La Negación de Pedro Bosquejos Cristianos Para Predicar de Lucas
Lucas 22:54-62
«Señores, el significado de esta duda vuestra
Reside en su razón; os molesta
Que éstas vuestras tierras otro Señor deban tener.
Leales no sois, y por ello quisierais
Que vuestro Rey bien lejos se hallara»
INGLELOW
«Hombre prevenido vale por dos». Pero a Pedro no pareció servirle de nada que el Señor le advirtiera de que «Satanás ha solicitado poder para zarandearos como a trigo». Y esto es más que lo que Job sufrió. Cristo emplea un aventador para aventar la paja y limpiar el trigo; el diablo emplea una criba para guardar la paja y echar fuera el trigo. A renglón seguido del poder de Cristo muriendo por nosotros está el poder por el que ora por nosotros. «Yo he rogado por ti» (v. 32; Jn. 17:15). Observemos los pasos en la caída de Pedro.
I. Autoconfianza. Él había dicho: «Señor, estoy dispuesto a ir contigo no solo a la cárcel, sino también a la muerte» (v. 33). Pedro creía que estaba dispuesto ahora, pero todavía no había llegado el momento de la prueba; debiera haber creído la Palabra del Señor, que su oración por él era muy necesaria. Pedro todavía no había aprendido que sin Él nada podía hacer, sino desmayar y fracasar. «El que confía en su propio corazón es necio» (Pr. 28:26).
II. El temor del hombre. «Pedro seguía de lejos» (v. 54). Ahora era la ocasión para Pedro de «ir con Él a la cárcel», pero sus pies se vieron atrapados en el lazo que es siempre el «temor del hombre». Las acciones hablan mucho más fuerte que las palabras. Cuidémonos de imitar la cobarde conducta de Pedro rehusando identificarnos con la causa de Cristo cuando otros estén tratando implacablemente su Palabra y su obra. «Seguir de lejos» no es más que una negación en sordina.
III. En compañía de los escarnecedores. «Pedro se sentó entre ellos» (v. 55). Por medio de la influencia de Juan, se le permitió a Pedro la entrada al patio abierto, pero se juntó con los escarnecedores y se calentó al fuego de los enemigos (Jn. 18:15-18). Indudablemente, Juan siguió a Cristo hasta la estancia del juicio. Seguir de lejos llevará de cierto a juntarse con los impíos, y a juntarse con ellos en su impío regocijo. Fue después que el pródigo fue a la provincia apartada que se vio juntándose a un ciudadano de allí (Lc. 15:5).
IV. Negación. «Pero él le negó, diciendo: … no lo conozco» (vv. 56-60), y ello en tres ocasiones, como lo había anunciado el Señor. El fruto de la autoconfianza es la negación de Cristo. Cristo queda siempre rechazado cuando la soberbia se sienta en el trono de nuestro corazón. Cuidémonos de no echar piedras a Pedro por hacer en un día lo que puede que nosotros estemos haciendo cada día que vivimos: rehusar confesar a Cristo nuestro Señor. Luego vino su:
V. Arrepentimiento. «Saliendo fuera, lloró amargamente» (v. 62). El Señor Jesucristo, al ser llevado desde la estancia del juicio hacia el cuerpo de guardia a través del patio abierto, lanzó una mirada tan escudriñadora, llena de pena, y compasiva, que despertó su memoria, embotada por el pecado, y llenó sus ojos con las amargas lágrimas de la tristeza y del arrepentimiento. Una mirada de Cristo es suficiente para hacer que el profundo mar del pasado entregue a sus muertos. «Pedro se acordó». Una memoria despertada será una bendición o una maldición, según sea nuestra relación con el Señor Jesucristo. «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar» (1 Jn. 1:9).