Rostro
Término usado de diversas maneras, pero especialmente para referirse, por alguna razón extraordinaria, a la cara del hombre y, metafóricamente, a la cara de Dios. En ocasiones es sinónimo de presencia personal y alude a la vida síquica, o a determinado estado de ánimo (Génesis 4:5; Génesis 31:2; Éxodo 33:20; 2 Samuel 19:5; Salmos 42:2b; Isaías 6:5). La modestia y la reverencia se demostraban cubriéndose el rostro con un → velo, como Rebeca frente a Isaac. Poner el rostro contra alguien siempre era gesto de desagrado (Levítico 20:5; 1 Pedro 3:12). Inclinar el rostro a tierra es signo de humillación. Por esta razón el hombre inclina su rostro delante del Dios santo.
Al hecho de que el sacerdote oficiara en el templo o visitara el santuario se le llama «aparecer ante el rostro de Dios» (Deuteronomio 10:8; Deuteronomio 18:7; Éxodo 34:23; Salmos 86:9). «Ver el rostro de Dios» tiene un sentido puramente espiritual (cf. 1 Corintios 13:12). Dios muestra su rostro cuando presta ayuda (Salmos 46:7; Salmos 31:16). Los que miran el rostro de Dios mueren, a menos que obtengan una gracia muy especial y entren en una relación muy íntima con Dios, como Jacob y Moisés (Génesis 32:30; Éxodo 33:11, 20; cf. Job 33:26).