por una «luz del cielo». El resplandor escrutador de Dios cayó sobre este salteador religioso que iba camino de Damasco para robarle a la Iglesia su tesoro viviente.
Nada hay que el obrador de maldad tema más que la luz (Jn. 3:20). Desde este momento Saulo podría referirse a sí mismo como «prisionero de Jesucristo» (Flm. 1). Como muchos otros pecadores, fue alcanzado «repentinamente».
La luz de la verdad hecha resplandecer en el corazón por el poder del Espíritu Santo sigue siendo la manera en que Dios somete a rebeldes a Sí mismo. La presión de la luz fue tan abrumadora que cayó al suelo. Esta luz, como la Palabra de Dios, fue viva y eficaz, más cortante que una espada de dos filos (He. 4:12). Las armas de nuestra milicia no son carnales.
III. Como indagador. «¿Quién eres, Señor?» Junto con la LUZ refrenadora vino una «voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» Cuando la verdad viene en el poder del Espíritu Santo hay siempre una voz con ella, haciendo que el pecador sienta que es con ÉL, no ello, con quien tiene que ver.
Esta pregunta revela la terrible ceguera del corazón y de la mente de Saulo: no lo conocía. ¿Cómo podía conocerle y vivir en enemistad con Él? Es muy diferente con Esteban (vv. 6-55). Pero la luz del Señor conducirá de cierto a una indagación honrada en pos de Él.
IV. Como convertido. «Señor, ¿qué quieres que yo haga?» (v. 6). «Temblando» al descubrir su pasado pecado y culpa, y «atónito» (V. M.) ante la grandeza de la misericordia y de la gracia del Señor, le hace esta pregunta, verdaderamente arrepentido, listo y dispuesto a someterse a hacer su voluntad. Esto es la conversión.
No hablar acerca de un deber religioso, sino la total entrega de todo el ser a la persona y al servicio del Señor Jesucristo. Saúl se arrepintió en el acto, tan pronto como descubrió el error de sus caminos (Mt. 18:3). Como discípulo, fue fácil de conducir (v. 8).
V. Como adorador. «Está orando» (v. 11). Hasta entonces, Saulo había recitado frecuentemente sus oraciones, pero ahora oraba. Ahora su corazón regenerado anhelaba tener comunión con el Señor resucitado, que se le había revelado. Un joven convertido dijo una vez: «Antes de convertirme oraba a mí mismo, pero ahora oro a Dios».
Los que no conocen a Jesucristo como su propio Salvador personal sólo pueden acercarse a Él con sus labios. Adoran lo que no conocen.
VI. Como testigos (vv. 15-19). Antes de esto era vaso preparado para destrucción, pero ahora es «vaso escogido», habiendo sido purificado y transformado por la gracia de Dios, «para llevar mi nombre en presencia de los gentiles».
Como vaso, fue hecho fuerte, porque iba a padecer mucho «por Mi nombre».
Fue muchas veces abatido, pero no destruido. Como vaso, fue útil para uso del Maestro, «lleno del Espíritu Santo» (v. 17). Tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la grandeza del poder sea de Dios, y no de nosotros.
La conversión de Saulo y su equipamiento para el servicio de Cristo nos ha sido dado como ejemplo para los que creyeran después en el Señor Jesucristo (1 Ti. 1:16). Sed llenos del Espíritu.