Sepulcro

Sepulcro: Construcción levantada para dar en ella sepultura al cadáver de una persona y honrar su memoria.

En la época preisraelita hubo monumentos funerarios como los dólmenes y los crematorios neolíticos de Gezer y Jerusalén. Hubo también sepulcros formados de dos partes: una rampa o pozo de acceso y una cámara funeraria, cerrada a veces por un pequeño muro.

Los israelitas recién llegados a Canaán imitaron las costumbres funerarias de sus antecesores. Pero, durante la monarquía, el pozo de acceso lateral se suprimió, y lo reemplazaron con un simple agujero perforado sobre una de las extremidades del techo, y por el cual se entraba de un salto en el sepulcro.

Para no depositar en tierra los cadáveres, se preparaba un lecho de piedra, que se fue transformando en banqueta y más tarde en nicho profundo en el cual podía introducirse un sarcófago.

A veces se situaban varias tumbas (consistentes en cuevas naturales o ampliadas) muy cerca las unas de las otras. Todas tenían acceso a un patio común. Cuando la costumbre de depositar los cadáveres en banquetas se generalizó, las adosaban alrededor de todo el recinto funerario. Los muertos se depositaban generalmente echados sobre el costado izquierdo, y con las rodillas encogidas y cerca del mentón.

Con el tiempo, las → sepulturas israelitas se fueron haciendo cada vez más suntuosas. Interiormente, los lechos fúnebres estaban coronados por arcadas talladas en la misma roca. Para entonces, los cadáveres no se depositaban ya echados sobre un costado, sino en forma supina y rostro arriba, con la cabeza apoyada en un almohadón de piedra.

Más adelante se buscó economizar espacio, excavando en las paredes nichos estrechos y profundos, perpendiculares a las paredes, y cerrados con una lápida. La entrada al patio que daba acceso a las diversas cámaras mortuorias se cerraba sencillamente con una piedra enorme, en forma de piedra de molino. Esto explica la pregunta que se hacía María Magdalena al llegar al sepulcro de Jesús: «¿Quién nos retirará la piedra de la entrada del sepulcro?» (Marcos 16:3 BJ).

En tiempo de los romanos se construyeron en Jerusalén dos sepulcros famosos: la tumba de los jueces, y la de los reyes. Indudablemente la primera no se trata de los jueces de la Biblia, sino que debió de enterrarse allí a magistrados del tribunal judío.

La otra tumba no tiene nada que ver con los reyes de Israel. Se trata probablemente del mausoleo de la reina Elena de Adiabene (Asiria) y de su familia, convertida al judaísmo en el siglo I de nuestra era.

De esta misma época datan las tumbas de Absalón y de Santiago, y el monumento de Zacarías en Jerusalén.

Según los relatos evangélicos, el cadáver de Jesús lo depositaron en un sepulcro nuevo que → José de Arimatea había hecho excavar para sí mismo en una roca, y cuya entrada se cerró con una gran piedra (Mateo 27:60Juan 19:41) la que un ángel quitó en el amanecer glorioso de la → resurrección del Señor (Mateo 28:2).

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