Pelo: La longitud, color y aspecto del pelo varía entre las diferentes razas. Su función es proteger, embellecer e identificar a las personas. La gente de los países bíblicos era generalmente de pelo negro. Según la costumbre israelita, el hombre y la mujer se dejaban crecer el pelo (2 Samuel 14:26).
En el caso de → Absalón, se envaneció a causa de su cabellera, la que más tarde fue parte del motivo de su muerte cuando se le enredó en las ramas de un árbol (2 Samuel 14:26; 18:9). El trabajo de los barberos en Israel era más adornar que cortar el pelo (cf. Ezequiel 5:1). Cuando estaban de duelo, los hombres se cortaban el pelo; se lo rasuraban o arrancaban (Esdras 9:3; Amós 8:10), o se lo dejaban sin aliño (Levítico 10:6).
El ligero emblanquecimiento del pelo era un síntoma de la → lepra (Levítico 13:3, 10, 11). En Israel, la calvicie era motivo de vergüenza quizás por su posible relación con esta enfermedad. Pero en Egipto los hombres se rasuraban la cabeza y la → barba, → José tuvo que cumplir con esa costumbre (Génesis 41:14). El pelo oscuro era admirado en ambos sexos. El pelo gris era signo de respeto (Levítico 19:32) e inclusive a Dios se le describe como un anciano de cabellera gris o blanca (Daniel 7:9; Apocalipsis 1:14).
El secreto de la extraordinaria fuerza de → Sansón residía en su cabellera (Jueces 16:17). Los → nazareos no se cortaban el pelo en señal de humillación y consagración al servicio de Dios (Números 6:5, 9; Jueces 13:5). Para el invitado, → ungir el pelo era signo de hospitalidad (Lucas 7:46), y especialmente se practicaba durante las fiestas (cf. Salmos 45:7). El jurar por el pelo (o cabeza) era una costumbre que Jesús no aprobó (Mateo 5:36).
En la época apostólica el pelo largo era vergonzoso para el hombre, por lo menos en el mundo helénico (1 Corintios 11:14). Las mujeres, por el contrario, llevaban largas cabelleras con diversos adornos; los apóstoles tuvieron que amonestar en cuanto a esta práctica entre las cristianas (1 Timoteo 2:9; 1 Pedro 3:3).