Samuel el Valiente. Bosquejos Bíblicos para Predicar 1 Samuel 11
«Bienaventurados los que por Dios mueren, Y la corona de luz del martirio alcanzan; Mas el que vive para Dios puede ser Mayor vencedor ante Él» PROCTOR Aunque Saúl había ya sido declarado rey (10:24), parecía haber vuelto a su antigua ocupación, cuidando de su ganado (v. 5).
Esto en sí mismo era una notable prueba de la dignidad y fortaleza del carácter moral de Saúl. Si hubiera sido un alma pequeña, superficial y exigente, habría considerado que su proclamación lo ponía por encima de la tarea servil de la ganadería. Los que están conscientes de que Dios está con ellos bien pueden permitirse esperar. «El que creyere no se apresurará» (Is. 28:16, V.M.). En este capítulo tenemos ante nosotros:
I. Un doloroso mensaje. Los mensajeros llegaron a Guibeá, y contaron como la ciudad de Jabes estaba asediada, y que Nahás el amonita iba a hacer alianza con ellos con la condición de que todos se quitaran el ojo derecho como afrenta sobre todo Israel (vv. 1-4). No es de extrañarse que el pueblo llorara ante tal humillación y nuevas atroces.
Pero, ¿podrá nunca el pueblo de Dios hacer paz con los enemigos de Dios sin sufrir pérdida? Estas componendas eran contrarias a la Palabra del Señor (Éx. 23:32). El enemigo de nuestras almas, el mundo, sigue dispuesto a hacer pacto con nosotros si estamos dispuestos a privarnos de nuestra visión espiritual.
II. Un llamamiento divino. «Al oír Saúl estas palabras, el Espíritu de Dios vino sobre él con gran poder; y él se encendió en ira en gran manera» (vv. 5, 6). Un hombre puede estar bajo el poder del Espíritu Santo tanto cuando su alma arde de fogosa indignación como cuando está fundido con entrañable compasión.
Hay diferentes manifestaciones, mas un mismo espíritu. La fuente de su ira era indudablemente la afrenta amenazada sobre todo Israel (v. 2). ¿No viene acaso el llamamiento de Dios frecuentemente con el despertar en el alma de algún deseo que se enseñorea de uno? Observemos el caso de Gedeón (Jue. 6:34), de Jefté (Jue. 11:29) y de Sansón (Jue. 14:6). Si el Espíritu Santo ha encendido en el corazón algún deseo ardiente, podemos tomarlo como el llamamiento de Dios de entrar y poseer aquella cosa así deseada.
III. Un desafío resuelto. El despedazamiento de los dos bueyes, y el envío de aquellos tétricos trozos por todo Israel (v. 7) fue como un toque de trompeta del cielo para una nación amodorrada.
«Y cayó el temor de Jehová sobre el pueblo.» Cuando un hombre está actuando bajo la poderosa influencia del Espíritu Santo, habrá de seguro señales que seguirán. El hombre de Dios nunca falta cuando llega la crisis nacional. Así fue en los días de Lutero y de Knox.
Siempre ha sido la manera de actuar de Dios señalar a hombres por medio de los cuales pudiera revelar su voluntad y poder. El arrojo será siempre una característica de aquel que está siendo llevado por el viento poderoso y recio del Espíritu Santo (Hch. 4:13).
IV. Gran liberación. La convocatoria de Saúl tuvo como respuesta una actitud bien dispuesta y general: «Y salieron como un solo hombre »: Dios siempre obra por medio del mensaje inspirado por el Espíritu. El alivio de Jabés fue a la vez oportuno y misericordioso (vv.
8-11). Estos asediados ciudadanos estaban a punto de convertirse en una perpetua afrenta para todo Israel (v. 2) quedando incapacitados para la guerra y llevando sobre sus cuerpos las marcas de una vergonzosa derrota.
Este líder movido por el Espíritu pudo contener y hacer retroceder este desastre. ¡Qué poder más grande para Cristo y su causa puede llegar a ser una vida llena del Espíritu! ¿No hay muchos hoy día que, como los hombres de Jabés de Galaad, estén en peligro de perder su testimonio para Cristo, y de atraer afrenta sobre toda la Iglesia de Dios?
¡Ah, que aquel sacrificio, que fue, por así decirlo, «cortado en trozos» en la Cruz del Calvario, pudiera ser predicado con tal lozanía y poder por toda la tierra, y que el pueblo de Dios viniera «como un solo hombre» al rescate de los oprimidos y para salvación de los que perecen!
V. Una magnánima intervención. Cuando el pueblo propuso que todos los que se oponían al reinado de Saúl fueran muertos (10:27): «No morirá hoy ninguno» (vv. 12, 13). Bien nos corresponde a aquellos que gozamos de grandes privilegios en manos de Dios mostrar gran longanimidad a aquellos que puedan pecar contra nosotros (véase 2 S. 19:22).
Mal. les va a los siervos de Cristo emplear su autoridad espiritual o posición eclesiástica con el propósito de vengar insultos personales. Recuerda a Aquel que, aunque era injuriado, no respondía con injurias. Vendrá el tiempo en que Jesucristo sí tratará con aquellos que se han opuesto a su gobierno (Lc. 19:37).
VI. Feliz resultado. «Invistieron allí a Saúl por rey delante de Jehová en Gilgal… Y se alegraron mucho allí Saúl y todos los de Israel» (vv.14, 15). Ésta fue la confirmación pública del llamamiento secreto de Dios.
Cada bendición secreta tendrá su coronación abierta (Mt. 6:6). El lugar, hecho memorable por el sufrimiento y la humillación (Jos. 5:2) ha venido ahora a ser el lugar de gozo exuberante. El lloro puede durar una noche, pero a la mañana viene la alegría.
Los que han recibido la unción especial tienen que ser exaltados al final a un honor especial. El reino no vino a Saúl porque él hubiera trabajado para ello. Fue don de Dios, y al haber mostrado obediencia es ahora coronado de honra y gloria. Dichosos son todos los que en Él confían.