Pestilencia: Los procesos infecciosos se encuentran en la Biblia englobados en los fenómenos de la peste y la pestilencia. Por su rápida propagación y por sus incontenibles efectos destructores, ambas parecen generalmente como el medio más apropiado para el castigo divino.
Con ellos Dios extermina al pueblo rebelde y al enemigo (Éxodo 5:3, 9:15; 2 Samuel 24:15; Jeremías 14:12). En este aspecto, con un correcto sentido médico, se asocian con otras dos calamidades y constituyen los tres clásicos azotes de la humanidad: → guerra, → hambre y pestilencia (Deuteronomio 32:23, 24; Apocalipsis 6:4–8).
Peste y pestilencia son términos imprecisos, no obstante, y se refieren a enfermedades transmisibles de personas, animales y vegetales; muchas veces se presentan asociadas entre sí, para consumar la destrucción (1 Reyes 8:37).
Las pestilencias mencionadas en la Biblia son difíciles de identificar con las que hoy conocemos. El pasaje que describe la → plaga de los ganados podría referirse al carbunco o al tétano, según las características de la epizootía (Éxodo 9:3). La pestilencia registrada en Deuteronomio 28:28 permite deducir encefalitis. La plaga que azotó a los filisteos (1 Samuel 6:2–5) y la que mató en una noche a 185.000 asirios del ejército del rey → Senaquerib (2 Reyes 19:35) seguramente fueron casos de peste bubónica.
Una manera de combatir la propagación de las pestilencias parece haber sido la cremación de los cadáveres, de acuerdo con lo que permite deducir el consejo de Amós (6:9, 10a).
- Mefi-boset -
- Meguido -
- Melón -