Plantas de la Biblia

Plantas de la Biblia

La tierra que Dios prometió a Abraham y a su descendencia era extremadamente fértil. Debido a su clima diverso, el mundo de la Biblia disponía de muchas variedades de plantas. Los botánicos han identificado tres mil quinientas especies de vida vegetal en Palestina y Siria. En casi cada uno de los libros de la Biblia se mencionan plantas o productos derivados de estas.

La flora de la Biblia ha sido objeto de mucha discusión e investigación. La identificación exacta de muchas de estas plantas ha requerido varios años de investigación científica. Los escritores bíblicos no eran botánicos y pocas veces se molestaron en describir o identificar las plantas que mencionaron.

En el siglo XVI, Levinus Lemmens escribió el primer libro de plantas de la Biblia. Sin embargo, no fue sino hasta mediados del siglo XVIII que un botánico viajó hasta Palestina para conocer personalmente su vegetación. Desde entonces se ha llegado a obtener mucha información valiosa sobre las plantas de la Biblia.

Varios de los escritores a menudo utilizan términos generales al referirse a las plantas. A veces una referencia no es más específica que «árbol», «hierba» o «grano». Incluso si se menciona un grano individual tal como «maíz» o «trigo», se refiere a todos los granos en general.

Aunque en Palestina y otras tierras bíblicas crecían muchas clases de flores, muy pocas se mencionan por nombre en la Biblia. Algunas de las flores encontradas en la Tierra Santa son rosas, anémonas, lirios, tulipanes, jacintos y narcisos.

Otros de los términos generales que se refieren a las plantas incluyen zarza, hierba, pasto, cizaña, fruta y verdura.

Los hebreos estaban seguros de que Dios les había dado la tierra prometida para trabajarla, pero no fueron cuidadosos en darle buen uso. La tierra se cultivó sin descanso continuamente por miles de años hasta que una gran parte del suelo se agotó y muchas áreas se convirtieron en desiertos devastados.

A la larga, los grandes bosques del Líbano y Hermón se destruyeron y el suelo se desgastó. La gente de ese tiempo no sabía cómo manejar su medio con inteligencia. Por consiguiente, la tierra que una vez fluía «leche y miel» se volvió estéril. En la actualidad varias de las regiones estériles de la Tierra Santa están volviendo a convertirse en fértiles tierras de cultivo. Se están haciendo esfuerzos para restaurar la riqueza de la tierra como Dios lo quiso.

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