Primogénito, primogenitura
La Ley de Israel contenía diversas disposiciones sobre el primogénito. En una sociedad en que se toleraba la poligamia, había que distinguir entre el primogénito del padre (principio de su vigor: Génesis 49:3; Deuteronomio 21:17) y el primogénito de la madre, es decir, el hijo varón que abría el seno materno (Éxodo 13:2). La primogenitura, en todo caso, representaba una posición privilegiada en relación con otros hermanos reales o posibles.
En ausencia del padre, el primogénito tenía autoridad sobre sus hermanos (por ejemplo, Rubén entre los hijos de Jacob) y hermanas (Génesis 24:55, 60). Ocupaba en la familia el lugar más alto después del padre. El derecho de primogenitura era muy apreciado (Génesis 25:29–34; 27). En casos de mal comportamiento, este derecho podía cederse a otros hermanos (Génesis 49:3, 4; 1 Crónicas 5:1, 2).
En caso de repartición de bienes, el primogénito heredaba el doble de lo que heredaba cada uno de los otros hermanos (cf. 2 Reyes 2:9). Deuteronomio 21:15–17 prohíbe despojar al primogénito de su derecho para beneficiar al hijo de la mujer favorita, pero si el primogénito era hijo de una concubina tenía que ceder su derecho si más tarde nacía un hijo de la esposa legítima (Génesis 21:9–13; Jueces 21:1, 2). Esta costumbre se nota en las leyes de → Hammurabi y en las tablillas de → Nuzi.
En el caso de los reyes, la primogenitura implicaba el derecho de sucesión (2 Crónicas 21:1–3), pero el favoritismo era a menudo un gran riesgo para la elección del sucesor (1 Reyes 1–2; 2 Reyes 11:12, 13; 1 Crónicas 26:10). La Escritura muestra cierta predilección hacia el hijo menor, quizá por ser el menos privilegiado (Jacob, Efraín, David). La palabra primogénito, no obstante, evoca siempre un cariño especial. Por eso se dice que Israel es el primogénito de Dios (Éxodo 4:22; Salmos 89:27; Jeremías 31:9).
La noche de la Pascua, el Señor había perdonado a los primogénitos de Israel. Por eso, al primogénito de la madre se le tenía como santificado (consagrado) para el Señor (Éxodo 13:2; Números 3:13). Los primogénitos de la generación contemporánea del éxodo fueron redimidos mediante la consagración de los levitas (Números 3:40, 41). Posteriormente, cada primogénito era redimido a la edad de un mes, mediante el pago de cinco siclos al sacerdote (Números 18:16).
Las excavaciones en la Tierra Santa han demostrado que los cananeos acostumbraban sacrificar sus primogénitos y los israelitas lamentablemente imitaron algunas veces (Ezequiel 20:25, 26; Miqueas 6:7). Los primogénitos machos de los animales puros debían ser sacrificados (Números 18:17, 18; Deuteronomio 12:6, 7), y los de los animales impuros debían ser redimidos (Números 18:15); en el caso de un asno, había que redimirlo mediante un cordero o quebrarle el cuello (Éxodo 13:13; 34:20).
Jesús fue el primogénito de su madre (prototokos, Lucas 2:7; cf. Mateo 1:25 → María), pero nunca se le llama primogénito del padre celestial (Juan 3:16). Sí se nos dice que sus padres hicieron «por él conforme al rito de la Ley» (Lucas 2:27).
El concepto de la primogenitura tiene honda repercusión teológica en los escritos bíblicos, principalmente del Nuevo Testamento. Cristo es el primogénito entre muchos hermanos (Romanos 8:29), es decir, tiene autoridad sobre todos los hombres, y es el primogénito de entre los muertos (Colosenses 1:18): es el primero en quien se ha cumplido la promesa de resurrección. Él es «el primogénito de toda creación» (Colosenses 1:15 → Principio): tiene autoridad sobre todo lo creado (sin que Él mismo haya sido creado). A los creyentes se les llama también primogénitos (Hebreos 12:23), porque son los más privilegiados entre los hombres.