Salvados por Mirar. Bosquejos Bíblicos para Predicar Numeros 21:8
«Y cualquiera que haya sido mordido y mire a ella, vivirá» (Nm. 21:8).
La vida por una mirada. Cierto, ¿pero qué clase de mirada? Recuerda, la vista es un don, pero mirar es un arte. Hay una gran diferencia entre una ojeada y una mirada.
Tu atención es atraída a algo que no te interesa. Miras y apartas la mirada, e inmediatamente te olvidas de lo que has visto. Esto era una mera ojeada. Estás caminando por un museo de arte. Un amigo te llama la atención a alguna destacada obra de arte.
Le echas un vistazo y luego te sientas y la contemplas, y tu contemplación descubre lo que quedaba escondido a una mera ojeada. El israelita mordido recibía la vida no por una ojeada sino por una mirada.
Según el doctor Young, la palabra del original traducida «mire» en el v. 9 es muy intensa y definida, y podría traducirse «cuando mire atentamente». No, el Señor no ha prometido la vida meramente por, sino en una mirada. Esto lo reconoció el doctor Watts. ¿Cuándo dijo él que la Cruz se le volvió maravillosa, y que por ella consideraba ganancias todas sus pérdidas? Cuando la hubo explorado.
«Al explorar la maravillosa Cruz En la que el Príncipe de Gloria murió.» Sabes qué es explorar. Has oído de hombres emprendiendo el estudio de terrenos desconocidos, levantando mapas y tomando notas de todas las colinas y valles.
¿Has explorado la Cruz? Naturalmente, le habrás dado un pensamiento pasajero. Pero, ¿has leído alguna vez el relato de la pasión de nuestro Señor registrado por los cuatro Evangelistas, y, después de cerrar el libro, le has dedicado una hora de meditación, examinándolo todo con la mirada de tu mente? Si es así, deja que te diga lo que sucede primero: serás mordido, porque:
I. Hay una mordedura por una mirada, la mordedura de una conciencia despertada. En el caso de los israelitas, solo los mordidos miraban; en nuestro caso, somos mordidos al mirar, mordidos por una conciencia despertada, por la Palabra de Dios y por el Espíritu de Dios.
Es en la Cruz que comienza todo verdadero arrepentimiento. Es al ver la bondad de Dios revelada en la cruz que somos llevados a un genuino arrepentimiento. Es extraño, pero cierto, que para que nuestra alma despierte hemos de ver nuestros pecados no sobre nosotros, sino en otro.
Ilustremos esto. Aquí tenemos a un joven, que nunca se ha dado cuenta de sus pecados, aunque haya sufrido a menudo a causa de ellos, y haya sido frecuentemente reñido por sus padres.
Pero un día, mientras está sentado junto al hogar, se da cuenta de una mirada en el rostro de su madre, ve las líneas de ansiedad alrededor de sus labios y frente, y la verdad se le hace evidente: Esto es lo que ha hecho mi pecado; ella está sufriendo a causa de mis pecados.
Y esto actúa sobre el corazón de este joven. ¿No te has preguntado nunca por qué el Señor fue a la cruz? No por sus propios pecados; no porque no pudiera evitar aquella acerba experiencia. Al contemplar aquel rostro desfigurado, ¿no ha resplandecido la verdad en tu mente?: «Esto es lo que ha hecho mi pecado». Es al contemplar la cruz que una espada traspasa nuestras almas, y sabemos por vez primera lo que es el verdadero arrepentimiento.
II. Hay también muerte por una mirada. A veces decimos: «Él murió para que pudiésemos vivir». Muy cierto. Pero es igualmente correcto decir que Él murió para que pudiésemos morir. Esto queda bien expresado en aquel verso: «Una vez estaba muerto en pecado, y también mi esperanza;
Pero ahora al pecado muerto estoy, con Jesús crucificado.» Cowper escribió aquella obsesionante sentencia: «La Cruz, una vez vista, la muerte a todo vicio es». El joven a que se ha hecho referencia, que vio lo que su pecado estaba haciendo a su amada madre, se apartaría ciertamente de su pecado.
El arrepentimiento no es un mero dolor por el pecado, sino sentirlo lo suficiente como para abandonarlo. Es al pie de la Cruz que aborrecemos nuestros pecados y que nos apartamos de ellos a Dios.
III. Hay vida por una mirada . «Y cualquiera que haya sido mordido y mire a ella, vivirá.» Y sucedió en la experiencia de multitudes aquel día. Y sigue sucediendo en la experiencia de todos aquellos que de manera similar miran hoy a la Cruz, porque nuestro Señor presenta este incidente como una imagen de la salvación que hallamos en Él.
Mirar es la cosa más sencilla del mundo. Casi todo conocimiento nos viene a través de mirar. Miramos el mundo físico, y nos enseña lo que la naturaleza tiene que decirnos.
Miramos libros, y aprendemos lo que la letra impresa tiene que decirnos. Miramos a la Cruz, y por contemplarla hay vida, vida eterna. Por ello, se nos invita a hacer aquello que todos pueden fácilmente hacer.