LA ORACIÓN DE UN OBRERO. Bosquejos Biblicos para Predicar Salmo 90:12-17
Este Salmo, que comienza la cuarta sección de este libro, se titula «Oración de Moisés, varón de Dios». Las peticiones que se hacen en estos versículos finales son sugerentes de las necesidades del obrero cristiano. Él ora por:
I. Instrucción. «Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que entre la sabiduría en nuestro corazón» (v. 12). La sabiduría es lo principal (Pr. 4:7); aquellos a los que se les enseña a contar sus días de servicio en la tierra lo buscarán, y los que son sabios redimen el tiempo. Necesitamos enseñanza divina en este punto que nos salve de la insensatez y de la frivolidad.
II. Restauración. «Vuélvete, oh Jehová, ¿hasta cuándo?» Se ha perdido la comunión con Él, y la pérdida se siente vivamente, lo que es una señal esperanzadora. El Señor está listo para volver en auxilio de sus siervos «cuando vea que su fuerza se agotó» (Dt. 32:36)., y que no hay nadie que ayude. La restauración de su presencia es la restauración del alma.
III. Satisfacción. «De mañana sácianos de tu misericordia». Su misericordia nos puede satisfacer, y vendrá pronto cuando haya un verdadero arrepentimiento delante de Dios. Sus misericordias no se han agotado. Su propósito es satisfacer (Sal. 36:7-8).
IV. Compensación. «Alégranos a la medida de los días que nos afligiste ». Ésta es una atrevida petición. Pero la cima de nuestro gozo será conforme a la hondura de nuestra lamentación (Sal. 126:5, 6). La profundidad del valle se mide por la altitud de los montes. El brazo fuerte para golpear es igualmente fuerte para salvar. La larga noche de la prueba resultará de cierto en un largo día de triunfo.
V. Manifestación. «Manifiéstese a tus siervos tu obra… y tu gloria» (v. 16). Es un pobre siervo de Dios el que no anhela de manera intensa la aparición inequívoca de su obra y gloria. Ésta es la clamorosa necesidad de la Iglesia en estos días de apostasía. Sus siervos deberían ver su obra, y tener su gloria sobre ellos.
VI. Santificación. «Sea la hermosura de Jehová nuestro Dios sobre nosotros» (v. 17). Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente el día en que guíes tus tropas vestidas de santos arreos (Sal. 110:3). La recapitulación del carácter de Dios es «la Santidad». El Santo de Israel. Así como la flor recibe la belleza del sol, así deben todos ser adornados con la gloria de su presencia. Ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación.
VII. Confirmación. «Ordena en nosotros la obra de nuestras manos».
Nuestra obra tiene que ser establecida por Dios, así como nuestros pies (Sal. 40:2). ¿Cuál es el valor de nuestra obra, si el Señor no está obrando con nosotros, y confirmando la obra? (Mr. 16:20). «Ni mi palabra ni mi predicación» dice el apóstol, «fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder».
Ésta fue la confirmación divina de que «Su fe no debía estar fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios». ¿Cómo conoceremos que nuestra obra es de Dios, si Él no da testimonio, como en la antigüedad, con señales y maravillas y milagros diversos, y dones del Espíritu Santo, según su voluntad? (He. 2:3, 4).