LAS DOS MIRADAS IMPORTANTES. Bosquejos Bíblicos para Predicar Isaias 45:22
Miradme a mí, y sed salvos» (Is. 45:22).
Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis» (2 Jn. 8)
Una periodista americana fue a consultar a un oculista por un problema de la vista. Después de examinarla cuidadosamente, el especialista le dijo:»Tiene los ojos cansados, y debería descansarlos.
–«¿Tiene alguna vista abierta desde su casa?»–«Sí–contestó ella–, claro. Desde el porche de delante puedo ver los grandiosos picos de la Serranía Azul, y desde las ventanas traseras puedo ver los majestuosos contrafuertes de los Montes Allegheny.»–«Muy bien–repuso él–, esto es precisamente lo que necesita usted.
Cuando sienta los ojos cansados, mire fijamente sus montes durante unos diez minutos, o mejor veinte minutos; la mirada a lo lejos los reposará.» Sí, así es. Y aquí tenemos una profunda lección espiritual. Porque éste es un mundo con ojos fatigados, cansados.
¡Ah, que cansado está el mundo! Pero hay un remedio. Hay una gloriosa mirada a lo lejos para reposar y renovar, una mirada no meramente a los montes, sino a la lejanía, más allá, al Dios de los montes. Alzo mis ojos a los montes.
¿De dónde vendrá mi socorro?» Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra» (Sal. 121:12). Ésta es la mirada que da reposo y renovación a la mente y al corazón cuando están cargados de trabajos o llenos de cuitas. Y esta mirada a lo lejos trae consolación a almas tristes y doloridas. Pero la pena es que tan pocos hayan llegado a conocer su valor y gustado de sus goces. Amigo, ¡prueba la mirada lejana!
«Miradme a mí y sed salvos.» Es un mensaje directo de parte del mismo Señor. Y sus consecuencias son importantes. La salvación depende de ello. La mirada que salva es una mirada atrás, una mirada a la cruz. Esta mirada da reposo al alma cansada y a la conciencia atribulada. Con esta mirada se recibe la vida.
La mirada que salva es también la mirada a lo alto. Observemos la determinación del salmista en el Salmo 5:3. Mira y vive fue el primer mensaje que necesitábamos.
Vivir mirando es el segundo. «Puestos los ojos en Jesús». La mirada que salva es una mirada adentro. Los académicos nos dicen que el término griego generalmente traducido hacia no significa solo hacia fuera sino adentro. De ahí la traducción «en Jesús». No solo mirando a sus obras, a sus milagros, a su hermosa vida, sino también mirando directamente en Él y leyendo su corazón.
La mirada que salva es también una mirada adelante. «aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, a los que le esperan ansiosamente para salvación». Así, se ve cuán importante es mirar al Señor.
Según un famoso predicador, en Isaías 45:22 tenemos la mayor bendición posible la salvación ofrecida al mayor posible número de personas los confines de la tierra en base de la condición más sencilla posible–Miradme a mí y con la mayor posible seguridad porque yo soy Dios.
Pero los hay que objetan a la sencillez de estas condiciones. «¡Qué pobre y mezquino hacer que mi salvación dependa de una mirada!», dicen. Pero en realidad mirar no es algo vano e inútil, a pesar de las apariencias.
Tal como se ha dicho con razón: «Casi todo el conocimiento nos viene de la observación. Miramos el mundo físico, se nos enseña lo que la naturaleza tiene para enseñarnos. Miramos libros y aprendemos lo que se nos puede enseñar mediante el arte de la impresión. Miramos a los hombres sus rostros, sus acciones, sus caracteres y descubrimos qué tiene la humanidad para enseñarnos.
No mirar es cerrarnos de casi todas las fuentes de información. Nuestros ojos son más que órganos de discernimiento; son canales de recepción. Nuestras contemplaciones devienen nuestras posesiones.
¡Qué maravillosamente sencillo resulta todo! Porque mirar es la cosa más sencilla del mundo, algo que incluso los débiles inválidos y los más pequeños e impotentes bebés pueden hacer.
¡Qué bueno de parte de nuestro Dios hacer que la salvación dependa de algo que todos podemos hacer! Pero quizá haya alguien que diga: «En realidad yo no puedo hacer ni esto, porque mis iniquidades se han asido de mí, de modo que no puedo ni mirar» (Sal. 40:12). El publicano estaba en esta situación, pero clamó al Señor pidiendo perdón, y descendió a su casa justificado.
«Miradme a mí», «Mirad por vosotros mismos». ¿Cuál es el sentido de estas dos Escrituras aparentemente tan contradictorias? Sencillamente esto: en tanto que lo primero es necesario para nuestra salvación, lo segundo es esencial para la recepción de una plena recompensa, y es solamente otra manera de decir:
«Cuidado con los rateros». Es un hecho solemne que muchos de los queridos hijos de Dios no recibirán una recompensa. Almas salvadas, pero vidas perdidas. Ésta es la enseñanza de 1 Corintios 3:14, 15.
¡Cuidado! Mira por ti mismo. No permitas que el enemigo te arrebate los frutos de tu andar y servicio. Un examen cuidadoso de 2 Juan 8 muestra que lo que Juan tenía en mente era que hubiese pérdida debido a la recepción de falsas enseñanzas.
¡Cuán aplicable es esto para nuestros tiempos!; porque debemos hacer frente al error por todas partes. ¡Manténte vigilante! Pero no olvides que por cada mirada a ti mismo debería haber diez miradas a tu Señor. «Diez por una» debería ser tu lema.