Príncipe, principal
En el Antiguo Testamento, se trata de una persona de alto rango o autoridad, colocada en eminencia generalmente por selección divina: rey de una nación (1 Reyes 14:7), cabeza de una tribu (Números 1:16 VM) o dignatario de un reino (Daniel 5:1). En Génesis 23:6, se habla de Abraham como de «un príncipe de Dios», y la denominación denota tanto a un «gran príncipe» como a un «representante de Dios».
Siete príncipes de Media y de Persia tenían acceso al rey y ocupaban la más alta posición oficial después del mismo rey (Ester 1:14). Posiblemente estos eran sus consejeros (Esdras 7:14).
El profeta Isaías habla del «Príncipe de paz» (9:6) refiriéndose al Mesías que había de venir.
En el Nuevo Testamento el príncipe era una persona de mucha influencia entre los judíos; por ejemplo, el «príncipe de la → sinagoga» (Marcos 5:35–38; Lucas 8:49; Hechos 18:8), o el que dirigía el culto y designaba el lector o predicador (Lucas 13:14; Hechos 13:5). Aunque no siempre es fácil precisar el papel de un «príncipe» (por ejemplo, Lucas 18:18), a veces se refiere a un miembro del → Sanedrín (Juan 3:1). Los «príncipes → sacerdotes» del siglo I d.C. ejercían gran poder religioso y político.
A → Satanás a veces se le llama «príncipe de los demonios» (Marcos 3:22 //) o «príncipe de este mundo» (Juan 12:31; 14:30; 16:11).