Sangre

Sangre: Sinónimo de vida y de alma en el Antiguo Testamento, Gn 9:4 (BJ) dice: «Dejaréis de comer la carne con su alma [en hebreo, nefes], es decir con su sangre» (cf. Lv 17:11Dt 12:23).
En toda la Biblia la sangre es símbolo de la vida y de allí la prohibición de comer la sangre de los animales, de derramar la sangre humana y el uso cultual de la sangre.

La prohibición de comer sangre es anterior a la Ley (Gn 9:45). El homicidio es considerado un crimen desde el principio (Gn 4:11) y la sangre derramada clama venganza (Gn 4:10). El sacrificio de animales es igualmente primitivo y está directamente relacionado con el pecado del hombre (Gn 4:4).

Es necesario destacar la diferencia fundamental entre el pensamiento griego y el hebreo. En el primero la sangre está asociada a la reproducción y representa el centro emocional del hombre. En la religión hebrea, es la sangre derramada la que adquiere significado ritual y como tal es medio de → expiación; adoración, consagración y aun llega a simbolizar la concertación de un → pacto (Éx 24:6–8).

La expresión «carne y sangre» (cf. Mt 16:17) se refiere a la debilidad, limitación y contingencia del hombre, además de su condición mortal y perecedera. Es la idea opuesta a lo que será la naturaleza incorruptible y de gloria que recibirán los creyentes en la resurrección (1 Co 15:35–54).

Todo el simbolismo cultual de la sangre del Antiguo Testamento halla su cumplimiento en la sangre de Cristo, expresión que en el Nuevo Testamento equivale a la muerte del Señor Jesucristo.

La sangre de Cristo, es decir su muerte en la cruz, es el símbolo del precio de nuestro rescate (Ef 1:7); nos reconcilia con Dios (Ro 3:25 y 2 Co 5:19); nos redime de nuestros pecados (Ap 1:5); nos purifica (Heb 9:14); nos santifica (1 P 1:2); establece una nueva alianza (Heb 9:11–22). Por la sangre de Cristo somos justificados ante Dios (Ro 5:9), tenemos un vestido limpio (Ap 7:14), y podemos entrar con confianza en el santuario de Dios (Heb 10:19).

La «comunión con la sangre de Cristo» ilustrada por la participación de la copa en la → Cena del Señor, expresa la identificación del creyente con la muerte de Cristo.

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